No debió de ocurrir. Todos hablan del valor histórico del emblemático teatro José Peón Contreras, de su historia, de los que representa, pero me gustaría abundar en algo que no debió ocurrir, que es la continuidad de su mantenimiento como un edificio histórico y que más aun está en manos del gobierno tanto federal, estatal y municipal, donde se tiene a gente capacitada para gestionar recursos, ofrecer y promover la cultura.
¿Por qué no debió de ocurrir? El PAICE que es el Programa de Apoyo a la Infraestructura Cultural de los Estados, creado desde la desaparecida (CONACULTA) Consejo Nacional Para la Cultura y las Artes y en el que, en los sexenios anteriores, porque hay que decirlo, se invirtieron sumas récord en restaurar y salvar el patrimonio cultural de los mexicanos. No es extraño entonces que entre los años 2013 y 2015 la cantidad de 50.5 millones de pesos se hayan invertido en la restauración del teatro José Peón Contreras, cuando la federación y el estado colaboraban por el bien común. En la primera y segunda fase de este ambicioso proyecto se especificó que las obras se dividieron en dos grupos, los relativos al mejoramiento del confort de los espacios para los espectadores: sillas, duela, escenario, telón y la actualización tecnológica de los diversos sistemas escenotécnicos: iluminación, sonido y tramoya, entre otros.
En cuanto a la parte tecnológica, se instaló un nuevo sistema de alimentación eléctrica y de control de iluminación escénica. Al teatro se le proporcionó de una nueva consola y gabinetes electroacústicos, además se colocaron nuevos ductos cerrados para el nuevo cableado. También tiene un paquete de microfonía y sistema de intercomunicación y voceo.
Se hicieron trabajos de mejora en el área de la subestación eléctrica y sistema de aire acondicionado, así como la impermeabilización de techos y restauración de la fachada figuran entre las acciones que se realizaron dentro de la tercera etapa del proyecto de remodelación, rehabilitación y equipamiento. En la etapa recién terminada se aplicaron 20.5 millones de pesos y para la tercera, se autorizaron 30 en total 50.5 millones de pesos, todo esto en una colaboración de los ordenes de gobierno que tenían un fin común: cultura para la sociedad.
De hecho, en su reinauguración, en la cual se presentó la obra “Las bodas de Fígaro”, el extitular de la desaparecida CONACULTA, Rafael Tovar y de Teresa, en junio de 2015, mandó un discurso vía streeming, donde dijo:” Celebramos que con “Las bodas de Fígaro”, la Orquesta Sinfónica de Yucatán reanude su temporada. Es un esfuerzo muy grande en el que han participado organismos públicos y privados que van colocando a Yucatán en un lugar muy especial dentro de la difusión de la música en México. Con esfuerzos y colaboración como éste, estoy seguro de que podemos darle a México la calidad de vida cultural que merece”, concluyó el expresidente de CONACULTA.
Tomando en cuenta esto, lejos se ven esos tiempos en donde se le apostaba a la cultura y las artes como herramienta de sensibilización para el pueblo mexicano —ahora solo nos preocupamos por obras de cemento, dejando, como en los viejos tiempos de los emperadores, sobresaltar la figura del gobernante y no la del pueblo—, donde solo el único trabajo que tenían en la SEDECULTA era gestionar. Si en el gobierno federal acotó las finanzas a la cultura y el arte, entonces, se debían crear grupos de gestión de recurso de carácter nacional, internacional o local para poder darle al teatro el mantenimiento debido, ya que solo era mantener, no construir. ¿Era tan difícil realizar ese único trabajo? Tantas asociaciones civiles fundaciones, empresas, escuelas, instituciones públicas y privadas que han solicitado ese escenario de manera gratuita, no creo que se negaran a contribuir a dar vida a ese gigante que para los yucatecos ha sido parte de nuestra vida o acercamiento a la cultura y el arte.
Por eso mismo digo y sostengo: No debió de ocurrir.
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