
Mamá Pato
No está durmiendo.
Todos los demás están durmiendo.
Están adormecidos.
Estoy adormecida.
Nos despertó porque no está durmiendo.
No quiero ver la foto y ahora que escribo sobre ella se queda en mi mente. Camisa roja pantalón azul.
Y ahora pienso en las fotos que no muestran y ahora pienso en la guerra que no escucho que no veo. Y ahora no solo veo a uno sino a todos. Se han multiplicado y ahora no puedo dejar de verlos.
El poder de una imagen que viaja a todos los rincones del mundo causando conmoción. Visibiliza rompe transgrede penetra. Grita. Grita por todos. Grita por él. ¿Lo escuchamos? La verdad incomoda. Llegó a tierra turca sin su hermano y su madre. Con el rostro hacia el mar y la espuma de las olas bajo su cara. Probada explícita de la realidad. Revolcón en forma de ola a la humanidad. Apelando a la humanidad. Reprochando a la humanidad.
El mar me es escondite. Me significa libertad liberación inmensidad cobijo. Me hace sentir como pato en el agua. Voy al mar para concentrarme en lo esencial. Busco asilo y refugio. Pienso en la necesidad de huir. No en querer huir sino en el no tener opción. Veo la foto y me estremezco me electrifica el cuerpo. No tiene heridas ni sangre ni está cercenado. Su cuerpo está contemplativo mirando al mar como si durmiera. Con medio rostro bajo la arena. Pero no está dormido los dormidos somos nosotros. Golpea y recrimina nuestro olvido desinterés deslinde. Me golpeó. Al mirarla mi mente se encargó de crear la atrocidad. Se encargó de cercenarlo de ver las heridas los escombros las ruinas y las cenizas.
Está viva la imagen. Puedo escuchar las olas. Sentir la brisa. Pisar la arena gruesa. Sentir los olores marítimos. Lo único que no está vivo es el niño. Él ya se había ahogado desde antes de subir a la barca. Lo ahogaron por intereses políticos.
Viví con mis primos. No eran niños tiernos. Me dejaron cicatrices. Éramos primates creo porque parecíamos animales. Sus hermanos encerraron a uno de ellos en un cuarto. Yo metí mi mano por el agujero de la puerta para intentar liberarlo. Me mordió. Que se quede encerrado niño mono.
Vino a interrumpir vidas. Vino a recordarnos de los otros. A recordarnos lo jodidos que estamos. No vino. Lo llevaron. Lo obligaron.
No imagino ser yo quien encuentre a un niño ahogado en la orilla del mar. No me imagino tomando una fotografía de un niño ahogado en la orilla del mar. No me imagino ser yo el padre vivo del niño que se ahogó en la orilla del mar. No imagino ser quien saque el cuerpo del niño ahogado en la orilla del mar.
Miro su rostro. Es cualquier niño de tres años caminando por la calle. Es cualquier niño haciendo berrinche. Es cualquier niño chapoteando en el mar. Es el rostro de la infancia de la inocencia. Es mi primo mono. Pero no es cualquier niño. Es Alan Kudri en representación de la falta de humanidad. No es cualquier niño y no está caminando ni haciendo berrinche ni chapoteando en el mar ni está durmiendo.
No quiero ser madre. A veces imagino la creación en mi vientre pero rápido se desvanece. ¿Qué puedo ofrecerle? ¿Qué puede ofrecerle el mundo?
La miseria y el dolor nos cubre en cada rincón. La violencia y deshumanización forman parte del día común. Deja de sorprender la mierda. Solo confirma que estamos jodidos desde antes y seguiremos así. Solo quedan las lógicas de sálvense quien pueda. Nos salvamos a nosotros y a los nuestros.
Cómo podría tragarme el coraje de ver que lastimen a mis hijos. Cómo podría tragarme el coraje de ver que mis hijos lastimen a otros. Cómo podría tragarme el coraje de que mis hijos vean cómo me lastiman. Cómo podría tragarme el coraje de que mis hijos vean cómo lastimo a otros.
Pienso en fronteras cerradas. Pienso en rejas. Pienso en barcas. Pienso en asilo negado. Pienso en el miedo. En el desconcierto. Pienso en bombas en misiles en armas químicas en desastre en soledad en frustración.
Pienso en privilegios. Pienso en mis privilegios aquí acostada en cama con el aire acondicionado prendido y música relajante de fondo escribiendo sobre una crisis de la que escucho pero no hago nada. Siento lejanía con la imagen porque no tengo las fuerzas de combatir la incomodidad de pensar que la migración de Centroamérica está pasando y tampoco hago nada.
No tengo una mala relación con la muerte. Sabemos que vamos a morir pero no imaginamos cuándo. Tengo curiosidad de ver cómo se trasforma mi cuerpo y mirarme de vieja pero a veces en mis pensamientos retorcidos pienso que si me suicidara me gustaría ahogarme en el mar. Tener certeza de cuando me voy a morir pero después de pensarlo me arrepiento morir ahogado debe ser rápido pero doloroso.
