Grandioso ejemplo me ofrecieron mis profesores a lo largo de mi vida*

Foto: larevista.com.mx

¿Qué otro regalo más grande y mejor se le puede ofrecer
                 a la República que la educación de nuestros jóvenes? 
Cicerón

Agradezco infinitamente el reconocimiento que el Honorable Congreso del Estado me entrega, el cual me honro en recibir a nombre de todo el profesorado yucateco.

Sin duda, esta distinción me motiva a seguir trabajando por la educación de nuestra sociedad. Lo acepto con humildad y gratitud.

Agradezco la oportunidad que como recipiendario de este Reconocimiento a la Excelencia Docente del Estado de Yucatán 2022, me permitan dirigirles este sencillo mensaje, y aunque no tengo dotes en el arte del elocuente Pericles, trataré al menos de expresar lo que mi pensamiento y corazón me indican.

Agradezco al Profesor Alejandro Chulim Cimé, secretario General de la Sección 57 del SNTE, por la deferencia que tuvo para con un servidor, al proponerme como aspirante a recibir este reconocimiento que la presente mañana me ha sido conferido y el cual me honro en recibir a nombre de todo el magisterio yucateco.

Hoy es un día especial para mi vida docente. He recibido de manos de los integrantes de este Honorable Congreso del Estado, de la Autoridad Educativa en representación del Poder Ejecutivo del Estado y de Poder Judicial del Estado la distinción a la Excelencia Docente del Estado de Yucatán, misma que dedico primeramente a mis padres Renán Pérez Medina y Pilar Pérez Sierra, pues fueron quienes me enseñaron el valor de la responsabilidad y compromiso para con la sociedad. Con énfasis en mi madre, aquí presente, que también fue mi profesora en la secundaria y posteriormente compañera de trabajo en tres instituciones distintas y que constituyó siempre un ejemplo a seguir en el compromiso docente. A mis hermanos Enrique, Rafael, Javier y Luis, muchas gracias por haber estado siempre que los he necesitado.

La tarea de un profesor involucra a toda la familia, pues esta tiene también que hacer un enorme sacrificio para poder aceptar las horas que la labor educativa demanda a quien tiene el honor y la dicha de tener tal profesión. Por ello, agradezco el apoyo irrestricto de mi esposa la Mtra. Maricarmen Aguilar González, quien pacientemente me ha acompañado en los desvelos e inyectado siempre ánimo a mi compromiso para con la comunidad escolar y mi responsabilidad docente. Le dedico este reconocimiento.

Pero también los hijos de todo docente ven afectado el tiempo efectivo de convivencia de sus padres, que en muchas ocasiones tienen que atender a los hijos de otras familias y no a los de ellos. Por esto, también agradezco a mis hijas Carla, Carolina y Carol Isabel por todo lo que han tenido que hacer sin el acompañamiento de su padre. Les ofrezco una sincera disculpa y agradezco que comprendan que la profesión de los profesores lleva inmerso ese tipo de sacrificios. Hijas ustedes también son parte de este reconocimiento. Va por Ustedes.

Hoy no estaría en este lugar tan distinguido, si no fuera por el grandioso ejemplo que me ofrecieron los profesores que tuve a lo largo de mi vida en todos los niveles educativos. A todos ellos sin excepción, tanto a quienes se adelantaron en la partida de este mundo, como a quienes aún tenemos la dicha y fortuna de tener en vida, mi reconocimiento sincero y mi gratitud.

Mención especial merecen mis alumnos de las diferentes escuelas públicas y privadas en las que he laborado, en los niveles de secundaria, preparatoria, licenciatura, maestría y doctorado y que son el motivo que me estimula a no rendirme en la tarea y compromiso de educar. Este reconocimiento no lo habría obtenido sin su valiosa inspiración.

