La Covid-19 no paralizó la lucha cubana contra la homofobia

Durante estos 17 meses la vacuna cubana contra la homofobia continuó administrándose a toda la población. No tiene la eficacia de 92.28% del candidato vacunal Abadala, porque la proporción de contagiados con el virus homofóbico ronda un 25% de los cubanos.

Durante estos 17 meses la vacuna cubana contra la homofobia continuó administrándose a toda la población. No tiene la eficacia de 92.28% del candidato vacunal Abadala, porque la proporción de contagiados con el virus homofóbico ronda un 25% de los cubanos.

¿Cómo legitimar esta afirmación?

Los esfuerzos por reconocer la igualdad de derechos de las personas LGTBQ y más demoraron en cobrar fuerzas en mi país, porque el patriarcado está enraizado en los modos de ser de los cubanos, de las cubanas y hasta en los decisores. Pero cuando lo incorporaron en las estrategias del desarrollo de la nación para convertirlo en un tema de la más alta política nacional, ni la Covid-19 lo detuvo.  

El machismo cubano tiene causas múltiples.  Comienza con el poblamiento de la Isla desde 1492, cuando se mezclaron  las ideologías patriarcales que trajeron las oleadas de colonizadores, esclavos e inmigrantes que integraron la nacionalidad cubana. La religión católica y las leyes de la colonia española legitimaron el dominio patriarcal.

Sólo a partir de 1959 comenzaron los programas para que las mujeres avanzaran a la vez que la sociedad se hacía más justa. Sucedió que  nosotras progresamos tanto que sobrepasamos a los hombres en cuestiones de igualdad y hasta de equidad. Estos adelantos abrieron los caminos para que la dirección del país convirtiera la lucha contra la homofobia en un tema político prioritario a inicios del siglo XXI.

¿Por qué insisto en este razonamiento?

La Revolución no esperó a crecer económicamente ni a desarrollar determinadas esferas sociales “priorizadas” para solucionar las discriminaciones que sufrían las mujeres. Los programas para erradicar estas discriminaciones comenzaron a la par que Cuba se transformaba en una sociedad más justa. Como otras acciones para cambiar al país, las disposiciones para el adelanto femenino fueron transformándose para amoldarse a las realidades cubanas, que también se revolucionaban exponencialmente.

Inserto una hipótesis que nunca he estudiado con profundidad.  Fue tan urgente transformar lo que fuera necesario en Cuba para elevar la calidad de vida de los más discriminados y desprotegidos, entre quienes estaban las mujeres, que no hubo tiempo para elaborar tesis que argumentaran qué innovaciones emprender y cómo hacerlas. La maestra de estos cambios fue la práctica, que provocó que se ejecutaran las acciones para observar su efectividad,  evaluarlas a veces y otras no e introducir los cambios que aseguraran las metas. Las valoraciones científicas venían después y, muchas veces, los decisores las engavetaban. Pero como nunca se abandonó la decisión de construir una sociedad sin discriminaciones, con justicia y soberanía, ante los reclamos de la población  para convertir esta utopía en realidad, que Cuba es hoy una sociedad llena de errores “perfectibles”, con logros enormes.

VI Jornada Cubana Contra L a Homofobia en Ciego Ávila , Pasacalle Avileño con la participación de activistas por la diversidad de las Redes Sociales: Trans, Jóvenes, Oremi y HSH, en el Museo de Historia, en La Ciudad de Ciego de Ávila, Cuba, el 17 de mayo de 2013, Foto: Jorge Luis Baños/IPS.

Una sociedad  instruida y educada posibilita comprender que no se puede negar los derechos a las personas no heterosexuales.

Marta Núñez Sarmiento

Las transformaciones para eliminar las exclusiones y las vulnerabilidades de las féminas se visibilizaron desde los primeros años de la Revolución. Así ocurrió en el terreno de la educación, comenzando por la Campaña de alfabetización de 1961. De los seis millones de cubanos de entonces, un millón de adultos eran analfabetos. El 60% de los alfabetizadores que los enseñaron a leer y escribir fueron mujeres, la mayoría de ellas muchachas, quienes salieron de sus hogares para compartir las condiciones de vida de sus “alumnos” en zonas rurales. Descubrieron qué significaba la pobreza, aprendieron a ser independientes a la fuerza y, quizás lo más importante que no percibieron en aquel momento, contribuyeron a que los recién alfabetizados experimentaran uno de los beneficios del desarrollo, la educación. Estas jóvenes continuaron sus estudios de bachillerato y después matricularon en las universidades. Comenzó, así, la feminización de la educación que explica por qué las cubanas tienen niveles educacionales más elevados que los hombres y que constituyan las dos terceras partes de los profesionales.

Una sociedad  instruida y educada posibilita comprender que no se puede negar los derechos a las personas no heterosexuales.

