Eres la libertad en lo que piensas y sientes. Nadie más puede darte la libertad que te pertenece.
Existen distintas formas de encierro: forzado, por elección o por seguridad y no tiene que ser corporalmente experimentado. Podemos estar físicamente caminando por las calles, presos o privados de la libertad física, libres. Existe una sola libertad.
Existen personas con el privilegio de tener un hogar, familia, trabajo o tal vez sobreviven sin compañía y pueden, si quieren, convivir con otros, ir a la playa o simplemente salir a correr con su perro al parque, sentarse en una banca a disfrutar de la naturaleza y no lo hacen; prefieren quedarse estancados en un pensamiento recurrente y destructivo, encerrados en casa rumiando sus miedos, angustias, deudas o desolaciones. Hay quienes viven en la calle y permanecen enclaustrados en rencores y vicios. Hay quienes están privados de su libertad en una cárcel y no necesariamente se sienten encerrados, han encontrado en reclusión el momento ideal para depurar en sus pensamientos: cargas, apegos y aprendizaje equivocado de existencia. No les pesa la vida. Todas las emociones negativas pesan: el odio pesa, los vicios desequilibran, el egoísmo aparta, la soledad aplasta; son cargas innecesarias que el ser humano acostumbra a llevar de un lado a otro impidiéndole disfrutar de la ansiada libertad.
Nelson Mandela pasó 27 años en la cárcel y en vez de amargarse, creó, se transformó a sí mismo y dejó una huella trascendente en la historia; Víctor Frankl un psicólogo estadounidense estando en los campos de concentración nazi escribió el libro “El hombre en busca del sentido” y así, muchos más, que han descubierto su libertad a partir del encierro.
Es decisión de cada ser humano vivir en libertad o encerrado. La libertad no es algo que se lucha o se conquista, es un derecho inherente de cada individuo. Somos llamados a ser libres en el momento que reconozcamos la libertad en nuestro interior y la pongamos en práctica, así de fácil. Lo difícil es atreverse a serlo. Nos es más cómodo permanecer esclavizados, porque nos hemos acostumbrados. Desde niños nos han enseñado que, aún de adultos, seremos dependientes de nuestros padres, del gobierno, del psicólogo, de lo que digan los demás, de una pastilla para los nervios o un vicio para olvidar el estrés que nosotros mismos causamos con nuestros pensamientos (el estrés no existe, existen los pensamientos estresantes), a estar en manos de un Dios que castiga o premia a capricho. Si ni siquiera nos tomamos la molestia de conocernos a nosotros mismos, ¿vamos a tomarnos el tiempo necesario para conocer a Dios, las leyes que nos gobiernan o las que rigen el universo?
Nos hemos convertido en cómodos, flojos para investigar, leer, pensar. Estamos en la era de las ovejas encadenadas detrás de una pantalla, de apenas platicar con los que nos rodean o atender asuntos personales que son cada vez menos cara a cara. Nos han prohibido abrazar, besar, pensar por nosotros mismos. Todo lo resuelve San Google, un mensaje de texto o una videollamada, detrás de la pantalla es más seguro, nadie nos infecta y estamos infectados de pensamientos retrógrados y llenos de miedo.
En esta época de Pandemia 2020 a causa del coronavirus, la mayoría de los seres humanos (me permito hacer hincapié en “seres humanos”, porque los animales y plantas han recuperado su libertad gracias a nuestro encierro) nos sentimos encerrados, confundidos con una realidad que no aceptamos. Me refiero a todos: ricos y pobres, países desarrollados y en vías de desarrollo. Anhelamos tener la libertad de salir sin necesidad de careta o cubrebocas y hacer lo que se nos venga en gana y no podemos, porque nos puede costar la vida. Irónicamente, sobrevivimos sumergidos en una realidad que nos somete y enfrenta a nosotros mismos para replantearnos una nueva forma de vida ¿Qué nos pasó? ¿Qué hicimos para llegar a esto?
¿Ante esta nueva realidad, qué vamos a hacer?
Antes del encierro, ¿existía la libertad o éramos presos de creencias nefastas, como por ejemplo: que el ser humano es omnipotente, que es dueño de las vidas —idea de supremacía humana que nos ha llevado a un malestar psicológico, existencial, incluso a un malestar llevado al límite que está pidiendo clemencia, está pidiendo libertad? Nos llevamos al límite, experimentando esa sensación de poseerlo todo. Nos llenamos de estrés, para trabajar, comprar, adquirir todo lo material innecesario para vivir. Personas se suicidan todos los días por no tener los recursos materiales que si no los tienes no eres feliz. Un bombardeo mediático de tener más cada día, tener, tener para sentirse completo.
Necesitamos repensar el momento actual para resolver lo que podemos hacer. Todo depende de definir el motivo por el cual estás en este momento respirando y como puedes hacer una diferencia positiva en el mundo. Estoy aquí para servir, el que no vive para servir no sirve para vivir. ¿Qué puedo aportar de bueno a este decadente mundo?
Podemos empezar por nuestros sentidos y nuestros pensamientos y voluntad para hacer realidad tus sueños. Dedica tu tiempo a escuchar el canto de los pájaros, a escucharte en el silencio. Cuidar tu alimentación, tu cuerpo. Tener un equilibrio entre mente, cuerpo y sentimientos. No hemos tenido tiempo para nosotros mismos. Aprovecha este tiempo para conocerte, descubrirte a través de tus sentidos y pensamientos. La mente crea al simplemente hecho de pensar. Vivimos en un universo inteligente, somos ese cúmulo de experiencias a través de los años. Piensa correctamente y pide con sabiduría justo lo que necesitas y pide para los demás: libertad, la libertad que anhelas.
Es un momento histórico que puso al mundo de cabeza, este momento mágico en donde podemos asumir nuestra grandeza y ayudar a construir un nuevo mundo.
Define tu propósito que dará un sentido a tu vida y enfócate en este espacio de tiempo para construir tu libertad en tu espacio y momento. El mundo no regresará a ser igual, ya no es lo mismo. Es un parteaguas en este momento. Hay tantas cosas que hemos hecho mal, y yo hoy quiero crear en mi espacio una nueva realidad para todos, quiero crear una vida que sirva a los demás. El gran secreto de la libertad es la gratitud, el amor. En la gratitud no hay espacio para el rencor o el egoísmo.
Dedica tiempo a leer lo que está sucediendo en el mundo y escribe, la escritura es la manera de conectarse con la consciencia universal y deja ir, deja que todo fluya. Sueña, construye y trasciende.
La libertad está en ti mismo. Estás en el lugar correcto, hoy y ahora. Agradezcamos el privilegio de estar vivos. Empecemos a construir nuestra libertad con nuestros pensamientos, siendo dueños de nosotros mismos, no de lo que digan o haga los demás. Busquemos el porqué, el sentido de nuestra vida, el verdadero sentido de la libertad.
Sin miedo a lo desconocido, la diferencia entre el valiente y el cobarde es que el valiente, aunque tiene miedo, reconoce su miedo y sigue adelante. El miedo es un instinto natural que está en nuestro ADN para mantenerse con vida. No todo lo que piensas o sientes es real, en buena parte es producto de la imaginación. No dejarse manipular. A veces, las cosas que más miedo nos dan son las grandes oportunidades de libertad. ¿Cómo vencer esos miedos? Enfrentándolos. Este mundo contemporáneo te necesita fuerte, valiente, audaz.
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