República y apostolado: Martí como discurso del diario habanero La Lucha

La disputa martiana

La existencia de disímiles apropiaciones sobre José Martí —desde Jorge Mañach a Juan Marinello; de Tomás Estrada Palma a Fidel Castro— demuestran la ductilidad del símbolo y su capacidad para ser recuperado por diferentes posicionamientos políticos, por diversas teorías literarias, por disímiles interpretaciones históricas que siempre convierten su estudio en un reto extraordinario. No obstante, dichas apropiaciones pueden ser estudiadas, descritas y descifradas mediante el estudio del discurso que elaboran en su devenir.

Para rebatirse entre sí, las diferentes apropiaciones martianas han tomado como presupuesto la existencia de una fuente primigenia de la martianidad circunscrita en la vida y obra del individuo Martí, con la cual el movimiento político, literario o estético específico conectan y enlazan como pasado de su actualidad.

Si tomamos esta afirmación como cierta, surgen varios problemas: 1ro) ¿cómo es posible constatar la existencia de dicha fuente o interpretación primigenia pasados tantos años de su vida?; 2do) ¿cómo tantos movimientos políticos, literarios y estéticos pueden declararse herederos únicos y verdaderos de tal fuente primigenia? Por estas dificultades debemos desestimar la existencia de una fuente primigenia, verdaderamente fiel a la interpretación martiana. En contraste, partimos de la idea de que todo símbolo existe en la disputa por su posesión. Cada generación reclamará para sí la herencia de la verdadera martianidad, por lo que las apropiaciones martianas —desde Jorge Mañach a Juan Marinello; de Tomás Estrada Palma a Fidel Castro—, a la vez, forman y no forman parte del Martí primigenio. Son parte de la interioridad del sentido que se crea, pero al mismo tiempo disputan a los otros la exterioridad y la transmisión de los textos primigenios. La escritura martiana no podría existir sin este ejercicio de disputa y apropiación posterior. José Martí como símbolo no podría constituirse en imagen del pueblo cubano si no se hubiese logrado que sus hechos originarios desencadenaran disputas en su sobrevida.

Disputas martianas en La Lucha (1900-1902)

El 31 de diciembre de 1901, el nuevo año no era el acontecimiento principal para el pueblo cubano. El diario La Lucha reportaba que La Habana amanecía llena de carteles y hojas volantes recomendando el retraimiento del voto en las elecciones presidenciales de ese día. La Coalición de Bartolomé Masó había retirado la candidatura del general once días atrás y el llamado a sus partidarios era de total abstención: “En el barrio de Peñalver circuló una hoja recomendando el retraimiento. Termina: ‘¡Pensad en Martí, pensad en la Patria y cumplid como buenos! ¡No vayáis a las urnas!’”.[1]

El diario La Lucha y la cobertura que dio a los principales acontecimientos políticos que se dieron en el primer período de ocupación militar norteamericano, de 1899 a 1902, entre las que se encuentra las elecciones presidenciales de 1901, arroja un cuerpo de información en la que se puede incursionar para encontrar diversas construcciones sobre José Martí enlazadas a la vida del pueblo cubano posterior a la guerra independentista.

La cita contenida en el primer párrafo enlaza las palabras Martí, Patria y buenos. Las dos primeras formas constituyen las totalidades trascedentes equiparables a las que alude el llamado para inducir un tipo de mandato moral: “cumplir como buenos”. Que en este caso tiene un significado político concreto: ser consecuentes con la abstención y negarle el voto al candidato Tomás Estrada Palma. Como vemos, la asociación de Martí con la Patria y con la bondad es muy temprana en la historia política del país.

En las páginas del diario La Lucha de este período la disputa va a ser planteada entre dos polos contradictorios fundamentales: La República cordial y la República jacobina.

La República cordial es, ante todo, la promesa de Martí. Se halla enlazada de forma permanente al sintagma “con todos y para el bien de todos” o alguna de sus variaciones (“con todos y de todos”; “con todos y para todos”) e implica en su emergencia la realización del programa de la Revolución, dígase el Manifiesto de Montecristi y con esto, la realización de los principios revolucionarios esgrimidos por José Martí:

«(…) y vosotros legisladores de Cuba, pensad muy alto y sentid muy hondo para llevar a cabo la empresa que se os ha encomendado, ratificándole así el programa de la revolución, para que tengamos una república con todos y para el bien de todos.»[2]

No solo está llamada a realizar los vagos conceptos de “programa de la revolución” y “principios revolucionarios”; sino que esta República cordial emerge inserta en el liberalismo democrático, la acción política reconstituyente y la dedicación para todos los habitantes del país.

El liberalismo, el equilibrio entre radicales y conservadores y el “con todos y para todos” son los elementos constituyentes de la república martiana, incluso más, resulta la descripción exacta de su “promesa”.

« (…) [No] se quiere establecer en Cuba una República liberal que cuente con las simpatías de las clases populares; y con el concurso de las clases de arraigo e intelectuales; esta República cordial es la que representa Masó; es la que prometió Martí.»[3]

Diario La Lucha, 1019, pàgina 1.

La República cordial constituye un lugar de confluencia para el discurso político situarse en la realidad. Y la mención de Martí constituye un elemento fundamental para dar legitimidad y validez a dicho discurso. En este sentido Martí constituye no solo punto de apoyo de una opción política específica, sino que se produce como el pasado mismo de esta opción política.  En el enfrentamiento concreto entre Masó y Estrada Palma en las elecciones de 1901 el concepto de república va a ser punto de culminación y de centralidad por la disputa del liderazgo político.