Agrego a este razonamiento, cuán importante para bregar contra la homofobia fueron los logros en la salud de las mujeres, especialmente en su salud reproductiva.

Las cubanas cuentan con los medios para controlar sus cuerpos y su sexualidad. A ello contribuye que desde 1962 el aborto es legal y gratuito porque es uno de los servicios de la salud pública. Sucede también con la planificación familiar, servicio que el Ministerio de Salud Pública suministra a mujeres y hombres desde 1964. Asimismo, existen programas para prevenir las infecciones de trasmisión sexual y el VIH-SIDA. Por tanto, existen las condiciones para que las parejas heterosexuales y las LGBTQ y más practiquen el sexo seguro.

A fines de la década de los setenta del siglo pasado se creó un programa de educación sexual para el sistema educativo cubano desde la primaria hasta el grado 12. Fue un experimento inteligente que se proponía enseñar los aspectos de la sexualidad humana ajustados a las distintas edades de

los estudiantes. Como no era una asignatura obligatoria, las maestras no la enseñaban debidamente, bien porque estimaban que no era necesaria, porque carecía de relevancia o, simplemente, la tildaban de inmoral. Solo a partir de 2011 se convirtió en una asignatura obligatoria que incorporó los contenidos de aquel primer programa y los muchos otros que la vida impuso. La diversidad sexual forma parte de esta asignatura. Pero, ¡ojo!, aún es temprano para afirmar que influyó en cambiar las mentalidades de los educandos acerca de los derechos de las personas LGTBQ y más. Los estudios de caso que conozco demuestran que los avances son discretos y lentos.

Me disculpo porque reduje la intrincada madeja de condiciones que convirtieron la lucha contra la homofobia en un tema de la política nacional, en una argumentación casi maniquea en la que sólo escogí los adelantos de las cubanas en cuestiones de educación y de la salud reproductiva. Lo hice porque estimo que sin estas dos circunstancias no se hubiera podido promover políticamente entre 2012 y el presente la  igualdad de las personas LGBTQ y más, incluso en medio de la Covid-19.

Toda la población debatió en 2012 el documento que emitió la Conferencia del Partido Comunista de Cuba que actualizó una vez más las estrategias para avanzar en una transición socialista que se pareciera a su gente. Precisamente porque se parecía a los cubanos y  a las cubanas, el tema que más se rechazó fue el que manifestaba la necesidad de respetar la diversidad de género y las orientaciones sexuales que cada ciudadano escogiera.

foto: sinpermiso.info

La nueva Constitución incluye al menos 7 artículos que aseguran la no discriminación de los ciudadanos. Entre ellos el 42 enuncia que…”todas las personas son iguales ante la ley, reciben la misma protección y trato de las autoridades y gozan de los mismos derechos, libertades y oportunidades, sin ninguna discriminación por razones de sexo, género, orientación sexual, identidad de género… o cualquier otra condición o circunstancia  personal que implique distinción lesiva a la dignidad humana”.

Marta Núñez Sarmiento

La dirección política del país insistió en su voluntad  de asegurar estos derechos cuando sometió a debate público a fines de 2018 el anteproyecto para una nueva Constitución de la República de Cuba. En él apareció el artículo 68 que proponía: “El matrimonio es la unión voluntariamente concertada entre dos personas con aptitud legal para ello, a fin de hacer vida en común. Descansa en la igualdad absoluta de derechos y deberes de los cónyuges, los que están obligados al mantenimiento del hogar y a la formación integral de los hijos mediante el esfuerzo común, de modo que este resulte compatible con el desarrollo de sus actividades sociales”. Esta formulación redefinía el matrimonio tal y como aparece en el Código de la Familia de 1975, el cual establece que esta es una unión legal entre un hombre y una mujer. El 25 % de quienes intervinieron en los debates de este proyecto de Ley Fundamental en 2018 rechazaron este artículo 68. Por tanto, la comisión nacional que reformuló el proyecto de la Constitución, que definitivamente aprobamos por amplia mayoría en marzo de 2019, lo eliminó. Sin embargo, la voluntad de continuar enfrentando la homofobia se multiplicó en otros artículos.

La nueva Constitución incluye al menos 7 artículos que aseguran la no discriminación de los ciudadanos. Entre ellos el 42 enuncia que…”todas las personas son iguales ante la ley, reciben la misma protección y trato de las autoridades y gozan de los mismos derechos, libertades y oportunidades, sin ninguna discriminación por razones de sexo, género, orientación sexual, identidad de género… o cualquier otra condición o circunstancia  personal que implique distinción lesiva a la dignidad humana”. El artículo 48 establece que “Todas las personas tienen derecho a que se le respete su intimidad personal y familiar, su propia imagen y voz, su honor e identidad personal”.

