El shock de la guerra

La periodista norteamericana Naomi Klein nos legaba en su libro editado en 2007, “la doctrina del shock”, cómo la generación de una crisis o de un desastre que afectara a un número no determinado de una sociedad ponía en alerta a diferentes corporaciones para aprovecharse como buitres y comenzar a sacar provecho del área devastada, comprando a precios irrisorios terrenos y lugares afectados por la tragedia para, posteriormente, edificar y sacar el máximo provecho económico, como lo ocurrido durante el huracán Katrina, así como con el terremoto y tsunami de Tailandia.

¿Dónde está el shock?

En que los cabilderos y negociadores de estas empresas se daban prisa en negociar con los dueños de los terrenos haciéndoles creer que eran la salvación en medio del dolor y de que no les importaba comprar un terreno en una zona en caos (en ese momento) con tal de que el propietario y su familia tuvieran “algo de dinero” para pasar el trance del momento. Aunque la realidad era que pagaban menos de la cuarta parte del valor real y que, en otro momento, jamás habrían aceptado vender; es decir, aprovechaban el momento de dolor e incertidumbre para lucrar.

Hasta aquí, dependiendo de la perspectiva, podría ser considerado como una oportunidad o como una acción totalmente reprobable desde el punto de vista moral; pero era algo que se daba de manera fortuita y que, al menos hasta el día de hoy, escapa al control humano como los fenómenos hidrometeorológicos, los terremotos, tsunamis, etc.

De todo lo anterior, surge una pregunta que ante la situación del momento en Ucrania, cobra importancia: ¿Y, cómo le hacen esas corporaciones cuando no hay algún desastre en puerta? La respuesta es shockeante y simple: lo fabrican.

Está demostrado que diversos gobiernos han empleado las operaciones de “falsa bandera” en diferentes momentos de la historia para hacer creer a la sociedad que un ataque o suceso totalmente falso ha sido real y han sido usadas como pretexto para invadir algún país o provocar una guerra. Algunos de estos casos son el incendio del Reichstag en 1933 en Alemania, lo que permitió a Adolf Hitler acceder a la cancillería de ese país o el supuesto ataque al buque norteamericano “Maddox” en 1964 en el golfo de Tonkín por lanchas torpederas del Vietcong, con lo que dio inicio la intervención de los Estados Unidos en Vietnam; y en épocas recientes, podemos mencionar —aunque sin tener, hasta el día de hoy, la aceptación de muchas personas— el ataque a las torres gemelas el 11 de septiembre de 2001 que dio inicio a la invasión a Afganistán.

Traigo todo lo anterior a colación, porque en el momento que esto se escribe se está librando una guerra entre hermanos, entre sociedades del mismo continente y prácticamente de la misma franja geográfica, entre Rusia y Ucrania, donde a pesar de los intentos por evitar la confrontación bélica, la respuesta armada ha sido la única constante entre ambas naciones y porque en una sociedad hiperconectada como la actual, es factible conocer posturas de ambas partes del conflicto.

A nosotros nos llega la información de los medios masivos convencionales, en donde se genera el clima de animadversión a Rusia y su gobierno, por haber ordenado acciones militares contra Ucrania. El motivo, o uno de los motivos, es la intención del gobierno ucraniano de formar parte de la Unión Europea y además sumarse a los países miembros de la Organización del Tratado del Atlántico Norte (OTAN), lo que abriría la puerta a las potencias occidentales para colocar bases militares, armas nucleares y disponer de los recursos del nuevo aliado. Esto pondría en situación de alerta permanente a la Federación Rusa, pues al tener frontera con Ucrania tendría al enemigo en el patio trasero.

¿Pero, cuáles podrían ser otras razones para considerar a Ucrania como pieza clave en el este de Europa?

Hay que recordar que durante mucho tiempo Ucrania fue conocida como el “granero de Europa” por lo generoso de su tierra conocida como tierra negra o “chernozem”y en su territorio se concentran gran cantidad de recursos naturales.

