En el caso de Cuba y esos nuevos escenarios, se discute ahora mismo el anteproyecto de Ley de la Comunicación Social.

Sabemos que el Covid-19 confinó aún más al ciborg. Pero, aunque confinar por definición es contrario al territorio, a pesar de que el miedo al contagio y el deseo de la inmunidad contraen al cuerpo y lo imposibilitan para hacer comunidad… la tecnología también se expresa como una oportunidad.

La comunicación fluye en todas las direcciones, y las distancias se acortan de forma significativa, pero hay una frontera invisible y tremenda en el mundo digital. Existe entre los conectados y los desconectados.

Como si viviéramos un interminable capítulo de la distópica serie Black Mirror, 2020 fue un año en el que la humanidad conectada sustituyó las interacciones físicas por pantallas mientras el mundo se venía abajo y surgían nuevas formas para resistir. A semanas de iniciado el confinamiento, no pocos comenzaron a referirse al futuro como la nueva normalidad.

En sólo unos meses la educación ha cambiado drásticamente, con el auge distintivo del aprendizaje electrónico, mediante el cual la enseñanza se lleva a cabo de forma remota y en plataformas digitales. ¿Será este un cambio duradero?

La batalla que libra la humanidad contra el último de los coronavirus conocidos —se estima que existen trillones de virus y de ellos tienen nombre unos siete mil— habría sido muy diferente sin las nuevas tecnologías: robots desinfectantes, uso de la geolocalización, drones, aplicaciones, empleo de la inteligencia artificial.

La cantidad de universos que existen ahora es casi infinita, con tantas posibilidades y con nuestro mundo real cayéndose a pedazos, visitar uno de estos destinos puede ser la mejor opción para combatir la soledad.