A los compañeros de apoyo a la educación, administrativos, prefectos, docentes, coordinadores, secretarios administrativos, secretarios académicos, directivos y rectores con los que he tenido la oportunidad de trabajar de modo cercano durante más de treinta años ¡Muchas gracias! Muchas gracias, pues su apoyo ha sido fundamental para que un servidor realice con eficiencia su trabajo educativo y haya tenido la oportunidad de recibir este honorable Reconocimiento.

Y finalmente, agradezco y dedico también el reconocimiento a Valladolid, ciudad donde aprendí mucho de la comunidad escolar de las distintas instituciones donde presté mis servicios, así como de la sociedad en general, particularmente del pueblo maya, con el que tuve durante casi dos lustros un amplio contacto laboral, académico y de profunda amistad, y que me enseñaron que en la  vida, los valores materiales son pasajeros, pero que los espirituales nos acompañarán siempre, concepto filosófico que me ha marcado, que valoro entrañablemente y que hoy me permite estar en este estrado y hablar también a su nombre. ¡Gracias sociedad vallisoletana por todo lo que me han dado! Gracias, compañeros y amigos de las comunidades mayas del oriente del Estado.

Mi vida docente inició cuando aún no cumplía la mayoría de edad, supliendo a una profesora en la escuela secundaria Federal Nº1 “Santiago Burgos Brito”. Esta oportunidad despertó en mí el interés por la docencia, hasta solicitar el permiso a mis padres para que aún sin cumplir la mayoría de edad me permitieran ingresar a la Escuela Normal Superior de Oaxaca, institución donde mi hermano ya cursaba sus estudios normalistas. De forma similar, por invitación de la directora de ese entonces, ingresé a la Escuela Secundaria “Agustín Vadillo Cicero”, de la que también fui alumno, prefecto, docente, representante sindical, presidente de la sociedad de egresados y director de la misma. Ahí me hice como maestro en el frente de batalla escolar.

A un año de haber egresado de la Facultad de Ciencias Antropológicas me incorporé como profesor de la escuela preparatoria Nº2 de la UADY, donde laboré cerca de 15 años. Posteriormente y gracias a una invitación del entonces director de la Facultad de Economía impartí un curso en dicha facultad de la UADY, hasta que la Secretaría de Educación del Estado, tuvo a bien nombrarme director Académico de la Universidad de Oriente y enviarme como colaborador del recién nombrado Rector de dicha institución, donde paralelamente al cargo que desempeñaba, impartí clases en la licenciatura en administración pública en dicha Universidad. Ahí mismo, tuve la oportunidad de participar en la creación y puesta en marcha del posgrado en el que también fui docente. En esos años, recibí la invitación del Coordinador de la Universidad Santander de Valladolid para incorporarme a su claustro de profesores de maestría y doctorado. En los últimos años de la década pasada presté mis servicios docentes y directivos en Universidad José Martí de Latinoamérica, así como en el Centro Universitario de Valladolid.

Lo que quiero destacar al mencionar todo lo anterior, es que toda mi vida he sido profesor de grupo, pues a pesar de tener cargos directivos, siempre he alternado dicha responsabilidad con la de docente de grupo en los niveles mencionados. Todo esto durante aproximadamente 30 años en los que he disfrutado plenamente el ejercicio docente. Nada ha sido fácil, pero siempre he pensado, que hay que trabajar con ahínco y tratar de educar a los niños, niñas y jóvenes, como yo esperaría que otros colegas eduquen a mis hijas. Por eso, es importante el compromiso ético de los docentes, a quienes no se les debe de olvidar que nuestro país requiere de profesores comprometidos con su labor. A eso traté de acercarme siempre y aún me falta mucho para lograrlo. Modelos y faros que me guíen en la vida, no me han faltado, pues tuve excelentes profesores durante toda mi formación escolar y académica en general. Además, ha sido importante conocer y guiarme del ejemplo de los grandes educadores mexicanos que la historiografía nos permite explorar, como Altamirano, Vasconcelos, Rodolfo Menéndez de la Peña, Rita Cetina Gutiérrez, Justo Sierra, José Inés Novelo y tantos otros docentes mexicanos ilustres, o de otras nacionalidades, como José Martí que resulta muy inspirador.

