Las deudas con la cultura
Las sociedades en el mundo tienen deudas pendientes con la cultura, y esto no es un mero discurso complaciente, es una realidad comprobable.
Una primera deuda es que después de la crisis financiera de 2008, la cual se considera como la primera crisis del capitalismo global, fue el sector servicios, inmerso en él la actividad cultural, el motor para la recuperación de la dinámica de crecimiento económico.
Hoy las condiciones son distintas, la crisis tuvo sus orígenes en una emergencia de salud pública, y derivó en una parálisis productiva, en donde las actividades presenciales debieron detenerse, afectando sobremanera a las diversas expresiones culturales que requieren de foros y de públicos.
Una segunda deuda, es la que se evidencia, debido a que en el tiempo transcurrido del confinamiento, han sido las producciones culturales en línea, las que han contribuido a construir ambientes de bienestar a los hogares, es decir, ha sido una enorme aportación a la creación de buenos hábitos a partir del consumo cultura, redefiniendo una vertiente del espacio público cultural con la circulación en línea de contenidos creativos.
Sin embargo, el problema generalizado de salud pública que nos golpea, y que basa su estrategia de contención en evitar la cercanía de las personas, obligó al cierre de los espacios públicos destinados a las presentaciones de la oferta cultural, por lo que, los artistas fueron los primeros en suspender sus actividades y serán los últimos en reanudarlas.
Esto nos lleva a poner nuestro interés en pensar las formas más viables y eficaces para reactivar los servicios públicos culturales e impulsar las ofertas privadas en el mercado cultural, para establecer una estrategia que despliegue, de manera extensiva e intensiva, las prácticas culturales y que tengan como beneficiaria a toda la ciudadanía.
Las bases de una estrategia
Es impostergable empezar a construir un planteamiento emergente e innovador que destaque la relevancia del sector cultura y la necesidad de la reactivación de las prácticas culturales.
A mi juicio, ocho son las bases para elaborar una política cultural emergente para reactivar las actividades culturales, una vez que las condiciones sanitarias permitan la realización de eventos presenciales, que no por ser emergente dejen de atender y revisar, asuntos estructurales.
La primera estaría inspirada en la idea de que la cultura necesariamente tiene que jugar un papel central, y no supletorio, en la conformación del Estado de Bienestar.
La segunda se refiere a la importancia de que, desde el Estado, se promueva la conformación de un mercado cultural sólido, con presencia sectorial y territorial, facilitando la cercanía con el consumidor final.
La tercera tiene que ver con la importancia de alentar el talento local, a partir de promover a los creadores, a los productores y distribuidores de contenidos culturales.
Una cuarta sería lograr un modelo cultural sostenible, en donde las subvenciones del Estado no condicionen la orientación de los contenidos y mucho menos la calidad, propiciando su rentabilidad económica y artística.
La quinta es desarrollar una capacidad competitiva de nuestras producciones culturales, a niveles de una dimensión más allá de nuestras fronteras.
Necesariamente la sexta se relaciona con la utilización de las nuevas tecnologías, para la promoción de contenidos artísticos, en todo lo que beneficie a los creadores, intérpretes y demás.
La séptima habla de entender que las prácticas culturales futuras deberán funcionar con un modelo transversal, en donde la actividad cultural esté presente en diversos sectores.
Finalmente la octava, es concebir a la cultura como un factor del desarrollo económico.
Cultura y Desarrollo Económico
El pensamiento innovador para desarrollar una política cultural con estas características, parte de concebir a la cultura como un bien público y generadora de valor social. La cultura entonces, no sólo se relaciona con el desarrollo económico, sino que puede contribuir a él.
Al ser un bien público su gestión está indisolublemente ligada al concepto de Estado de Bienestar, por tanto no puede dejarse solo al mercado en esta importante tarea.
La relación Cultura y Economía, es más que evidente cuando el hecho cultural se cristaliza en el proceso: generación, distribución y consumo de bienes y servicios culturales.
Una aproximación a lo que la creación cultural ha aportado al Producto Interno Bruto, nos lleva a situarla entre el 6 y el 7 %, para el caso de México. Esto es lo que se ha dado por llamar Economía Creativa o Economía de la Cultura.
En el inmediato plazo urge recuperar la inversión cultural, la generación de empleos culturales, y el fortalecimiento del ingreso, derivado de esa actividad.
Las prácticas culturales tienen un efecto multiplicador en los beneficios para los que participan en ellas, e impacta en otros sectores relacionados, por tanto alienta el aumento y la redistribución de la riqueza, por tanto favorece a los individuos y a los colectivos.
Hacia una nueva política cultural
Si bien aún las medidas de salud pública en el país no permiten eventos de aglomeración, debe desde ahora iniciar el diseño de esa estrategia de recuperación para activar la ocupación laboral del sector cultural, de manera intensiva.
La respuesta del Estado para fortalecer el sector cultural después de la pandemia, tiene que ser producto de un pensamiento estratégico. Debe ser innovadora, más ágil, más eficiente, más dinámica, más democrática y menos burocrática, y que propicie la cohesión de la sociedad.
En el centro del interés nacional en materia de cultura, debe estar la garantía del derecho humano de acceso a la cultura, el cual es un mandato constitucional en nuestro país.
Se requerirá del diseño de una política pública cultural articulada a recursos presupuestales y a inversión privada para el financiamiento y patrocinio de programas estratégicos y de amplia cobertura, que motiven proyectos generados por los propios artistas. De esta manera estaremos construyendo un capital social dirigido a la cultura para generar valor social, con beneficios reales para los creadores y los consumidores de bienes y servicios culturales.
La nueva política pública para el desarrollo cultural debe incorporar obligadamente un capítulo especial para los niños y jóvenes en las escuelas, para alentar las nuevas formas de expresión y para la creación de nuevos vínculos sociales inter generacionales.
Es grande la tarea a realizar para de recuperar la fortaleza de las prácticas culturales después de la pandemia. Una de las estrategias pasa necesariamente por valorar la importancia del valor social de la cultura, su contribución al desarrollo y de colocar a la cultura como uno de los ejes motrices, para reconstruir el Estado de Bienestar mexicano.
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