No hay que buscar el sufrimiento, pero si
este llega y trata de meterse en tu vida, no temas:
míralo a la cara y con la frente bien levantada.
Friedrich Nietzsche
Con el paso del tiempo retorno a las experiencias vividas que me producen sentimientos encontrados; no trato ni por asomo pretender un análisis profundo de las equivocaciones que he vivido, en torno a las relaciones de pareja, que de por si son complejas e indescifrables.
Para iniciar esta tortuosa aventura, la mujer que se dijo -nadie me haría sufrir de nuevo, o sea yo- prepara su escenario, como si fuera una cita romántica, abro el procesador, lo limpio, se enciende, a un lado mis notas debidamente clasificadas, según mi código personal; mi acompañante es la tarde va desapareciendo lentamente, los grillos inician su coro, bebo el ámbar que destella en una copa, cigarrillos junto a mí por si los necesito, la música de jazz para la inspiración.
En un momento de claridad logro destacar ese acontecimiento anecdótico tan importante en mi existir; es un pretexto para construir y narrar; se apersonan las dudas de nuevo, vienen vestidas de magenta, bailan con enjundia al ritmo del saxofón; su intención es que pierda la confianza en lo que estoy escribiendo, algo curioso, eso me sucedió cuando me enteré que me habían cambiado por una mujer más joven, y que esas locas dudosas disfrutaron con sus cabellos desatados con su sonrisa de hiena, unas sanguijuelas que succionaron lentamente mi autoestima.
En este intento de acercarme al ensayo, para dilucidar sobre mi relación con el otro y darme cuenta de que desde su inicio no estaba bien cimentada; es un suceso que se repite en este momento frente a la computadora, Kundera asegura que “el ser humano suele vivir de impulsos, pocas veces es premeditado”. Tal vez fue por eso que me casé demasiado joven, sin embargo, en estos momentos recurro a ese hecho que,según el eterno retorno, todos los instantes de la vida se repetirán infinidad de veces, en donde cada suceso depende de una acción con un peso eterno.
Ahora bien, si cada suceso significa que depende de una acción ¿Las cargas nosotros mismos las creamos? Puede ser, es lo que me sucede cuando me dejo llevar por mi yo más profundo y propicio que mis neuronas se paralicen, un ejemplo real, es este momento, estoy con la agitación de escribir: inicio, me detengo, los minutos pasan, releo lo escrito, hago cambios empiezo a temblar, las dudas que estaban tiradas en el diván abanicándose, regresan; cantan “no sabes escribir párrafos con contundencia”, “lo que has escrito no le va a interesar a ningún lector”, “estás segura de qué es un ensayo”, en esta vorágine todo desaparece gradualmente; el telencéfalo me traiciona, ya no procesa la información, también es infiel, muy fresco se va a bailar un tango con las dudas. Prendo un cigarro lo fumo lentamente, las hileras de humo se pierden como mi concentración y memoria; la inseguridad se adueña de mí, como hace veintitrés años se repite mi triste historia.
Reconozco que la edad atrofia, sin poder evitarlo, las lágrimas llegan con su paso lento y su tutú de listones ¿por qué? tantos sentimientos encontrados, cuando hay a mi alrededor mentes lucidas, creativas, talentosas, que saben escribir a la perfección, que en su mirada trasmiten compasión ante mi lentitud mental, resultado de la inseguridad en que me siento inmersa. Aparece el ligero temblor de mi ojo derecho y siento que no puedo y regreso a esa pregunta sin respuesta ¿por qué? Será que no tengo la claridad intelectual, pero me gusta lo que leo, son palabras y párrafos que salen del corazón quizás no de mis neuronas espejo, las garantes del desarrollo de la empatía con los contenidos y destrezas de mis competencias adquiridas para la vida, sonrío, de nuevo aparece lo técnico, la lucidez quiere regresar.
Según he leído, en el ensayo corre la suerte de todo lo auténtico y saludable del género literario, un gran abanico de muchas tintas; entonces por qué mi vacilación si lo que escribo, sale de mi yo, es auténtico. ¿Pero será saludable para el género literario? Puede ser que no. Reviso de nuevo, sin piedad reconozco no hay el ansiado texto de goce; me levanto voy por otra copa de vino, necesito alejar a las dudas con lo etílico. Alguien me dijo alguna vez, escribe con gusto orgásmico, me río de mis propias ideas y me alejo del texto.
Dejo pasar los días, prendo la televisión y de la nada surge una película se llama Maridos y Esposas de 1992, la vi en el momento crucial de mi triste reemplazo, casualmente había acudido con un grupo de amigas, al cine club y ¡pum! aparece la cinta de Woddy Allen, el talento de un gran escritor que logra desmenuzar en una hora y setenta minutos, los conflictos de pareja como si fueran capas de cebollas, para conducirnos al meollo de una ruptura, sin embargo, ingeniosamente nos lleva a reflexionar si vale la pena intentar reconstruir la relación o bien continuar en caminos diferentes, pero con la seguridad de que se ha elegido bien.
Como resultado de la película, es que me envalentono y regreso al procesador, con el tradicional ritual solo que hoy preparo un té verde, que tiene el beneficio de apoyar la función cerebral que tanto necesito; el calor esta ardiente, los ventiladores silban sin cansancio, pero son las aliadas para ahuyentar a las brujas dudatelinas, así atreverme a conseguir esa “pluralidad de tonos y matices resultado de mis operaciones mentales”, sonrío ¡Que ambiciosa! Aunque me conformo con una dosis de reflexión; miró la mesa están desperdigados mis apuntes como barajas de tarot, escritos con letra cursiva, que solamente yo entiendo.
Tal vez escribir, es una oportunidad de estar frente al espejo y como Narciso, mirarme sin tapujos para cuestionarme qué paso entre los dos; aclaro, no con la intención de recuperar al susodicho. Sino entender, que lo vivido pudo ser resultado de algo muy interno un producto de mi niñez o la de él, que se repitió de nuevo. Llego a la conclusión de que el ensayo es la herramienta para expresarme como adulto reflexivo, que deje constancia de los cristales rotos vividos. Reconozco que mi ansiado momento de creación, aún no llega, para pretender algo tan simple como complicado: “el estilo es la idea”. Tal vez, no he comprendido muy bien los requisitos de Paredes para lograr un ensayo estético que atrapé al lector, utilizando los recursos literarios con maestría me agrada lo que dice Cortázar “que cuando el lenguaje cesa de ser un vehículo […] en que ya no cuenta como mero lenguaje porque todo él es presencia de lo expresado”, el momento que como autor logré una manera peculiar con estilo de escribir una parte de mi realidad presente, de mis vivencias y por lo que viene por vivir.
Tengo claro que hacer un ensayo es todo un reto, un peso traducido en una razón de ser, aprenderé a disfrutarlo sin la ansiedad, sin el miedo al sufrimiento frente al momento de crear, hasta llegar a lo que dice Paredes “hacer uso del sistema verbal en la prosa que implica movimiento argumentativo-expositivo y trabaja en la órbita de la seducción”. Viviré la experiencia las veces que sean necesarias, con la frente en alto para desaparecer a las dudas e inseguridades ¿Lo lograré? No lo sé, lo que sí es seguro es que cada experiencia será de modo diferente, hasta llegar a la órbita de la seducción.
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