Estimados miembros de esta Legislatura e invitados de honor: México experimenta desde hace varias décadas una profunda desigualdad social, que se hace patente en el abandono de las comunidades originarias, en el desempleo, la pauperización de la sociedad, el analfabetismo, el limitado acceso a la educación en algunas partes del país, situaciones que tienen como resultado actos de corrupción, discriminación, violencia de género, feminicidios, violencia contra la prensa, violencia política y lo más actual, delincuencia cibernética, acciones que atentan contra la democracia, la inclusión, la igualdad y los derechos humanos y los derechos de los niños, niñas y jóvenes para crecer en un entorno de paz, equidad y justicia.

Quiero respetuosamente expresarles, sin menoscabo en el importante y muy valioso trabajo legislativo que realizan los Diputados, que esos vicios sociales, tan profundamente arraigados en nuestra sociedad mexicana, no se combaten únicamente con decretos. Para ello, es importante mirar a la educación como el arma redentora y reivindicadora de la sociedad. Hoy, los gobiernos de todo el país tienen que dar a la educación y a sus protagonistas el lugar que merecen. Actuar con miras en el progreso y no con miras en intereses económicos, políticos o personales. ¡México necesita de ciudadanos comprometidos con la patria!

Decía el general Salvador Alvarado, cuyo nombre se encuentra inscrito con letras doradas en este Recinto: “La mejor política de un gobierno es el apoyo al maestro y a la escuela” y cerraba diciendo: “Esa es mi política”. Sabias palabras. Pero ello, implica invertir en la mejora de la infraestructura escolar, en la atención a programas sociales vinculados con la educación, en la capacitación docente, en mejores salarios para los trabajadores del sistema educativo nacional, pero también, implica respetar los derechos laborales alcanzados por las organizaciones sindicales del magisterio mexicano de todo el país.

De acuerdo con el último censo nacional, hoy hay más miembros del ejército en México que profesores de educación bilingüe y bicultural.

Lo digo con todo respeto a las Fuerzas Armadas. Incluso yo soy hijo de un militar y de una profesora.

Externo respetuosamente que, para que el país progrese no necesitamos más militares, necesitamos más maestros. El ejército que necesitamos tiene que estar conformado por educadores bien preparados. Maestros bien armados académica y pedagógicamente; docentes que, con el apoyo de todas las esferas de gobierno, tengan los recursos suficientes para llegar a las comunidades más apartadas y hacer llegar la luz del conocimiento a los pueblos originarios, que son históricamente los más olvidados. Solo educando al pueblo podrá erradicarse la violencia, la corrupción, la desigualdad, la discriminación, el narcotráfico, el huachicol, el racismo, el feminicidio, la trata de personas, la explotación económica y laboral. ¡Ningún vicio social puede erradicarse si no es con la luz de la educación y la ciencia! No hay otra vía. Necesitamos atender a los grupos sociales marginados, así como a las comunidades originarias si queremos que el país progrese. Necesitamos que la sociedad mexicana transite hacia una mejor y más generalizada formación escolar. No olvidemos que como decía José Martí: ‘’Un pueblo de hombres educados, será siempre un pueblo de hombres libres”.

Quienes se precien de ser liberales, tengan en cuenta esta frase expresada por Melchor Ocampo, y que, en uno de sus discursos en la Secretaría de Educación Pública, José Vasconcelos pronunció: ¿Hasta cuándo llegará el día en que se aprecie más al hombre que enseña que al hombre que mata?

Hoy a un siglo de que Vasconcelos dijera que a pesar del tiempo que había transcurrido entre esa frase y los cambios que la Revolución Mexicana había traído, la frase era aún vigente. Hoy ratificamos su expresión, pues la situación no ha cambiado mucho, y el pensamiento de Melchor Ocampo recobra vitalidad.

Ahora más que nunca, necesitamos educar para la paz, pero el encono político y la polarización social no abona a ello y solo fomenta la violencia, pues violencia en cualquiera de sus expresiones, solo genera violencia.

