A mediados del siglo XIX, el partido republicano, representante de los intereses del naciente capital industrial de Estados Unidos, ganó la batalla militar contra el partido demócrata sureño, representante y defensor de la plantación esclavista y de la esclavitud misma. Sin embargo, las instituciones sureñas -incluyendo su sistema religioso que justificaba la esclavitud y que definía a los blancos como seres sociales superiores- no desaparecieron.