Todo comenzó con el sonar de los caracoles y la ceremonia del fuego nuevo, entre el crepitar de las llamas, el sereno de la noche, los zacatanes y los tunkules, para después recibir el cacao, en un espacio de armonía, colectividad e interculturalidad.
Como muchos sabemos, el pasado 21 de diciembre se dio un fenómeno astronómico muy especial: la alineación de Jupiter y Saturno que pudo verse incluso a simple vista y que no se presentaba desde el siglo XVIII. La alineación de ambos planetas con la luna es lo que se ha llamado como Estrella de Belén.
Para celebrar este acontecimiento, un grupo de chamanes, j’menes y curanderas danzantes de la luna se reunieron en Mérida la noche del 20 de noviembre para hacer una ceremonia y darle la bienvenida a la nueva era que coincide con el solsticio de invierno, en una iniciativa convocada por Jorge Villanueva Castillo, fundador de los Spirit Walker de Dakota y la maestra María Guadalupe Aguilar Palomo, coordinadora del proyecto Conciencia Ecológica y Mente.

Los asistentes participaron, junto con los chamanes, curanderos y abuelas, en la ceremonia del fuego nuevo, dirigida por el j’men Valerio Canche Yah, para después pasar a la ceremonia del Cacao dirigida por Jorge Villanueva y María Aguilar, en la que también entregaron la pipa sagrada de los nativos americanos a ésta última y a Mónica Sinoe, abuela Ak’bal.

Sentados en un círculo alrededor del altar que simboliza los cuatro puntos cardinales, en la cosmovisión maya, y sus colores amarillo, rojo, negro y blanco, mismo que tenía flores, agua, instrumentos musicales, semillas y otras ofrendas; los asistentes participaron del balché –bebida sagrada para los mayas—; escucharon una leyenda nativa de los indios dakota; la explicación gastronómica del cacao y sus propiedades, en voz del chef Luis Mendieta; para después dejarse llevar por la experiencia ancestral de esta semilla en todas sus formas. Un espacio de meditación colectiva, desde interiorización de la dualidad del sabor amargo-dulce del cacao, hasta la reflexión de la transformación de la materia y el devenir: semilla, chocolate para comer y beber.

Al terminar, todos bailaron al ritmo de los tunkules y zakatanes del grupo Agua y miel, mientras tomaron flores del altar para regalar unos a otros.
El j’men Valerio Canche Yah comentó que “esto es lo que hacían nuestros abuelos y se está perdiendo, por eso es importante lo que se hizo hoy, más allá de las diferencias culturales”.
“Con esto buscamos no sólo la parte espiritual sino la parte educativa y cultural sembrando semillas de paz. Se lo entregamos a Hunab Ku y al universo, invitando a la abuelita del cacao, llamando al amor en la era de Acuario”, comentó María Guadalupe Aguilar Palomo, cuyo nombre maya es Lol Ik —viento florido—, nombre que le ha sido dado por el consejo de ancianos mayas. Ella también pertenece a grupo de Mujeres Danzantes de la Luna. Los nativos americanos la nombraron Yaa Sol, Nuevo Amanecer.
Jorge Villanueva Castillo reitera: “creemos en la humanidad y en la dualidad. El ser humano lo que ve en la pachamama le llama recursos, pero queremos que le llame relaciones, hermanos, familia para cuidarlos y respetarlos, así habrá menos contaminación pues nuestro cuerpo está conformado por los cuatro elementos. Los ancestros nos están guiando”. Él nació en Progreso, pero actualmente vive en Estados Unidos. “Ahí he estado en contacto con los nativos dakota, lakota, anashinabe, cheroquis, más tarde entré en contacto con los tibetanos, y en 2012 empezamos a hacer ceremonias, y comenzamos a tener contacto con los del sur, en Perú, y por su puesto con los mayas de mi tierra, por eso los hemos llevado a Dakota y hemos tenido un intercambio cultural que nos hace tener un crecimiento de la conciencia para el cambio”.
Responder