Y es aquí, donde la escuela es la clave de la solución. Por ello, el apoyo al magisterio, que implica la mejora de la infraestructura escolar, la atención a las necesidades de los educadores y la valoración del papel transformador del docente, así como el apoyo al servicio educativo en general; a los profesores en servicio, en proceso de retiro o ya pensionados o jubilados, es fundamental. Esto incluye pensar en los profesores que trabajan en las instituciones privadas, en las que muchas veces dejan lo mejor de su vida y al final se retiran con las manos vacías, por no existir una verdadera atención a la situación y una protección a sus derechos laborales por parte de las autoridades de todo el país, por considerar que cada patrón debe de encargarse de esos aspectos, pero no con la vigilancia de las autoridades competentes.

Estimados legisladores, me honra tener la oportunidad de hablar desde la máxima tribuna del Estado de Yucatán, desde la que respetuosamente les pido que se den el tiempo para preguntarse: ¿qué será de aquel profesor o profesora que me enseñó a leer y escribir, que me enseñó operaciones de matemáticas y álgebra, de ciencias naturales y sociales, o el que me enseñó la importancia de la práctica deportiva, lo que incluye a quienes nos formaron en el bachillerato y el nivel profesional.

Pero también acompañen esa pregunta de otras como: ¿vivirá dignamente aquel profesor que seguramente es jubilado y que me permitió ser lo que hoy soy? llámese abogado, médico, contador, profesor, arquitecto, ingeniero; ¿Tendrá un hogar propio? ¿Tendrá un ingreso económico por lo menos suficiente para atender su situación de salud?  ¿Podrá comprar lo mínimo para alimentarse sanamente con lo que percibe de pensión o jubilación? Esas son interrogantes que la moral y la gratitud nos deben ayudar a encontrar la respuesta.

Todos hemos tenido maestros en la vida. A menos que uno sea autodidacta desde el nivel inicial, lo que es algo poco probable. Por ello, antes de tomar medidas que no solo no beneficien al magisterio, sino que además en ocasiones puedan resultarle perjudiciales a quienes nos dieron la más importante de las armas que puede tener un ser humano que son saber leer y escribir, meditemos y actuemos con justicia, con equidad y con agradecimiento. El gran pedagogo, poeta, ensayista y político vallisoletano licenciado José Inés Novelo mencionaba que era importante que el profesorado y que éste recibiera un salario digno, acorde con el valor que la tarea educativa tiene para la sociedad. Y que conste que fue un excelente legislador.

Durante este curso escolar la SEP cumplió 100 años de existencia. Sin embargo, a un siglo de la fundación de la Secretaría de Educación Pública 4.7% de la población mexicana no sabe leer ni escribir. Aún falta mucho por lograr la meta que Vasconcelos se trazó hace un siglo, ya que para que el alfabetismo pueda ser considerado un elemento igualador social, como él lo concibió, tenemos que abatir al 100% el analfabetismo. Por ello, reitero lo que en otras ocasiones he dicho: los gobiernos de todos los niveles y a quienes tenemos en nuestras manos las tareas de administración de las instituciones educativas, así como a los docentes en todo el país, nos espera mucho trabajo. Necesitamos volver la mirada a la tarea educativa con un sentido humano; un sentido de corresponsabilidad social; con ética y vocación, ya que para que tengamos una sociedad educada, emprendedora, con ciudadanos respetuosos de los derechos humanos, la democracia, la justicia, la igualdad, la equidad, la inclusión, amante de la naturaleza y la preservación del medio ambiente, hay que apostar por la educación, lo que indica que hay que invertir aún más en ella.

En todo el país es importante fortalecer los vínculos con las comunidades de padres de familia, así como la cobertura escolar, el ingreso económico de los trabajadores al servicio de educación, la formación y actualización docente, el reconocimiento a los docentes por su labor en pro de la educación, tal como lo hace esta Legislatura con el reconocimiento que hoy me honro en recibir.