Primero luchar en la superficie con el pánico que te sumerge luego bajo el agua aguantar la respiración lo máximo posible cuando no aguantas más tragar bocanadas de agua e inhalarlo hasta que llegue a los pulmones y las vías aéreas se bloqueen y por último calma y tranquilidad debido a la pérdida de la conciencia.
Pienso en la barca antes de que el agua se apodere de ella. Imagino el pánico y el miedo silencioso. Ahí en la inmensidad del mar. Imagino ser la madre con sus hijos. Imagino ser la mano de la madre aferrándose a los cuerpos de sus hijos. Imagino una canción de cuna para tranquilizar la tragedia. Lo imagino y no me cabe en el cuerpo.
Me da miedo ser madre.
La sangre de la guerra es invisible. Corre por el mar por los territorios y por ese niño aventado a la orilla de la playa.
El mar se ve tranquilo y apacible como si hubiera decidido depositar al niño ahí para que pueda dormir. Pero es el mismo mar que se metió en su cuerpo hasta matarlo.
Alan Kudri nació en la guerra. Murió en la guerra.
El poder no tiene límites aplasta todo lo que tiene a su paso con tal de atiborrar su deseo y aferrarse a no perder sus privilegios. La guerra es el negocio constante. Nadie está dispuesto a perder sus privilegios. Eso grita la imagen.
Más hipocresía política rondando como buitres por aplausos y reconocimiento moral. ¿En serio se necesita viralizar a un niño muerto para crear interés?
A veces me siento en una barca en medio del mar aferrándome con sogas a mis convicciones y tratando de llegar a la orilla pero es difícil ver la orilla y más difícil llegar a ella.
Tengo que cavar mis propias tumbas.
En casa hicimos un estanque para patos cuando teníamos patos. Teníamos porque ya están muertos. Unos meses después de hacerla se murieron por comer piedras y porque no aguantaron el frio. Mi hermana les cortaba las plumas de las alas para que se quedaran en el patio y se quedaron y se murieron. Ahora ese estanque es para nosotras solo que no comemos piedras ni nos cortan las plumas por eso disfrutamos el estanque. Arriba hay un cuadro de los patos que pintó mi mamá. Un cuadro de los patos que matamos. Somos asesinas de patos y lo celebramos metiéndonos en el estanque con el cuadro arriba de nosotras. Antes era azul y ahora lo pintamos de rojo. Parece sangre y ahora pienso que es la sangre de los patos. No murieron los matamos.
Soy victima y soy victimaria.
Si fuese un hombre sirio ahogado en la orilla del mar a pocos les hubiera importado. Si Alan Kurdi hubiera muerto con 30 años en vez de tres a nadie le hubiera importado sería un hombre sirio muerto como muchos otros. Pero era un niño y los niños son el futuro. De nada sirve el futuro si heredamos las sobras si heredamos la corrupción el odio si heredamos las lógicas de todos contra todos y la sobrevivencia del más fuerte. Para los niños todo es nuevo son exploradores pero a veces son náufragos en busca de asilo con la necesidad de explorar un lugar donde sea seguro vivir. No quiero ser madre en un lugar en donde a nadie le importen los demás en donde haya 10 feminicidios diarios en donde los poderosos manden en donde la atrocidad sea de todos los días en donde el poder y la avaricia reinen en donde los pedófilos se sientan orgullosos en donde con dinero baile el perro o baile la niña. No quiero ser madre y dar a luz a quien pague porque baile la niña ni que quiera que se perpetúe la guerra para seguir vendiendo armas o que muerda a quien quiera ayudarle.
No quiero cortarles las alas a más patos.
Ahora hay alguien que grita. Todos los días alguien grita. Gritos de dolor de esos que causan estruendo en los oídos de quien escucha. Ahora golpeo las teclas de mi computadora. Ahora se dan golpes de pecho con llanto.
No quiero que mis hijos les corten las alas a los patos.
De pequeña usaba unos tenis resistentes de uso rudo. Servían para amortiguar los golpes cuando me lanzaba desde lo alto de los árboles. Mi madre siempre me dejó libre para tomar mis propias decisiones a pesar de lo estúpidas que fueran. Estoy segura de que si mi padre no hubiera muerto él hubiera sido mi cárcel. Él hubiera sido quien me cortara las alas como nosotras se las cortábamos a los patos. A veces las muertes traen beneficios. Gracias a su muerte yo pude tener una infancia libre.
No quiero ser madre y parir a mi padre.
Esa imagen apacible no deja de gritar sobre una verdad aterradora. Es el grito de todos. No puede dejar de gritar porque necesita reventar tímpanos.
No quiero ser madre de Alan Kudri.
Que difícil me es escribir sobre esta foto. Ya no quiero escribir de esta foto. No me gusta nada de lo que he escrito sobre esta foto. Creo que no hago más que indignarme y reprochar. Al menos esta foto me hizo despertar. No sabía ni donde estaba Siria y ahora me cago en Bashar al Asad.
No quiero ser madre de Bashar al Asad.
No quiero ser una mamá pato y ver que les corten las alas a mis patitos sin poder hacer nada.
Leí ya desde hace tres semanas vi tantos videos desde hace tres semanas y estoy ya asqueada del tema y de ver la foto tantas veces. Estoy incómoda. La fotógrafa lo logró.
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