Un extraordinario ser humano y poeta. Nuestra relación se construyó de una manera mágica y nostálgica a través de la correspondencia por email. Con las nuevas tecnologías, la computadora y el correo electrónico sustituyeron a la pluma o la máquina de escribir y el correo tradicional. Así nos comunicamos, poniéndonos al tanto de nuestras vidas y de nuestros proyectos vocacionales. De nuestros pasatiempos y pasiones. Gracias a que el maestro vio mis participaciones en el canal del SPR, donde hacia reseñas cinematográficas, se pudo crear ese lazo que tanto creció con el tiempo. Vio el programa y le pidió a su formidable y luminosa compañera Norma Salazar que buscará mis datos de contacto. Gracias a ella. Siempre estaré agradecido, recibí un par de correos y a partir de eso comenzamos una larga correspondencia, a la vieja usanza pero con herramientas modernas. Nuestra fascinación compartida por la literatura, el cine y el arte en general trazó un lenguaje común.
El maestro me enviaba por medio de Miguel de la Cruz, del cual también estoy profundamente agradecido y de mi papá (Javier Solórzano), sus publicaciones y libros más recientes de poesía. Yo le mandaba los links de mi trabajo como director y escritor de cine y video. Le envíe algunos textos míos y guiones de televisión de los cuales el maestro escribía largas y profundas reflexiones de suma utilidad para mí por supuesto. Nuestra relación creció y también nuestro interés por estar al tanto de nuestras vidas. En cuanto recibí el regalo de su libro Normandía, lo leí casi en el momento. Fue una lectura que gocé y disfruté como en pocas ocasiones. La poesía del maestro Renán te envuelve, te cuenta historias, te obsequia imágenes líricas y evocativas, te provoca a pensar y a cuestionarte cosas, te divierte, te entretiene, te enseña cosas sobre ti mismo, te conmueve. Su poesía es una experiencia íntima, universal, hacia adentro y hacia afuera del espíritu y del corazón. Aprendí mucho del maestro Renán en poco tiempo.
Su presencia física, fue enorme e innegable hasta hoy. Seguro le hará falta a mucha gente de su círculo social, a sus amigos, colegas, escritores, académicos, a su familia y a Norma Salazar. A pesar de esa ausencia, su energía el sol que llevaba por dentro nos acompañará a todos los que lo conocimos, todos los que lo escuchamos, lo leímos y compartimos con él este pequeño pedazo del universo llamado la experiencia humana. Nunca se me va a olvidar que lo primero que me comentó después de ver mi cortometraje Jugando a Ser Adulto es que él era en efecto un niño, nunca dejo de serlo. Enamorado de la vida, del amor, de la amistad, de la fraternidad y de todos los seres que conectaron con su hermosa esencia de alguna manera u otra.
Ahora sé que la vida me obsequió un gran regalo, la amistad y el cariño de un ser que vivió cada momento con inmensurable pasión; que le otorgó a todos los que pasaron por su camino – honestidad, solidaridad, integridad y un pedacito maravilloso de su alma.
Un hasta pronto, maestro Raúl Renán, lo extraño y lo llevo cerca del corazón hasta el final de mis días. Gracias por su poesía, como usted va más allá de los confines de la imaginación.
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