Una excursión radioactiva: La misteriosa y mítica Zona del Silencio

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Es la ventana del cuarto de tele que me permite mirar el cielo la que me remonta a las seis de la mañana del año 1977, justo cuando el despertador gritaba de manera estruendosa los buenos días, sin saber, la floja maquinaria, que yo ya le había ganado en decir good morning, porque, por fin, el calendario marcaba la fecha de la excursión tan esperada que haría con mis compañeros del equipo de natación a uno de los lugares que todo niño de Torreón tiene la fortuna de disfrutar en compañía de sus amigos. Ese jueves conocería el área misteriosa llena de aventura localizada en la parte central del Bolsón de Mapimí, esa mancha extraña que se encuentra entre los estados de Chihuahua, Durango y Coahuila justo a 180 kilómetros de La Comarca Lagunera, la famosa Zona del Silencio.

Ese paseo de ayer me hace pensar igual en los diferentes atractivos que tiene cada estado de la bella República Mexicana, mientras que, aquí en Yucatán, mis hijos de pequeños circulaban en rojo los días en los que conocerían nuevos cenotes, ilusión que les hacía meter una noche antes en sus morrales sus trajes de baño y toallas, yo a su edad me cercioraba de ponerle las pilas a la grabadora que nos acompañaría a ese lugar mágico, así como el rectificar todo lo que la mochila verde militar debía contener: la brújula que el abuelo me prestó desde que expuse en el colegio las rutas de Colón, la lupa que me regaló mi papá cuando cumplí ocho años, las bolsas de plástico importantes para la recolección de tesoros, la cubetita amarilla y su palita roja de playa que cada verano llevaba a Mazatlán para jugar en la arena, mi recién estrenada cámara polaroid que me había ganado por buenas calificaciones y mi reloj de mano, el anaranjado, de correa de plástico, transparente, de manecillas, con el que aprendí a decir la hora, porque en mi época, sí leíamos el tiempo con ayuda de las tres manecillas, no como ahora que todo lo prefieren digital.

Recuerdo también mi desesperación por ser la primera en entrar al camión y ocupar uno de los primeros asientos, yo quería ver todo el paisaje, no quería que nadie me contara nada, fue así que apenas abrirse las puertas del autobús, con grandes saltos subí apresurada los escalones y acaparé los dos primeros sillones, en uno me senté y en el otro puse mi mochila para apartárselo a mi amigo René, un gran nadador de estilo mariposa, la anchura de su espalda era su más fiel testigo, pero lo que a mí me gustaba de él era su imaginación y lo fantasioso era, como yo. Subió ya tarde y no pude más que sonreír cuando vi en una de sus manos un gran mapa, mismo que extendimos apenas se sentó. A su mapa ya le había dibujado toda una zona 51 y algunas naves espaciales que observé con mayor precisión al utilizar la lupa que luego me pidió prestada para mirar los cerros grises que también estaban dibujados, eso, sin dejar de platicarme las semejanzas entre el desierto de Nevada que yo no conocía y el desierto coahuilense en el que vivíamos, los dos creíamos firmemente en los extraterrestres y éramos fieles admiradores de Pedro Ferriz y su programa titulado “Un mundo nos vigila” al igual que del Ing. Harry de la Peña, uno de los primeros en percatarse de los fenómenos del lugar.

Allá íbamos, contentos, cruzando los dedos, René y yo, para tener un encuentro cercano del tercer tipo o con un fósil prehistórico sepultado en ese territorio antes conocido como el Mar de Thetis.

En la última parada, antes de llegar a nuestro destino, ya podías observar la extraña flora y fauna que la caracteriza, muchas fotos fue las que le tomé al nopal extraterrestre que, en épocas de sequía, adquiere un color morado bellísimo y a la famosa tortuga, hoy en peligro de extinción, que aún no nos revela su fuente de agua en tan inhóspito lugar lleno de fragmentos de aerolitos.