La pandemia desnudó nuestras áreas de oportunidades, por lo que los docentes tendremos que trabajar fuertemente en ello para alcanzar la excelencia y brindar a la sociedad la educación de calidad que espera y que se merece.

Hoy los gobiernos de todos los niveles, las secretarías de educación de todos los estados de la República, así como los docentes de todo el país, requerimos ratificar nuestra vocación y compromiso social mediante acciones en pro de los niños, adolescentes y jóvenes del país y rescatar de nuestras experiencias y de ellas, lo que mejor sabemos hacer en beneficio de la sociedad que es educar.

Para el profesorado mexicano lo importante es nuestro compromiso con la sociedad y con México, por lo que nuestro objetivo debe ser fortalecernos a través de acciones en beneficio de la comunidad. Hoy los mexicanos necesitamos un país en que impere la paz, la armonía y la cordialidad, no la violencia, que estamos legitimando cada día más y se convierte en el signo, ya no solo de pequeños grupos, sino de muchas familias en todos los rincones de nuestra querida patria. Por ello, apostar por la educación y apoyarla totalmente es la única vía para erradicar esos males sociales. ¡Violencia, no se acaba con violencia!

Estimados colegas educadores: nuestro compromiso con la educación es necesario e importante. Estamos ante la oportunidad de demostrar nuestra verdadera vocación pedagógica; ante la oportunidad de transformar realmente la sociedad con miras a un México nuevo; al México con el que el que soñamos y el queremos para nuestros hijos y nuestros nietos.  Necesitamos capacitarnos mejor y reinventarnos, lo que implica no solo reflexionarlo, implica también una pedagogía de la acción. Una pedagogía sin dilaciones. Una pedagogía urgente. Una pedagogía de la praxis y no del discurso. La niñez y la juventud requieren de los profesores comprometidos. Compañeros y colegas docentes: echemos manos a la obra.

No quisiera terminar mi intervención, sin antes reiterar mi agradecimiento a los miembros de esta Honorable Legislatura, por su voto de confianza y haberme dado la oportunidad de recibir tan honrosa distinción, así como por la deferencia y fino trato que han tenido para con un servidor desde el momento en que me fue comunicado el Reconocimiento.

Para terminar, quisiera hacerlo con una frase del pedagogo y poeta José Martí: “Educar es brindarle al hombre las llaves del mundo y ello significa más que lograr la independencia y el amor”.

* Discurso pronunciado por el Dr. Carlos Pérez y Pérez, recipiendario del Reconocimiento a la Excelencia Docente otorgado en el marco del Día del Maestro por la LXIII Lesgislatura del Congreso del Estado de Yucatán.

Carlos Alberto Pérez y Pérez
Cursó la licenciatura en Ciencias Antropológicas en la especialidad de Historia y Licenciatura en español. Tiene Maestría en Ciencias Sociales y estudios de Maestría en español. Es Doctor en Ciencias de la Educación. Profesor y director en distintas escuelas de educación básica en Yucatán; docente y Director Académico de la Universidad de Oriente y Docente y Director Académico de la Universidad José Martí de Latinoamérica. Actualmente es director de la Escuela Secundaria Estatal “Adolfo Cisneros Cámara” y Docente de la Universidad Santander. Fue miembro de Primer Consejo Académico Nacional, para la Evaluación de la Educación Indígena en México, organismo entonces presidido por la Dra. Sylvia Shmelkes. Recibió la Medalla “Raquel Dzib Cicero” 2016 y en 2019 el Gobierno del Estado de Yucatán lo designó como “Maestro Distinguido”. Es Miembro de la Asociación Yucateca de Especialistas en Restauración y Conservación del Patrimonio Edificado A.C. (AYERAC); Integrante de la Comisión Internacional de Intercambios Académicos de la Asociación de Educadores de Latinoamérica y del Caribe (AELAC), con sede en la Habana, Cuba y Miembro del Consejo Directivo de la “Asociación Carrillo Puerto y Yucatán”, A.C.