¿Qué es una frontera? La primera respuesta que a usted puede ocurrírsele seguro se relaciona con las líneas divisorias fijadas en su mente por los mapas que ha visto a lo largo de su vida. Eso, o los muros que quiso levantarle Donald Trump a México, una de sus tantas afirmaciones demagogas.
Lo cierto es que esos límites artificiales trazados por la humanidad dan forma al imaginario colectivo de las naciones, sus culturas y tradiciones. Dentro de una frontera, cada cuestión es diferente y singular.
Dibujadas a lo largo de milenios, y cambiadas según las ansias del poder, las fronteras sirven para marcar idiosincrasias y tradiciones.
Sin embargo, en las últimas décadas las fronteras se han borrado un poco. La globalización, con sus múltiples consecuencias, ha sido la causa principal. Y a la aceleración de este fenómeno ha contribuido de forma decisiva internet.
Uno de los axiomas en torno a la red de redes es que desdibuja las fronteras. No existen los límites tradicionales, pues la comunicación fluye en todas las direcciones, y las distancias se acortan de forma significativa.
Todo ello es cierto, pero hay una frontera invisible y tremenda en el mundo digital. Existe entre los conectados y los desconectados.
Datos de Naciones Unidas, según su último informe demográfico, arrojan que al cierre del pasado año en el mundo vivían unos 7700 millones de personas. De ellas, 3000 millones no están conectadas a internet.
La Unión Internacional de Telecomunicaciones, en un reporte de finales de 2020, señaló que se necesitarán unos 428 000 millones de dólares para hacer que esas almas desconectadas accedan a las pistas de la información digital antes de 2030. Para ello quedan diez años. Internet se masificó hace más de 20.
La cuestión es que desde inicios de este siglo se ha tratado sin éxito el tema de la brecha digital en varias reuniones multilaterales. Y en un planeta con tantas cuestiones por resolver (hambre, pobreza extrema, acceso al agua, viviendas para todos, una vacuna que funcione y salgamos de esta pandemia… la lista puede crecer más pero ya seguro captó mi idea), priorizar conectividad no es un interés supremo en todas las latitudes.
Disolver la frontera que impone la brecha digital implica no sólo dinero, sino políticas públicas destinadas a un uso de este importante medio para el crecimiento efectivo de las sociedades. Ya sé, creerá que soy un utópico sin remedio, pero el sentido de la verdad debe primar siempre.
Responder