Violencia, Género, Deporte e inclusión social

Foto: Granma

Por Natividad Guerrero Borrego y Julio Enrique López Alfonso

La violencia está presente en diferentes actos de la vida cotidiana, existen disímiles formas de violencias en el ámbito de las relaciones personales, familiares, laborales, profesionales, políticas, comerciales, así como violencia para sobrevivir, controlar desde poder, sublevarse contra la dominación, entre otras. Se manifiesta también en las actividades físicas y deportivas particularmente en el deporte de alto rendimiento.

A lo largo de la historia se han suscitado diversas manifestaciones de violencia, unas motivadas por el ambiente de las competencias en los escenarios deportivos, lo mismo entre atletas como entre ellos, árbitros y entre equipos. Lo cierto es que evidencias no faltan, ni es preciso describirlas. Lo más lamentable a nuestro juicio, es que ocurran dentro de un equipo deportivo, toda vez que este constituye una unidad desde la cual se compite y si dentro de ella se manifiestan situaciones violentas, entonces esos equipos estarán en desventaja ante cualquiera competencia. Esas discrepancias internas que provocan alteraciones entre los miembros. Lesiona la unidad en las dinámicas necesarias para vencer, tensiona a los jugadores, crece la desconfianza, el recelo y daña la cooperación y la cohesión del equipo, repercutiendo en la estrategia que conduce al triunfo.

Desde tiempos remotos las prácticas de deportes fueron consideradas cosas de hombres, las primeras competencias deportivas sólo contaban con la presencia masculina, incluso como espectadores. Así mismo, los primeros deportes entre hombres que probaban su fortaleza y habilidades guerreras, se luchaba contra fieras poderosas, todo para divertir a la hegemonía imperante, a quienes no les importaba la vida de los que eran elegidos para pelear, independientemente de su deseo e interés.

Joana Pastrana,, campeona mundial de boxeo.

Las acciones de combate no contaban con protección alguna para los competidores. Con el de cursar de los años la violencia que imperaba en esas prácticas se fue modificando hasta la actualidad; se estructuran los tiempos de competencia de modo que los atletas no expongan su salud, se introduce el arbitraje para controlar la dinámica de la competencia, se perfeccionan los reglamentos de cada deporte, así como los mecanismos que protejan y garanticen no poner en riesgo la vida de los atletas.

En sectores de las sociedades se ha cuestionado la presencia de la mujer en algunos deportes por el solo hecho de ser mujeres y considerar que éstas no deben practicar y participar en determinadas actividades física y competiciones que implican fuerza, resistencia y agresividad. Como es el caso de los deportes de combate; la lucha o los de fuerza como las pesas. La defensa al derecho de las mujeres a practicar y participar en eventos deportivos de alto nivel, comenzó a tomar fuerzas y trajo como resultado la inclusión de ellas, sin cortapisa alguna, existiendo una reglamentación que legitima su participación.

La legitimidad de la presencia femenina en juegos olímpicos, continentales y regionales es una realidad, pero desde la perspectiva de género, han existido inequidades en la participación de la ciudadanía y en particular en los roles de hombre y mujeres en la esfera del deporte, quedando ellos beneficiados en diferentes ámbitos del sistema deportivo. No obstante, las transformaciones culturales y sociales en relación con los roles de uno y otro género, se ha ido modificando el pensamiento de las diferentes poblaciones, favoreciendo la inclusión de las mujeres en los diversos escenarios deportivos. 

A pesar del bienestar que provocan las prácticas deportivas y la actividad física en general, tuvo que pasar mucho tiempo para que las mujeres pudieran ingresar en clubes deportivos y desarrollar actividades físicas que contribuyeran a su salud física, mental. Incluso en aras de una mejor imagen corporal.

Idalys Ortiz, campeona olimpica de Judo. Tokio, 2020. Foto:: EFE

En los últimos tiempos las mujeres han conquistado espacios en eventos deportivos convocados a diferentes niveles, aun cuando existen posiciones de rechazo y discriminación, no sólo por parte de hombres y algunos directivos, sino también por mujeres que consideran inapropiado y riesgoso para la salud de las que lo practican. También se opina que no son propios para las que practican esos deportes ya que les desarrolla rasgos y gestos masculinos.

La exclusión de las mujeres de un grupo de deportes no sólo obedeció a posturas masculinas, no todas las mujeres comparten el criterio de que algunos deportes ejercitados por los hombres deben ser practicados por mujeres. Es un tema recurrente, polémico que aún está en debate y que responde a una cultura patriarcal.

Los detractores consideran que algunos deportes de combate son impropios para ellas, teniendo en cuenta su constitución y fortaleza, otros opinan que pueden practicar y participar en competencias de alto nivel siempre que se preparen para ello y puedan desarrollar capacidades físicas al igual que los hombres.

Lo cierto es que existen posturas discriminatorias, excluyentes e incluso violentas en torno al tema, el cual ha sido poco tratado en la agenda pública, a pesar de ser un asunto de interés, pues el deporte es fuente de salud y sus eventos de alto nivel constituyen espectáculos deportivos-culturales que generan bienestar y disfrute en todo el mundo. 

