Cuando volvió a oscurecer las estrellas comenzaron a brillaban en el firmamento, y la luna que siempre se encendía cuando la noche avanzaba, comenzó a tener sus diferentes cambios, a veces parecía una uña quebrada, cuando estaba en menguante, y en otras ocasiones se figuraba como una ventana redonda que paulatina se iba abriendo para que se posara una mujer celeste, la señora de la luna, la señora esposa de Dios.
A veces la mujer se paraba sobre la luna cuando esta tiene sus cuernos para arriba, y en otras ocasiones parece estar sentada en ellos, cuando los picos de la misma miran al sur o al norte.
Las estrellas comenzaron a brillar, decían los mayores, brillaban para hermosear el cielo oscuro cuando la aquella mujer dichosa y radiante quería aparecer.
Dicen los antiguos, que contaban sus abuelos, fragmentos de la antigua sabiduría del Mayab, que esa mujer es la “Ko´olebil”, la mujer rodeada de divinidad y de luz, de fuerza y poder, la magnánima madre que cuida y protege a sus hijos los mortales que desde la tierra la contemplan y a ella elevan sus plegarias. Por eso su nombre al llamar en nuestro tierno idioma maya se vuelve invocación y jaculatoria, ósea oración breve y fervorosa todo en una sola frase: X-Ki´ichpan Ko´olebil María… vertido al castellano quiere decir aproximadamente: Hermosa Señora divina María. Ko´ole es mujer señora y bil es sufijo maya que denota poder divino que toda a ella envuelve.
La Ko´olebil es la Señora de ahí arriba, la Señora del cielo como dicen los Chilam Balames, la señora que como madre ejerce una la línea de protección entre el padre. Protección que lleva a la acción por el poder igual en lo divino, que ella posee frente al semejante poder que ejerce el padre.
Muchas son las leyendas que contaban los abuelos del pueblo de Tekal de Venegas y más aun de las comunidades cercanas, que dicen que la conservación de los pueblos se debe a la mano divina de la Ko´olebil.
Por eso cuando el cielo se oscurece y los hombres se ocultan con mayor afinidad a realizar sus planes perversos en contra de sus hermanos de comunidad, ella la Ko´olebil los mira y se entristece, aun así, su brillo cubre la tierra desde la luna junto a las estrellas.
La divinidad se ha revelado a sus hijos y está señalado que cuando las estrellas en el firmamento se comiencen a tambalear será el presagió que lo divino quiera aniquilar lo humano.
Por eso cuando Yum Kín, el Dios, cansado de la maldad arroja bolas de fuego a la tierra, tomando las estrellas para su fin, las envía con ahínco para que al caer sobre los pueblos estos perezcan y se acaben, junto con el mal que en ellos habita, la mano de la Ko´olebil María tiene intervención definitiva, desviando aquellas estrellas fugaces al mar, en donde a sus aguas el fuego celeste se extingue sin hacer daño.
Las manos de la Ko´olebil se ven lastimados como resultado de su maternal intervención. Es por eso que decían los abuelos las manos de las imágenes de la Virgen María en las iglesias de nuestras comunidades a veces aparecen tiznadas, con esa sustancia negra muy fina que deja el humo o el contacto con carbón. Aquellas manchas de tizne o hollín es la prueba de aquel hecho celeste.
Por esa razón el mar en ocasiones arroja como evidencia de todo esto, unas estrellas secas demostrando a los mortales la obra de aquella madre divina.
Cuando las estrellas fugaces tienen su breve aparición en el firmamento oscuro del manto de la noche, y es visualizado por un hijo del Mayab el evento, el dulce nombre de la Ko´olebil viene a su mente y sus labios la invocan con plegaria perenne, o en acción de gracias devota y espontanea.
A lo largo de la historia el nombre e invocación de X-ki´ichpan Ko´olebil se agregará el nombre de María, continuación sincrética de la fe de los antiguos moradores de esta tierra. Ko´olebil María será la nueva señora de cielo y a cuyas plantas la luna se posa, y la serpiente símbolo de poder estará dominado bajo sus pies perpetuamente.
Luna y estrellas, rebozo cual regio manto como figura cielo azul y las espumas del mar, en las iglesias de Yucatán las imágenes de la Virgen María proliferaran, y serán sus altares el especial lugar donde la devoción de nuestros mayores fijara camino a seguir a las generaciones venideras, dando a ella el tributo filiar de rodearla de flores y de besar piadosos su manto, solicitando su siempre protección contra las estrellas tambaleantes, como la vida misma.
Desde entonces la figura de la Ko´olebil María será la mujer llena de consuelo, dechado de las virtudes y el rostro materno de un Dios cristiano. Bajo su manto de estrellas todos los males se acaban.
Al altar de la Virgen de Candelaria los pobladores de Tekal concurrieron para agradecer la obra de sus divinas manos que desvían las estrellas, pero tambien para solicitar su protección contra enfermedades y dolencias del cuerpo que traen los malos vientos. ¡Señora haz que caiga la lluvia! Piden los milperos. ¡Señora que florezca el tajonal y dzidzilché! Piden los apicultores. ¡Sana a mi hijo, Señora del cielo! Piden las afligidas madres.
Madre, Señora, Reina de la luna y de las estrellas, doncella que recoges las flores de mayo, del chacsíc, del xkanlol y de la amapola, princesa de corona de oro y plata, de latón y cartón, rodeada de velas y humo de estoraques, figura de lo divino, remanso de paz y lugar seguro de protección que brota cuando desvía las estrellas al mar, cuando socorre en su amor, cuando en sus fiestas se bailan danzas de cabezas de cochino, de pavos y venados, y cuyo nombre es suplica que nace del corazón, cuando con fe firme, los labios de nuestros abuelos se despliegan para decir con especial acento:
¡Ki´ichpan Ko´olebil María!
Hermosa Señora del cielo María.
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