Subió con nosotros un guía especializado, porque no era recomendable entrar en la zona sin alguien que de verdad conociera el territorio, hasta la fecha, se aconseja no ir sin teléfono satelital o un botiquín de primeros auxilios por cualquier emergencia. Como en esa época no existían los teléfonos celulares, no se permitía a los turistas con niños adentrarse tanto como se permite en la actualidad. Apenas alzaba la voz, el guía diciendo: están a punto de cruzar la línea divisoria que nos ubicaría en la Zona del Silencio. René enseguida encendió la grabadora que llevábamos y yo con mucho nerviosismo saqué la brújula del abuelo sin dejar de monitorear mi reloj naranja en mano, nuestros corazones podían escucharse palpitar un mismo son cuando con ojos de plato observamos los moribundos latidos del reloj, una brújula esquizofrénica vuelta loca como si hubiera perdido el norte y una grabadora que enmudeció de sopetón, siendo nuestras risas nerviosas las únicas que se podían escuchar. Muchos amigos como queriendo y no queriendo poder experimentar la puerta dimensional que las teorías conspiratorias decían que había en esa zona magnetizada por grandes concentraciones de hierro ubicada en la misma línea recta en la que se encuentran el triángulo de las Bermundas, las pirámides de Giza y las ciudades sagradas del Tíbet.

Bajamos del camión y con cubeta y pala en mano empecé a recoger tierra y piedras, todavía guardo varios fragmentos de meteoritos en una de mis cajas de recuerdos junto con un fósil de caracol de la zona desértica que antes fue agua. René me aseguró haber escuchado voces, yo le creí sin dudar porque la Zona del Silencio tiene fama de estar paralelamente con otras dimensiones, siendo no extraño en una de esas poder toparte con personajes del futuro o del pasado, o ser, incluso, protagonista de un episodio del túnel del tiempo.

Comimos el refrigerio que nuestras madres nos habían preparado y mientras masticábamos no dejábamos de escuchar atentos al guía decir que siendo las 2 de la mañana del 11 de julio de 1970 el misil V123D Athena fue lanzado por el gobierno estadounidense desde Utah y apenas pasados 10 o 15 minutos las localidades de Móhovano, La Flor y Estación Carrillo con no más de 50 habitantes se despertaron al escuchar un fuerte ruido, siendo el ranchero Antonio Muñoz, quien se encontraba regando su parcela, el afortunado que pudo observar en dirección al este una llamarada rojiza que cayó a unos 30 kilómetros al sureste de donde estaba, inundando de cobalto y elementos radiactivos toda el área; inmediatamente el gobierno de los Estados Unidos actuó poniendo al tanto de lo sucedido al Presidente Richard Nixon que enseguida ordenó una llamada telefónica con el gobierno de México para disculparse por lo sucedido añadiendo que ignoraban cómo cayó en Nuevo México el misil siendo succionado por la zona como si se tratara de un potente imán, informando también que el misil transportaba dos pequeños contenedores de cobalto 57, un elemento radioactivo peligroso que hizo que desde Washington llegaran unos hombres de negro, como los de la película que durante semanas trabajaron con las brigadas mexicanas para encontrar las cajas lo más rápido posible, y es que en ese tiempo Chernobil ni siquiera sabíamos que existía, porque segura estoy que nuestra fantasía hubiera ido más por los zombies y mutaciones que por el rollo de los marcianos.

Fuente:

García, Santiago, (1973), Los OVNIS en México, Editorial Posada, México.

Barclay, Michael, (2015), UNREDACTED, “La USAF lanzó accidentalmente un cohete en el desierto mexicano de Mapimi hace 45 años”, en: ATHENA V-123-D | SIN REDACTAR (unredacted.com)

Nació en Torreón Coahuila, en 1968. Licenciada en Historia con un posgrado en Educación. Docente de asignaturas del área de Ciencias Sociales. Trabajó del 2016 al 2020 como Responsable Académica del Bachillerato Intercultural de Popolá en Valladolid, Yucatán y del 2016 al 2018 supervisando de manera académica a los 198 planteles del Telebachillerato Comunitario (TBC) en el mismo estado, actividades que la conectaron con las costumbres, tradiciones, formas de vida y el aprendizaje servicio propio de las comunidades rurales. Ha colaborado con la Dirección General de Bachillerato de la SEP en la creación del programa modular de primer semestre del TBC “Matemáticas, fuerzas y movimiento”, con la Universidad del Valle de México campus Mérida en la elaboración del programa de la asignatura Comparative History, así como en la revisión del programa de estudios del Bachillerato Intercultural de Yucatán bajo la supervisión de la Coordinación General de Educación Intercultural y Bilingüe CGEIB.