¿De hambre o a balazos?

De gran sorpresa —o tal vez no— fue la revelación de los audios dados a conocer hace unas semanas por la gobernadora del Estado de Campeche durante su programa semanal denominado “Martes del jaguar, en donde, supuestamente, el actual presidente del PRI, Alejando Moreno, hacía alusión al dueño de un consorcio de medios de comunicación en el estado, y donde la “fórmula” del ex gobernador para mantener a los periodistas controlados no es “matarlos con balas, sino matarlos de hambre (sic)”, y esta frase hace referencia a la gran cantidad de dinero que, según comentan quienes han sido testigos, es entregada a dueños de empresas y periodistas de distintos medios de comunicación, incluyendo a algunos que comieron de esa mano, a la que hoy le dan la espalda y señalan con índice flamígero con tal de quedar bien con el poder en turno.

Pero, más allá de la situación que habrá de dirimirse políticamente, aunque se trate de un asunto penal, a quien esto escribe le surge una interrogante y una reflexión.

La interrogante

¿Es lícito exponer audios obtenidos de manera indebida cuando se trata de un opositor al poder actual, pero es causa de desgarrarse las vestiduras cuando se hizo algo similar con el fiscal general de la República? Recordemos que, hasta en el programa matutino del presidente, se hizo alusión a que debería investigarse y castigarse a quien hubiere grabado, obtenido y difundido los audios de las conversaciones telefónicas del fiscal general de la República dando instrucciones con relación al caso de la familia de su extinto hermano Federico, familia a quien acusaba de un delito que no existe en ningún código penal. Luego entonces, ¿cuál debió ser la reacción en torno al caso del ex gobernador de Campeche? ¿Se investigará para saber quién grabó, editó y difundió esa conversación, o debe aceptarse de manera “ciega” por provenir la exposición de un gobierno emanado de la 4T (aunque formado en el tricolor)? ¿Volverán a ampararse con el epíteto “una cosa es la ley y otra la justicia” o “a mí no me vengan con que la ley es la ley”?

La reflexión

Esta me atañe por hacer alusión a la profesión que actualmente desempeño, nos presenta un panorama que quien esto escribe se había percatado desde su días de estudiante: es a través del gobierno que se mantiene a un gran número de medios y de periodistas a nivel local o nacional o, si lo queremos ver, desde otra óptica: son los periodistas (algunos) quienes buscan vivir bajo el amparo del presupuesto en turno.

Lo anterior no lo escribo con la pretensión de enarbolar una bandera de falsa moral ni con la intención de ser peyorativo, desde ya ofrezco una disculpa a quienes puedan sentirse aludidos u ofendidos. El punto al que intento llegar es el de traer una realidad que ha sido durante muchos años la piedra en el zapato de las carreras de periodismo y ciencias de la comunicación: no se forma a los estudiantes y futuros periodistas/comunicólogos para ser empresarios o dueños de negocio, como ocurre en otras profesiones. Es decir, se les forma para que, al egresar, concreten la “ilusión” de trabajar para algún medio “oficial” o de los muchos periódicos impresos, televisoras y radiodifusoras existentes en el país, para trabajar para alguien más, y ese alguien más es quien tiene convenios millonarios con los gobiernos de cualquiera de sus niveles que le permite —al dueño o a los ejecutivos— vivir holgadamente mientras el empleado —el periodista, reportero o camarógrafo—, por serlo, recibe un sueldo demasiado bajo para la labor que realizan y, en caso de presentar una nota o hablar “de más” en contra de un personaje o régimen, con una llamada de quien paga al medio a los dueños, dan con ese periodista en la calle, aun cuando lo expuesto haya sido verdad.

Los problemas en México realmente son de origen, porque en el caso de los estudiantes de las ramas de la comunicación, además de que no se les motiva para desarrollar el emprendedurismo, tampoco se ha llegado a fortalecer el ejercicio de la libertad de prensa con un adecuado sistema legal, donde prevalezca la protección al periodista y a las fuentes que permitan dar una noticia con veracidad y sin miedo a la persecución o al aesinato.

Las comparaciones son muy malas, siempre lo he pensado, pero en este caso se hace necesario comparar la prensa mexicana con la de nuestro vecino del norte, en donde los grandes medios de comunicación son muy respetados y disponen de un bufete de abogados para analizar los alcances de lo que darán a conocer y que atentar contra un periodista trae consecuencias graves a nivel legal y de opinión pública, sin olvidar que, aunque son un negocio, se preocupan por cuidar o intentar cuidar a reporteros y comunicadores.

Algunos periodistas en Norteamérica y Europa han tenido relevancia y reconocimiento, gracias a un trabajo de investigación en el que han expuesto a funcionarios, organizaciones o a un estado por hacer cosas ilegales y la vida del periodista no se ha sentido amenazada, ¿Por qué? Porque está haciendo su trabajo y son respetados por ello.

Por tal motivo, no es de extrañar lo que se escucha en los audios del presidente de un partido, que actualmente están —irónicamente— en los medios de comunicación, haciendo alusión que al periodista “se le mata de hambre”, porque, al menos, en esta entidad federativa, la oferta en cuanto a medios, tanto convencionales como digitales y en redes sociales y el número de profesionistas que quieren laborar en ellos, es bastante amplia en proporción a la cantidad de habitantes en el estado, lo que se traduce en sueldos bajos y la poca valoración para quienes nos dedicamos al trabajo en medios y la frase “pues sino quieres ese sueldo, hay tres más que lo podrían hacer y por menos” por parte de algunos propietarios de medios de comunicación, genera el abaratamiento del trabajo para los periodistas, la falta de oportunidades y de reconocimiento al trabajo desempeñado, lo que sumado a que es una labor de alto riesgo en México, nos pone ante la espada de Damocles al momento de ejercer la profesión.

Todo lo anterior presenta un panorama para que funcionarios y dueños de ciertas empresas consideren que a los periodistas —literalmente— se les pueda matar de hambre, cuando, en este sexenio, les han tocado abrazos a los delincuentes “porque son humanos” y los balazos a los periodistas ¿Será que no somos humanos acaso?

Germán Quijano Mena
Nacido en la ciudad de Campeche, México; con estudios de licenciatura y Maestría en Ciencias de la Comunicación por el Instituto Campechano; Maestría en Gestión Educativa por la Universidad Pedagógica Nacional. Productor y conductor de radio y televisión actualmente se desempeña como docente de nivel superior en el Instituto Tecnológico de Estudio Superiores “René Descartes” y como locutor en la radio de la Universidad Autónoma de Campeche; ha impartido conferencias y charlas a diversos organismos y empresas a nivel nacional.