Dolores Jiménez y Muro: ¿Quién es esa mujer detrás de Zapata y Villa?: Es la antorcha que iluminó la Revolución.

Al igual que muchos, he observado varias veces la famosa foto de Francisco Villa sentado en la silla presidencial, con Emiliano Zapata a su lado. Al recordarla, en mi mente repasaba a los personajes e imaginaba que todos los retratados eran hombres y dos niños. Hoy me reclamo el no haberme fijado que, en tan importante evento inmortalizado por el lente de Agustín Víctor Casasola, hay una mujer.

Dolores Jiménez y Muro con Francisco Villa y Emiliano Zapata al triunfo de la Revolución Méxicana

Y no cualquier mujer, una de las pioneras en la lucha antirreeleccionista de Porfirio Díaz y precursora de los derechos de las mujeres, de los campesinos y de los obreros. Maestra, escritora y colaboradora de varias revistas, fue también fundadora de varias asociaciones y clubes de mujeres, redactó el Plan Político y Social de Tacubaya en octubre de 1911, donde se desconocía a Díaz como presidente del país, así como el prólogo del Plan de Ayutla de Emiliano Zapata.

Los discursos en donde se conmemora la participación de mujeres durante la Revolución Mexicana, la mayoría de las veces, retratan las historias de mujeres anónimas que acompañaron a sus parejas cargando hijos, trastes, ropa, fusiles y balas. Las fotografías las inmortalizaron cocinando, lavando, curando y hasta enterrando a sus hombres, así como viajando con pesada carga en los vagones para ganado o arriba de los trenes ya que los espacios con asientos les fueron negados.

Mujeres de la Revolución Mexicana

Aún más reciente resulta el reconocimiento a las soldaderas, aquellas que no sólo acompañaban y servían a los hombres, sino que empuñaron un arma y participaron en las batallas. Canciones y corridos las glorificaron y no fueron producto de la imaginación de un compositor; sí existió la Adelita por la que se morirían de amor varios, si ella “se fuera con otro”, así como la Valentina que inspiró una “pasión me domina”.

Caso aparte, nos merecen atención, aquellas que se vistieron de hombres para ser reconocidas y respetadas como jefas y coronelas de los ejércitos, liberándose de las ataduras impuestas por la sociedad y logrando unas pocas de ellas, que el ejército mexicano las reconociera como militantes y merecedoras de una pensión como revolucionarias. Los hechos más emblemáticos son los protagonizados por las coronelas Rosa Bobadilla viuda de Casas y Amelia Robles quien obtuvo tres estrellas del ejército.

Pero hubo otras revolucionarias que se expusieron a persecuciones y cárceles por luchar desde las trincheras de la pluma y la tinta y que la historia les ha negado el reconocimiento que merecen. Las ideólogas de la revolución que vislumbraron que no era el único objetivo de levantarse en armas el impedir la reelección de Díaz, porque había otros importantes motivos, entre ellos la reivindicación de las mujeres. Figura pionera es la de Dolores Jiménez y Muro, quien encabezó las protestas del Club Femenil Antirreeleccionista Las Hijas de Cuauhtémoc bajo la consigna: “Es tiempo de que las mujeres mexicanas reconozcan que sus derechos y obligaciones van más allá del hogar”.

Dolores nació en el año de 1850 en el seno de una familia liberal en la ciudad de Aguascalientes, aunque muy joven su familia se trasladó a San Luis Potosí donde se formó académicamente. Estudió para ser profesora y se aficionó a la lectura y la cultura general, por lo que participaba activamente en las tertulias literarias que organizaba su familia, incursionando en la poesía y la escritura.

Dolores Jiménez y Muro y otras mujeres

En 1874 ya era reconocida por su talento y divulgados sus escritos, en ellos, principalmente rechazaba el intervencionismo (México había perdido más del 55 % de su territorio) y clamaba por una patria soberana, libre y justa. El gobierno potosino la invitó a participar en las ceremonias de aniversario de la Independencia de ese año, declamando algunos poemas que fueron muy alabados y publicados en el Diario Oficial, así como en otros medios impresos.

Durante los años entre 1873 y 1889 participó activamente en el periodismo, en cuatro publicaciones: Las hijas del Anáhuac, El álbum de la mujer, El correo de las señoras y Violetas del Anáhuac, donde básicamente se difundían aspectos de la vida social y cultural, alternándolos con periodismo crítico y la constante denuncia contra la dictadura porfirista y las injusticias hacia los obreros que los llevaba a la miseria y a su explotación. Diez años antes de que estallara la revolución, en el año de 1900, Dolores ya participaba activamente en los círculos clandestinos de oposición y lucha por la igualdad de la mujer y por mejores condiciones de trabajo para los obreros.

