Mi camino al infierno está plagado de buenas intenciones

No sabía lo que es “blackface”. Desconocía la importancia que tenía en Estados Unidos cuando hace unos meses inscribí mi performance El Capitalismo me ha salvado la vida en un Festival de arte contemporáneo en Nueva York y la respuesta del curador causó un terremoto en la manera de concebir mi obra.

El Capitalismo me ha salvado la vida es una reflexión sobre cómo me relaciono con el mundo global a través del consumo de medicamentos, a partir de la pregunta: ¿Cuál es el precio de mi conservación? Después de tres años desde el estreno, la respuesta a esa pregunta viene a ser la siguiente: la socialdemocracia capitalista permite mi supervivencia gracias al uso y abuso de recursos en países colonizados por Europa y España. No me refiero exclusivamente a la cuestión farmacológica, si no al sistema que sustenta mi supervivencia. La acción principal de la performance es construir mi propio ataúd con ayuda del público.

Entre las acciones secundarias está pintarme la cara y el cuerpo de pintura negra (también con ayuda del público) y he aquí el motivo de la discordia. En palabras del curador del Festival yo estoy apoyando el racismo con esta acción.

El término “blackface” proviene del maquillaje teatral que se utilizaba para que actores blancos representaran a los negros con diversos objetivos: para ridiculizarlos, para mostrarlos como seres viles (Otelo: El Moro de Venecia de Shakespeare) o para mostrarlos como caballeros libres, a fin de ocultar las condiciones inhumanas en las que vivían durante la esclavitud en Estados Unidos. Todo esto lo aprendí gracias al rapapolvo de este curador vía mail.

Por esta enseñanza, gracias.

El hecho de que un occidental blanco en una performance muy teatral (inevitablemente es de donde vengo) se pinte la cara de negro para representar a esos “otros” es entendido como un insulto para la comunidad negra de Nueva York, para los propios espectadores que pudieran acercarse a la performance durante el festival. Por esta razón, no podía programarla, aun habiendo reconocido cierto valor artístico en ella.

Reconocía mi ausencia de malas intenciones, creyó ver cierta defensa del “otro” pero “a pesar del otro” y creo estar de acuerdo en todo esto. Sin embargo, mi yo, tremendamente inductivo, empezó a volar.

Este señor me dijo literalmente “Como decimos en los Estados Unidos, el camino al infierno está plagado de buenas intenciones”… ¿Se lo digo yo o se lo dices tú?

“El camino al infierno está plagado de buenas intenciones” es una frase muy anterior a la creación de los Estados Unidos, atribuida por San Francisco de Sales (Cartas, cap. 74) a San Bernardo de Claraval nacido en Francia en 1091. Aun no siendo verdadera esta atribución, San Francisco escribía esto en el siglo XVI también en Francia. Francia no es un estado de Estados Unidos. Tampoco lo es España (aunque esta no es la cuestión) y ahí es a donde mi inducción me lleva.

El curador acusaba mi acción a la ignorancia de más, pues, según él, es de sobra conocido este hecho en la cultura europea. Pregunté a muchos compañeros artistas europeos que habían visto mi performance si sabían lo que era el “blackface” y la mayoría de ellos no lo sabían. Esto me relajó ante la idea de ser un ignorante redomado. Y me hizo pensar en otra cuestión: el ombliguismo cultural. La manera que tiene Estados Unidos de relacionarse culturalmente con el mundo. Todo lo que tiene que ver con ellos debe ser conocido por el resto del mundo, nuestras obras deben ser reflejo de ese conocimiento cultural. Me pregunto por los matices, por la polisemia de las imágenes, por la cultura liberada del corsé del colonialismo cultural. Lo cierto es que en España (según mi experiencia haciendo esta performance) la acción de pintarse la cara de negro no pareció ser ofensiva para nadie en el público. Tras los mails que nos cruzamos pensé incluso en dejar de hacer esta acción. Pero lo cierto es que el mensaje que pretende llegar a los espectadores, parece llegar, sin ofensas. Lo cierto es que si quisiera hablar de mi infancia procesionando el Domingo de Ramos en Semana Santa en una performance, me vestiría de nazareno blanco, por mucha ofensa que en otra parte del mundo pueda estar causando la malinterpretación de la ropa. Lo cierto es que no aceptaría que me dijese este curador que estoy apoyando al KuKluxKlan.

Mi cultura tiene valor por sí misma, independientemente de Estados Unidos. Mis referencias culturales son las únicas que tengo para crear y son ricas e importantes. Si el “blackface” no tiene un significado concreto en mi cultura puedo utilizarlo para llenarlo del significado que como artista considere, a fin de que me sirva para trasladar el discurso al público en esta bendita comunicación.

Este terremoto mental me hizo acordarme de cuando en un coloquio entre artistas en el marco de EMERGENTES 2018, un chico español les pregunto a los artistas de Latinoamérica si conocían a Federico García Lorca. Nunca olvidaré la respuesta de una creadora chilena: “Claro que lo conocemos, nosotros estudiamos a vuestros autores en la escuela, los conocemos a todos, y vosotros ¿Cuántos autores chilenos conocéis?” Ombliguismo cultural español aplicado a los sistemas educativos de otros países.

Lo cierto es que así como Chile y su cultura existen antes de la llegada de los españoles, España y su cultura existen mucho antes del 4 de julio de 1776. Lo cierto es que nadie debe pleitesía a otra cultura más que a la propia.

Por esta enseñanza, gracias.

Director, dramaturgo y actor, Juan José Morales “Tate” comenzó su formación en Filosofía en la Universidad de Sevilla. Se ha formado en diferentes aspectos de las artes escénicas con maestros españoles y latinoamericanos. Ha participado en más de 60 espectáculos como profesional, recorriendo festivales internacionales dentro y fuera de España. Es profesor es de teatro en Dos Lunas Teatro y Teatro Habitado, centrándose en los últimos años en el teatro para adolescentes. Es director artístico de EMERGENTES. Encuentro Internacional de Jóvenes Creadores en las Artes Escénicas, desde 2011 hasta la actualidad. Como dramaturgo es el autor de 6 textos estrenados. Ha colaborado, además, con la Facultad de Filosofía como conferenciante de “La supervivencia como puente de comunicación estética en el arte”. En 2016 formó su compañía propia, Teatro en el Mar a partir de una beca de creación del Instituto Nacional de la Juventud, una compañía que sirva como territorio para investigar unas artes escénicas que sirvan y se sirvan de nuestro tiempo actual. En Teatro en el Mar ha estrenado hasta hoy 6 espectáculos entre el teatro, la música y la danza, y la performance “El Capitalismo me ha salvado la vida”.