Una de regaliz

Y es que hoy que leo tantos debates en Twitter (X), quejas, alabanzas y opiniones acerca de los enfoques y modelos educativos que me hacen recordar cómo mis abuelos nos enseñaron sobre el mundo, su cultura y sus costumbres.

Mi abuela materna, una docente nata, sólo necesitó unos tomos del Tesoro de la Juventud, algo de paciencia y mucha dureza para transmitirnos a los nietos, que algunas tardes fuimos sus alumnos, conocimientos de Matemáticas, Química, Geografía e Historia.  Ella, sabía perfectamente que para ser buenos ciudadanos, empleados, pero ante todo buenas personas, debíamos adquirir habilidades conceptuales, procedimentales y actitudinales; jamás leyó a Sergio Tobón ni a David McClelland, Díaz Barriga o William Byham, mi abuela tenía el don de servicio, además de gran sentido común, sin dejar de añadir la fe, un principio de acción y de poder que permite alcanzar una meta digna, ingrediente que le sirvió de sostén durante el periodo que convivió con nosotros.

Los recursos que utilizaba doña Victoria eran varios, novedosos y simples, herramientas que en más de una ocasión nos dejaba sorprendidos, como cuando conocí por primera vez a los fenicios con un pedazo de dulce de regaliz negro que mi tío Nacho le trajo en una de sus idas a McAllen, Texas.

El sabor anisado-agridulce, extraído de la raíz de la planta africana, de la mano de mi abuela me transportó a Rusadir, lugar en el que se asentaron esos navegantes, allí el pedacito de cable y su aroma compuesto de anetol me mostraron lo inteligentes que fueron esos comerciantes y lo mucho que aprovecharon todo lo que el estrecho de Gibraltar y el Mediterráneo Occidental les brindaron.

Cuando la abuela me dijo que el regaliz ha sido uno de los condimentos más antiguos me percaté de la cantidad de árabes que pasaron a lo largo de la península de Guelaya, dejándome al descubierto a Abderramán III, creador de la Taifa de Melilla dependiente del Califato de Córdoba, un personaje al cual le he seguido la pista —de los pocos a los que le pediría un autógrafo, si pudiera transportarme al pasado—; me gustó tanto lo que el pedacito de regaliz me mostró que agarré prudentemente otro para seguir escuchando de voz de mi abuela el acuerdo al que llegaron Isabel II y el Sultán de Marruecos, en el cual quedó pactado que los límites de Melilla serían establecidos de acuerdo a la distancia alcanzada por la bala de un cañón, convirtiéndose así en una capital económica importante con el impulso del protectorado español en el norte de Marruecos. No en vano el regaliz en China ha sido considerado la droga más antigua, insisto, te hace ver cosas y casos.

La magia del regaliz me hizo pasear por las calles de Melilla, sentir por primera vez el clima mediterráneo mientras veía caminar a musulmanes, cristianos y judíos, comprar en el mercado precisamente tronquitos de regaliz para calmar la tos seca, neutralizar el olor a tabaco, mejorar la artritis y la artrosis, una que otra infección bucal o la acidez y úlceras estomacales.

Maravillada por todas las propiedades que el regaliz tenía, pero también cansada de estudiar le pedí a mi maestra un descanso y también otro pedazo de regaliz porque quería aprovechar el recreo para buscar a uno de mis personajes favoritos de infancia, a Morocco Topo en uno de los tinglados, creí que sería fácil identificarlo, su tarbush de color rojo resaltaría, pero, ¡vaya tonta!, los clásicos sombreros pululaban haciendo volar los borlones, imposible fue encontrarlo. 

La abuela tapó la bolsa de regaliz y me dijo que ni uno más, ella también sabía que el regaliz no sólo es bondadoso sino también es una golosina que tiene su lado negro oculto, como todo en la vida mundana, el dulce además de rico es peligroso, comerlo en exceso puede causar la muerte porque la glicirrina y su acción mineralcorticoide concentradas en sangre, especialmente en la musculatura cardiaca puede provocar arritmia, en fin, el regaliz puede resultar tóxico en exceso desequilibrando la relación sodio-potasio a nivel muscular, comer mucho es jugar con fuego para los que tienen problemas renales, hepáticos o cardiacos.

Resumiendo, yo sólo sé que el regaliz me encanta, hace poco Vicky, mi hija, me trajo de regalo una bolsa de cables negros, los atesoro, de vez en cuando yo lo utilizo para recordar el abrazo de mi madre con el que siempre sueño, las bulliciosas fiestas de Halloween que mis tías nos hacían y a Marruecos que quizás nunca lo llegue a conocer físicamente pero que puedo describírselos como si en una vida pasada hubiera vivido allá, pero sobre todo, el regaliz me recuerda que para ser docente sólo se necesita tener vocación y también, una abuela como la que Dios me regaló.

Nació en Torreón Coahuila, en 1968. Licenciada en Historia con un posgrado en Educación. Docente de asignaturas del área de Ciencias Sociales. Trabajó del 2016 al 2020 como Responsable Académica del Bachillerato Intercultural de Popolá en Valladolid, Yucatán y del 2016 al 2018 supervisando de manera académica a los 198 planteles del Telebachillerato Comunitario (TBC) en el mismo estado, actividades que la conectaron con las costumbres, tradiciones, formas de vida y el aprendizaje servicio propio de las comunidades rurales. Ha colaborado con la Dirección General de Bachillerato de la SEP en la creación del programa modular de primer semestre del TBC “Matemáticas, fuerzas y movimiento”, con la Universidad del Valle de México campus Mérida en la elaboración del programa de la asignatura Comparative History, así como en la revisión del programa de estudios del Bachillerato Intercultural de Yucatán bajo la supervisión de la Coordinación General de Educación Intercultural y Bilingüe CGEIB.