En 1901 Jiménez y Muro es invitada por Juana Belén y Elisa Acuña, a participar en el recién fundado periódico de oposición llamado Vésper, por lo que se traslada a la ciudad de México donde también colabora con Filomeno Mata en el Diario del Hogar.  Fue testigo de la reacción de Díaz ante la cada vez mayor critica a su gobierno, confiscando imprentas y clausurando periódicos y por la cual terminaron las tres mujeres siendo arrestadas en calidad de prisioneras políticas. Al salir de prisión se inscribió en el Partido Liberal Mexicano compartiendo la militancia con Ricardo Flores Magón. Precursora del feminismo formó grupos de mujeres maestras, campesinas, obreras e intelectuales, defendiendo sus derechos sociales, políticos y sobre todo de igualdad en cuanto a salarios y educación.

Debido a su activismo durante los meses anteriores al estallido de la revolución, y a su participación en el mencionado Plan político y social de Tacubaya, el cual exigía la devolución de tierras a los campesinos, aumento salarial a los obreros y el restablecimiento de la libertad de imprenta, entre otros puntos, es nuevamente arrestada. Durante su tiempo en prisión escribió: “Desde entonces comprendí que la revolución actual no estaba lejos, porque ideas germinaban por todas partes”.

Emiliano Zapata la invita a colaborar en sus filas y la nombra coronel del Ejército Libertador del Sur. Elaboró el prólogo del Plan de Ayala, que desconoció a Madero por traición a la causa campesina, y algunos historiadores piensan que el estilo y argumentación del mismo delatan su colaboración en el texto final. Su labor como docente y oradora dentro del movimiento zapatista, le valió que la comenzaran a llamar “la Antorcha de la Revolución”.

Laura Elena Rosado

Al ser liberada inicia su etapa como mujer revolucionaria aún cuando ya contaba con 60 años, editando periódicos como: La mujer mexicana, La voz de Juárez, o el Diario Regeneración y formando grupos como el mencionado club femenil Hijas de Cuauhtémoc que ella presidía. Una de las causas del club era la igualdad en el salario entre hombres y mujeres, además de poner en duda el porcentaje del 8.8% de las mujeres mexicanas dentro de la fuerza laborar del país, de acuerdo con el censo de 1910, ya que no se reconocía a las vendedoras de calle, artistas, rancheras y otras.

Emiliano Zapata la invita a colaborar en sus filas y la nombra coronel del Ejército Libertador del Sur. Elaboró el prólogo del Plan de Ayala, que desconoció a Madero por traición a la causa campesina, y algunos historiadores piensan que el estilo y argumentación del mismo delatan su colaboración en el texto final. Su labor como docente y oradora dentro del movimiento zapatista, le valió que la comenzaran a llamar “la Antorcha de la Revolución”.

Al ser fusilados Madero y Pino Suárez en febrero de 1913, Dolores Jiménez y Muro participa activamente en la promoción del derrocamiento a Victoriano Huerta. Lo que le valió nuevamente el que fuera perseguida y detenida junto con Susana Barrios, fueron enviadas a prisión a Veracruz, desde donde se pretendía enviarlas a Quintana Roo o a las Islas Marías, logrando su abogado que continuaran su proceso en la ciudad de México. Fue recluida por once meses en la prisión de Belén, donde sufrió castigos, aislamientos e interrogatorios, por órdenes del usurpador Huerta. Lola tenía 64 años, pero no se asumía como una mujer vieja o acabada, en una carta se queja sobre la ilegalidad y las condiciones de su encarcelamiento en donde da muestras de su pensamiento avanzado en cuanto a la democracia del país.

Cinco meses después de la renuncia Victoriano Huerta a la presidencia, entran triunfantes las tropas villistas y zapatistas a la ciudad de México, un 6 de diciembre de 1914, hecho que muchos consideran el evento donde se declaraba el triunfo de la Revolución Mexicana. Dolores acompaña a las tropas zapatistas y es parte del grupo fotografiado por Casasola en Palacio Nacional, aunque nadie registra su nombre. Sin embargo, la “antorcha” siguió iluminando ya que en 1917 se incorporó a las campañas de alfabetización y a las misiones culturales implementadas en todo el país, continuó colaborando en diversos periódicos y publicó un libro con sus poemas llamado: Rayo de Luz.

Se apagó su luz el 15 de octubre de 1925 a los 77 años. Nos corresponde a nosotros volverla a encender para que ilumine el saber de las nuevas generaciones y sobre todo se le dé el lugar que merece como luchadora de la Revolución e impulsora de los derechos sociales en nuestro país.

Laura Elena Rosado Rosado
Originaria de Mérida, Yucatán es egresada de la Licenciatura en contaduría pública por la UADY y Máster en Grandes Religiones por la Universidad Anáhuac. Entre los cursos y diplomados que ha cursado se encuentran el Diplomado en cultura religiosa, historia, arte y religión en el área maya impartido por el CIESAS y la UNAM y el Diplomado en historia del arte universal por la Universidad Modelo. Es además, estudiosa sobre la historia de Yucatán con diversos cursos en el Centro Cultural Prohispen y el Colegio Peninsular Rogers Hall. Entre sus publicaciones se encuentra los libros “Llévanos en tu zabucán” y “En cuatro tonos de Rosado”. Ha participado también en publicaciones como el libro “Mujeres en tierras mayas” coordinado por Georgina Rosado y Celia Rosado Avilés y es frecuente colaboradora en diversos medios de comunicación impresos.