La construcción en este período de una idea martiana de la república no se agotará en citar a Martí o en dilucidar concretamente que creía por esta, sino que atribuirá su pertenencia a una opción política específica y lo colocará siempre de una lado en disímiles contradicciones como: radicales / conservadores; revolucionarios / apaciguadores; demagogia / reacción; jacobinos / moderados; idealistas / realistas; ensueños / realidades; impulsos / reflexión; irracional / racional; corazón / cabeza; revolucionario / liberal; jacobino / democrático; acción disolvente / acción reconstituyente.

La asunción de Martí en el discurso político de la época, su entrecruzamiento con tomas de partido, su inserción en el relato como argumento de autoridad o como pasado de una lucha o figura específica lo colocan en una posición discursiva muy particular cuyas pautas de emergencia atraviesan lo que podemos denominar un umbral de politización.

Sin embargo, no solo está presente la construcción martiana en el discurso de los medios de comunicación como “partidario” de una causa política, sino que puede figurar en estos como ser puro, como levedad, como inspiración divina.

Podemos hallar en el siguiente fragmento de diciembre de 1901 en La Lucha:

«Para que esa obra fuese funesta y su autor execrable, era preciso que en esta tierra fuese el patriotismo una farsa y la virtud una traición; era preciso que a las estatuas de Washington y de Bolívar sustituyesen las de Masó Parra y Judas, sería preciso que el Dios creador del Universo y de la justicia huyera de esta tierra, y el rey de las tinieblas plantara aquí su letal imperio.»[4]

En este cierre, se denota el paso hacia un lugar donde se entrecruzan elementos patrióticos y religiosos. Es interesante que en el fragmento los referentes equiparados a Martí son grandes patriotas americanos —grandes guerreros ambos— y sus antagonistas son traidores: Masó Parra, jefe de guerrillas pro-español que se enfrentó a las fuerzas independentistas; y Judas, el delator de Jesucristo. Esta alusión sacra va a ser remarcada en otras frases, por ejemplo: “Cuando por primera vez en la emigración le dijeron los obreros que hablase, como Jesús en el Tabor, se transformó y les enseñó las estrellas rojas de nuestra victoria”.[5] El enunciado “Martí como Jesús en el Tabor” indica el cambio enunciativo hacia la naturaleza de sus atributos personales como compuestos de la materia de dioses, santos y sagradas virtudes. La relación entre estos valores sacros, las propias características de Martí, los empeños independentistas y el pueblo cubano van a instituirse en unidad. En este camino de enunciación podemos colocar lo que denominaremos el umbral de sacralización.

¿Qué he querido significar con esta breve alusión a un momento específico de disputa de la política cubana de inicios del siglo XX, y de un medio de comunicación como el periódico La Lucha? Principalmente que la existencia de Martí en tanto discurso, argumento de autoridad, referencia de legitimación, pasado de la nación cubana, alfa y omega de los impulsos patrióticos por la libertad va a ser muy temprana en la vida nacional cubana y va a existir en la continua disputa. Martí va a ser contradicción, no acceso a la verdad, sino campo de lucha por su memoria.

En este sentido podemos encontrar dos tipos de Martí plasmados en el discurso periodístico de La Lucha: el Martí político-profeta, es decir el luchador independentista que prometió una República y la dejó en herencia a determinadas figuras políticas, y el Martí apóstol, que figura como formas enunciativas donde las referencias se internan en los imaginarios religiosos —iniciando desde el término “apóstol” y llegando hasta la equivalencia con Cristo— y un léxico caracterizado por el retraimiento y la contemplación. Este umbral conduce a la formación de los imaginarios martianos, sus relaciones con la nación y los proyectos políticos que la constituyen en cada momento histórico específico.

Estudiar las formas en que la prensa comenzó a articular el discurso martiano casi inmediato a su muerte resulta de especial interés porque permite describir cómo comienza a articularse José Martí, ya no como individuo, sino como argumento de autoridad, recurrencia discursiva en las polémicas políticas, imaginario estructurador de la idea de república —sin importar qué república exactamente se estaba articulando y si coincidía con los textos martianos, o no. Esta presencia, esta recurrencia, estas formas de creación y de aproximación producen, desde muy temprano modos de acercarse a Martí que permanecen hoy y pueden ser descritos en el discurso actual.


[1] La farsa de hoy. (31 de diciembre de 1901). La Lucha.

[2] Por Maceo-Gómez. La Peregrinación al Cacahual. (10 de diciembre de 1900). La Lucha.

[3] La Coalición por Masó. El retraimiento. (18 de diciembre de 1901). La Lucha.

[4] Sesión solemne. El Retrato de Martí. (9 de diciembre de 1901). La Lucha.

[5] El Aniversario del Apóstol. (21 de mayo de 1902). La Lucha.

Licenciado en Periodismo por la Universidad de La Habana en 2021 con la tesis Ecce homo: arqueología del discurso-Martí en el diario La Lucha (1900-1902). Estudiante más integral de su graduación con Premio al Mérito Científico Estudiantil. Profesor adiestrado del departamento de Periodismo de la Facultad de Comunicación de la Universidad de La Habana, 2022. Miembro del Colectivo de la Disciplina Problemas Conceptuales del Periodismo y parte del colectivo de la asignatura Ética y deontología del Periodismo. Redactor de la Revista Honda de la Sociedad Cultural José Martí.