Multiverso profético
La noche anterior a la Última Cena, Judas fue asesinado por un centurión; sin embargo, Las Escrituras debían cumplirse.
Fue Pedro quien traicionó al Mesías.
Demoingracia
Desde el día que Sócrates bebió la cicuta, Platón jamás volvió a sonreír.
Macabro reflejo
Las paredes no olvidarán el rostro distorsionado en las pupilas extáticas de Dahmer.
Un trago de soda
No habrá lágrimas más brillantes que las de aquella mujer al mirar a su hijo Cerati abrir los párpados.
Placebo
Maldita obsesión mundial de querer corregir los espejos.
Diametralmente opuesto
Podrás tener la pistola y las balas.
Yo a la bestia.
Error de cálculo
La princesa volvió a su sueño al darse cuenta que fue el sapo quien la besó.
Obstinación
Un zar, en tiempos pretéritos, mandó prohibir todo tipo de objetos que reflejara la realidad. A veces sucede así, sobre todo, cuando no se acepta la fealdad propia.
Cuento apócrifo de un papiro sin dueño
El sultán observó el inmaculado diamante entre ese mar de objetos maravillosos recién despertados de un letargo de tres mil años en las profundidades de la Gran Fosa Oscura.
—Por fin te tengo —dijo al sostenerlo entre sus manos.
—No, yo te tengo a ti —contestó la joya y la cueva se cerró para siempre.
Por los viejos tiempos
—¡Hey, Murray, juguemos! —dijo una voz extraña que provenía de un lugar indefinido.
—¡Déjame en paz! —contestó, Murray.
—¡Hey, por los viejos tiempos, amigo!
—¡Qué me dejes en paz!
—¡Vamos, amigo, has perdido el entusiasmo! Es Nochebuena, evitemos nuevamente que nazca el Niño Jesús. Anda, cantemos, sé que te gusta.
—¡Qué calles! —contesta, Murray muy enfadado.
Es inevitable, la tonada le carcome las sienes:
“Navidad, navidad, hoy es navidad,
tiempo de matar, de destripar, en la gran ciudad”.
Ahora Murray da puñaladas a un extraño como alegres villancicos.
—¡Jo, jo, jo, jo, jo! ¡Ríe, gordinflón! ¡Ríe! ¡No sabes cuánto me gusta que te tiñas de rojo como un auténtico Santa Claus entre mis manos!
Cuando quieras encender un corazón
Lo primordial, como en todo canon mayestático, es comenzar invocando a la deidad preferida o con la que se tenga una condena pendiente. El siguiente paso es conseguir el combustible idóneo. El llanto de los coleópteros, el titubeo angustiante de los cocodrilos, las nocturnas melancolías y los espasmos atemporales de las salamandras, suelen tener resultados aceptables. Eso sí, jamás intente utilizar como iniciador ígneo: los fósiles vertebrados de los gnomos ni el sabor cáustico de las intelectualidades ni el rubor mellizo de un extraño fulgor.
Una vez entendido esto, y reunidas todas las fuerzas sobrenaturales que se escurren en los espacios sincopados de dos silencios continuos, se recomienda dar siempre la espalda a la luna una vez iniciado el ritual y con el corazón elegido sobre una placa de lapislázuli invocar con fluidez todas las líneas aprendidas en el Grimorio Sacro de los Milagros hasta lograr ese momento efervescente en donde se conecta el ciclo hiperbóreo de las sístoles con las diástoles.
Instrucciones para escribir instrucciones
Haga caso, sobre todo, a su intuición maestra. Déjese llevar por el instinto continuo que trae la inspiración metódica e irreverente donde se conjuga el ego y la enormidad. Dirija al grupo, sea esa sombra voraz que taladra la voluntad de querer condicionarlo todo. Usted es el jefe, el guía, el hacedor de imposibilidades: Usted es Dios, construya su propio universo con los débiles adeptos que sucumban ante su persuasiva mirada. No tenga miedo, jamás desista. En su voz imperativa se desdobla el caos y el orden. Solo necesita empezar ahora, el tablero es suyo… ¡Adelante!
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