Otros dos artículos reconocen la diversidad de las familias cubanas, incluyendo indirectamente las que están encabezadas por personas del mismo sexo, pues establece que “toda persona tiene derecho a fundar una familia. El Estado reconoce y protege a las familias, cualquiera que sea su forma de organización […]”.

Por tanto, en la primavera del 2019 la Constitución creó las bases para que el principio de igualdad y no discriminación, que incorpora explícitamente las categorías de sexo, género, orientación sexual e identidad de género, impregne la construcción de leyes y regulaciones jurídicas que se reformulen. Cuando la Covid-19  apareció en mi país un año después, fue imposible detener este proceso.

En mayo de 2021se realizó un viejo anhelo: reformularán el Código de la familia vigente desde 1975 en un nuevo proyecto de  Código de las familias para someterlo a consulta pública. Así saldarán los vacíos y las discrepancias que tiene el primero con los modos de vida que cambiaron en los últimos 46 años.

Entre  otras cuestiones inaplazables, el nuevo Código retoma el derecho a la unión marital y/o consensual entre personas del mismo género. Ivón Calaña, jurista del Centro nacional de educación sexual (CENESEX), declaró que “La norma jurídica debe modificarse como reflejo de la sociedad y determinar derroteros legales que redunden en una mayor igualdad efectiva”. …”es una cuestión de derechos humanos”. Agregó que hoy “las parejas del mismo género, que llevan un tiempo estable de relación y tienen un proyecto de vida en común, se encuentran en estado de desprotección jurídica. Es un tema de justicia social y equidad”. [1]

La posibilidad de la adopción homoafectiva y de acceso a la reproducción asistida de parejas del mismo género es otro de los derechos que deben reconocerse en el nuevo Código. “No se trata de privilegiar a las personas LGBTI por encima de otras personas que también están en situación de vulnerabilidad, sino de arribar a políticas públicas inclusivas, para alcanzar una sociedad con mayores niveles de bienestar e igualdad”, subrayó Calaña.

Abundan los ejemplos que respaldan el título de mi artículo. Pero me concentré en mostrar cómo los adelantos de las cubanas allanaron el camino para  luchar por la igualdad y la equidad de las personas LGBTQ y más en un país tan machista como el mío. Y, para probar que esta brega llegó para quedarse, me referí a cómo en medio de la pandemia, se reformuló un nuevo Código de las familias.

Cuando un país ponga en práctica estrategias para transformar a toda la sociedad en una donde impere la justicia social y no se discrimine a nadie, e incluya entre ellas acciones para tratar con dignidad y respeto a las personas LGTBQ y más, entonces los sueños para alcanzar la igualdad y la equidad de todos los ciudadanos se convertirán en realidad.


[1] Redacción IPS Cuba, 13 de mayo, 2021. “Un foro debate sobre derechos sexuales en Cuba avivó la polémica sobre la legalización de familias no hetero normativas”.

Marta Núñez Sarmiento (Cuba, 1946) Es socióloga y profesora titular y consultante de la Universidad de La Habana, de donde se retiró recientemente. Investiga cómo influye el empleo femenino en las relaciones de género en Cuba, así como las relaciones Cuba-EEUU. Es Máster en Sociología (Facultad de Ciencias sociales –FLACSO-, Santiago de Chile, 1971) y Doctora en Ciencias Económicas (Academia de Ciencias de la URSS, Moscú, 1983). Fue profesora invitada en universidades de República Dominicana, Suiza, Suecia, Estados Unidos, Canadá, España y Argentina. Imparte la asignatura “Género, raza y desigualdades” a estudiantes norteamericanos matriculados en el Programa Cuba del Consorcio de estudios avanzados en el exterior (C.A.S.A.) en La Habana. Imparte conferencias sobre “Relaciones de género en Cuba” a estudiantes universitarios norteamericanos durante sus estancias en Cuba. Ha sido consultora de género para agencias de Naciones Unidas (1988-2015), para la Agencia Canadiense de Desarrollo Internacional (CIDA) (2007-2009), para la Asociación de Estados del Caribe (1999) y para ONGs. Es fundadora de la Cátedra de la Mujer de la Universidad de La Habana (1991) y del Casablanca Dream Group integrado por académicas feministas de países del Sur (2007). Fue experta del Consejo de Ayuda Económica (CAME) (Moscú 1978-1983) y consejera en la Embajada de Cuba en la Federación Rusa (1993-1997). Fue profesora invitada del David Rockefeller Center for Latin American Studies de Harvard (2010). Ha publicado en libros y revistas científicas de EEUU, Cuba, Canadá y otros países. Escribió la columna “Metodología de los por qué” en Unicornio de POR ESTO! (2018-junio 2020) Publicó el libro Yo sola me represento (2011). Ostenta la Orden por el Conjunto de su Obra Científica otorgada por el Rector de la Universidad de La Habana. Es miembro de la Unión de Escritores y Artistas de Cuba (UNEAC). Agosto de 2020