Se le considera en el séptimo lugar en el mundo enreservas recuperables de minerales de uranio y el primer lugar en Europa, de acuerdo con datos del 2020; tiene el lugar número dos en Europa y el décimo a nivel mundial en reservas de titanio, el servicio geológico de los Estados Unidos dio a conocer que solamente Noruega está por encima en cuanto a reservas de este mineral; además de ello, según la agencia Reuters, es el país número tres a nivel Europeo y el décimo tercero en el mundo con reservas de gas shale (gas natural no convencional) y, por si fuera poco, tiene el octavo lugar mundial en reservas de carbón. Razones de más para que las potencias que basan su riqueza y movilidad en la explotación de estos recursos estuvieran dispuestas a “cobijarlo” de la “tiranía rusa”.

Por todo esto, me parece que existe la posibilidad de que “alguien” en algún momento haya “tirado la piedra y escondido la mano” para precipitar una escalada de la tensión y provocar de esta forma un momento de shock, el cual podría ser favorable para tener el control de la región, de los recursos y, posiblemente, de esa parte del mundo; además de provocar una afrenta política y geográfica a Rusia, un anhelo largamente esperado por ciertos círculos de poder occidentales… pero, es un hecho que habremos de enterarnos —o tal vez no—con el paso del tiempo.

El control que busca Rusia en la región no es de últimas fechas, pues en 2014 Rusia se anexó la penísula de Crimea aprovechando el derrocamiento del entonces presidente de Ucrania Viktor Yanukóvich y, tras un controvertido referendum, el 18 de marzo de ese año el presidente Ruso Vladimir Putin hizo oficial la anexión de Crimea a la federación Rusa.

Aunado a lo anterior, vale mencionar el potencial nuclear de Ucrania, pues la central nuclear de Chernobyl se encuentra en Pripiat la cual quedaría, desde luego, bajo el control de la federación Rusa.

Hago aquí la aclaración de que no estoy a favor de una u otra de las acciones, me parece reprobable actuar de manera bélica porque quienes quedan en medio son los que menos ingerencia tienen en el conflicto, es decir la sociedad civil, niños, mujeres y ancianos a quienes en nada beneficia una guerra; sin embargo, creo como periodista que debe difundirse no sólo una cara de la moneda, sino la totalidad de las circunstancias, para que el público se dé cuenta y tome conscientemente una postura.

¿Estamos siendo “víctimas” del shock generado por los medios masivos de comunicación que nos hace sentir simpatía por Ucrania?

¿Estamos siendo “víctimas” del shock generado por los medios masivos de comunicación que nos hace sentir simpatía por Ucrania? ¿ Se trata de una campaña mediática para decantar la opinión pública a favor de la adhesión de Ucrania a los pactos occidentales y seguir enmarcando a Rusia como el gran enemigo como si se tratase de una extensión de la guerra fría? Rusia acusó en múltiples ocasiones la intromisión de tropas de la OTAN en países circundantes como Turquía y Rumanía, por lo que se vio “en la necesidad de ordenar una operación militar especial”, la verdad tal vez nunca la sabremos.

Ahora, sólo queda nos queda esperar los movimientos políticos resultantes de esta guerra y que las consecuencias por “efecto dominó” no terminen impactando a América Latina en cuanto al alza de hidrocarburos o, peor aún, que a alguien se le ocurra emplear el arsenal nuclear y la tierra termine como un yermo planeta.

En este tenor, es curioso que casi todos los países han dado a conocer su postura en relación a este conflicto en Europa. Sin embargo, hay uno que tiene portencial bélico de consideración y del que no se ha sabido —al menos, de este lado del mundo— su posición respecto a lo que sucede en Ucrania, me refiero a Corea del Norte, con su lider Kim-Jong, un enemigo jurado de los Estados Unidos y de quien se esperaría se solidaridase con Rusia. ¿Estará esperando que occidente mueva sus fichas para saber de qué lado colocarse? ¿Se mantendrá en aparente neutralidad mientras arde Europa del Este?

Hasta la próxima entrega.

Germán Quijano Mena
Nacido en la ciudad de Campeche, México; con estudios de licenciatura y Maestría en Ciencias de la Comunicación por el Instituto Campechano; Maestría en Gestión Educativa por la Universidad Pedagógica Nacional. Productor y conductor de radio y televisión actualmente se desempeña como docente de nivel superior en el Instituto Tecnológico de Estudio Superiores “René Descartes” y como locutor en la radio de la Universidad Autónoma de Campeche; ha impartido conferencias y charlas a diversos organismos y empresas a nivel nacional.