Confía en los aliens

Ante las dudas de muchos de los internautas que en las redes viven con desesperación los irresponsables anuncios de la autoridad respecto al ciclón que amenaza con inundar nuestra ciudad, tengo que repetirles: ¡confíen en los aliens!; ¡sean creyentes, tengan valor y confianza!

Pronto entregaré los audios que tengo en mi poder, estos documentos sonoros se atribuyen a los aliens, y han sido analizados por expertos sonidistas, por ingenieros en grabaciones digitales. En estos años queda de manifiesto que estos seres protegen la ciudad de Matamoros contra fenómenos meteorológicos de gran envergadura; y esto es debido a que su base de operaciones, en esta región del planeta, se encuentra en las profundidades marinas frente a Playa Bagdad.

Desde el año 2019, al inicio de la pandemia, mi equipo de trabajo y yo tuvimos la fortuna de obtener financiamiento para hacer una exploración en esas áreas del océano; dicha expedición arrojó grandes evidencias de la presencia de estos visitantes y su presencia permanente en la zona; siempre cerca e interactuando en ocasiones con habitantes que refieren avistamientos.

Nuestro proyecto, tal como ocurriera con la expedición Kon Tiki de Thor Heyerdahl, fue vapuleada en múltiples ocasiones por la comunidad científica; pero ante las pruebas que fuimos presentando, un grupo de millonarios, cuyas identidades no pueden ser reveladas, determinaron que el trabajo que realizaríamos tenía mucha más importancia que aquella balsa de troncos que viajara por mar desde la Polinesia hasta Sudamérica.

Pocos meses después de haber comenzado con las inmersiones ocurrió el primer contacto. Antecedido por un cardumen inmenso de sargos que como una nube oscura envolviera nuestro vehículo submarino, impidiéndonos la visión, apareció ante nosotros aquella entrada que como una cueva de luz roja fue absorbiéndonos hacia su interior. Estuvimos detenidos e incomunicados con la superficie por quién sabe cuántos minutos, nuestro vehículo presentó fallas en el suministro de oxígeno y caímos desmayados…

En esas primeras entrevistas se nos dio evidencia del por qué los visitantes protegen la zona de Matamoros, donde —y habría que celebrarlo— tenemos la fortuna de vivir. Se debe a los minerales que se encuentran en el interior de esas cavidades donde luego de algún tiempo despertamos.

Los elementos minerales que conforman aquella base submarina, que podría aparentar una mina de extracción, pero es mucho más que solo eso, es razón de sobra para ellos ya que utilizan aquel material para la creación de su tecnología. Se trata de un laboratorio o es algo quizá de mayor importancia.

Caminamos por aquellos pasadizos de luz roja; a nuestro lado izquierdo se observaban paredes oscuras, estaban formadas por el agua del océano a donde ya no llega la luz del sol; avanzamos hasta una aparente sala de controles; y fue en ese sitio donde comenzamos a escuchar aquellas voces.

No significa que pudiéramos tener contacto visual con aquellos seres, sino solamente con los sonidos que emitían hacia nosotros, que eran algo que aún cuesta mucho entender y más definir. Eran como ladridos emitidos por la fauna marina, quizá focas, o quizá delfines, pero en una frecuencia altísima que lastimaba. Luego de un atronador momento inicial que nos hiciera taparnos los oídos, porque sentíamos que nos taladraban el cráneo, la modulación de aquellos ladridos-chillidos cambió y tuvimos capacidad de entendimiento.

Lo que en aquel instante escuchamos, son los mismos audios que ahora tenemos la capacidad y necesidad de compartirles; los grabamos con los dispositivos que teníamos integrados a nuestro traje de buceo. En este material los visitantes dejan claro el porqué de su protección a nuestra ciudad. En realidad, lo que protegen es su base-laboratorio, pues un fenómeno meteorológico de gran envergadura podría causar tal movimiento submarino que sus instalaciones se verían comprometidas, y ellos perderían el recurso que tanto necesitan.

Con el paso de los años han logrado contar con el apoyo de algunos pobladores de la vecina playa Bagdad; esas comunidades de pescadores de la zona, con quienes conviven desde hace varias décadas, y que mantienen un hermetismo total sobre su presencia, que se ve recompensada al protegerlos de un daño por el impacto de cualquier fenómeno climático.

No, no son invasores. No, estos seres no pretenden conquistar nuestro mundo. Tampoco son saqueadores de aquel material, porque no es algo que nosotros tengamos idea de cómo utilizar, ya que material extraterrestre que ellos siguieron a través del espacio hasta este lugar. Claro que ha habido contacto con humanos de alrededor, pero nada de aquellas abducciones que muchos —por temor o mala fe— les atribuyen. Tampoco pueden intervenir sobre nuestras culturas, o gobiernos, creencias o las diferentes actividades que los humanos realizamos; ellos siempre han señalado que solo pueden ser observadores, documentalistas, de nuestro comportamiento.

Dejaré estos audios acá, en el enlace, para que puedan ser escuchados por todos. De una vez les tengo que advertir de los riesgos de escuchar el material que les presento, sentirán un terrible dolor en los oídos, y es posible que se desmayen o que sientan deseos de vomitar, incluso que vomiten abundantemente; y estas sensaciones se pueden seguir presentando en cualquier momento una vez que has estado expuesto a los audios; pero si se atreven y controlan esas sensaciones, —de mi equipo de trabajo solamente dos pudimos lograrlo—, entonces lograrán entender el mensaje que quieren transmitirnos.

Mérida, Yucatán, (1975). Doctor en Ciencias Marinas. Becario del FONCA, Jóvenes Creadores, en Novela (2005-2006) y del FORCAN, en novela (2020). Radicado en Matamoros, Tamaulipas desde 2018. Columnista en periódicos impresos y portales como Nota Tamaulipas. Segundo Lugar en el Premio Nacional de Cuento Gabriel Borunda (2021). Premio Estatal de Literatura Infantil Elvia Rodríguez Cirerol (2011), Nacional de Literatura y Artes Plásticas El Búho 2008 en poesía, Nacional de Poesía Tintanueva (2008), Nacional de Poesía Rosario Castellanos, (2007). Ha publicado en poesía El ropero del suicida (2002), Delirios de hombre ave (2004), Xenankó (2005), La sonrisa del insecto (2008), Tremévolo (2009), La confusión creciente de la alcantarilla (2011), En espera de la noche (2015), Trapacería y fiesta (2015), Ciudad abierta (2019); los libros de cuentos Fuga de memorias (2006), Compañeros todos (2015), Mover la sangre (2019) y Tutlefem/Lerotic (2020); y las novelas Arena (2009), Seremos tumba (2011), El corredor de las ninfas (2017). En literatura infantil ha publicado Las sombras de Fabián (2014).