La figura femenina es reconocida en lides nacionales e internacionales, la equidad de género en el ámbito del deporte todavía en el siglo XXI requiere de mayor atención para que puedan ser aprovechadas las oportunidades que están normadas. Cada vez son más las mujeres que realizan actividades físicas para cuidar su salud, su imagen y también son más las que aspiran a destacarse en esta esfera, pero aún no es equitativa la participación, pues los hombres llevan una gran ventaja.

El deporte se ha convertido en una de las actividades sociales con mayor presencia y capacidad de convocatoria en los últimos tiempos. Aspectos como la salud, la recreación, la superación y la competitividad que el deporte genera, contribuyen no sólo al desarrollo integral del individuo, sino también al incremento de la calidad de vida de las sociedades.

Sorayda Jiménez, primera mujer mexicana en ganar una medalla de oro en los Juegos Olimpoicos. Sidney, 2000. Foto: BBC

La violencia es un fenómeno multifactorial, complejo y muy difícil de abordar, ya que representa un aspecto más de la sociedad agresiva en la que vivimos Es cierto que a las mujeres les ha costado más trabajo su visualización en este ámbito, pero los hombres deportistas no quedan exentos de padecer violencias; ellos y ellas son víctimas de quienes ostentan el poder y financian en diferentes niveles las actividades deportivas. Los dueños de clubes deportivos contratan a entrenadores, compran y venden atletas, acompañan la formación deportiva de personas que se endeudan luego por muchos años, resultando lamentable que una actividad que en general promueve bienestar y salud sea manipulada y convertida no pocas veces en un negocio lucrativo.

Ante los propósitos mercantiles los hombres tienen más ventajas que las mujeres, pero son igualmente víctimas, entonces se distorsiona una y otra vez la actividad física sistemática, rigurosa e intensa que es el deporte de alto rendimiento.

En la medida en que es más alto el nivel competitivo se generan más ingresos y costo alrededor de un o una atleta. Hay carreras deportivas de alto costo en los que es preciso cuidar la dignidad, integridad, principios éticos del o la deportista para que alcancen resultados satisfactorios, pero con dignidad y salud.

En algunos países el deporte no es una actividad para todas las personas, los pobres no pueden soñar con alcanzar la fama, en otras latitudes el deporte es una cuestión elitista, incluso hay algunos muy costosos por el tipo de implementos que emplea y condiciones del lugar donde se practica y estos elementos se convierten en realidades que violentan la vida de quienes, teniendo condiciones físicas, no pueden pensar en arriesgarse para lograr ese sueño. 

Las Amazonas de Yaxunah, primer equipo de softbol fememil en Yucatan, integrado por mujeres mayas que juegan con su vestimenta tradicional. Foto: Furiagris.com

En situaciones como estas las mujeres siguen siendo víctimas, porque su realidad las reduce al ámbito doméstico esencialmente, a la maternidad, al cuidado de otras personas, aunque no sean sus familias, en muchas ocasiones es su ocupación. Entonces ellas vuelven a ser violentadas porque no puede escoger, generalmente alguien escoge por ellas y consideran que su mejor futuro será en ocupaciones y profesiones de “mujeres”, no son visualizadas como futuras campeonas, mucho menos si no proceden de familias con buena posición económicas. Las mujeres mientras más pobres, en determinadas regiones del mundo, tienen menos oportunidades de elegir el deporte como su futuro. Para ellas el deporte no es una opción imaginable, mucho menos posible.

Las desigualdades se expresan de manera interseccionadas, no sólo importa el género, pues como se ha analizado éste cuenta y genera en sí desigualdades, pero también cuenta la posición económica, el territorio o región a la que se pertenece. Implica poder dedicarse de manera sistemática a una actividad que implica sacrificios y sistematicidad, además de condiciones física y mentales.

El proceso deportivo cuenta con muchas variables, cuando convergen, pueden resultar atletas saludables, virtuosos/a y triunfador/a, pero en ese camino se entrecruzan otras variables que también cuentan y no todos/as pueden soslayarse, obstáculos que generan violencias esencialmente psicológicas y físicas. El deporte, como se expresó antes, es una actividad compleja que precisa de mucha atención para que ofrezca lo mejor de sí, no solo a los espectadores, sino a quienes lo hacen una realidad.

Natividad Guerrero Borrego
Es Licenciada en Psicología, Master en Sexología, Doctora en Ciencias Psicológicas, Profesora Titular e Investigadora. Es autora de varios libros y numerosos artículos en revistas cubanas y algunas extranjeras. Es miembro de la Comisión de Grados Científicos de Salud Pública y de varias Asociaciones Científicas cubanas. Actualmente conduce una sección fija sobre orientación psicológica y sexológica de la Emisora Habana Radio, de la Oficina del Historiador de La Habana. Dirigió por muchos años el Centro de Estudios sobre la Juventud (CESJ), perteneciente a la Unión de Jóvenes Comunistas de Cuba, fue jefa del Departamento de investigación y Docencia del Centro Nacional de Educación Sexual CENESEX, donde se desempeña en la actualidad como especialista de esa institución, abanderada de la inclusión social en Cuba. Es miembro de varias Asociaciones Científicas (Psicología, Pediatría, SOCUMES y SOCUDEF). Ha recibido varios reconocimientos, entre ellos, la Orden “Carlos J. Finlay”, otorgada por el Consejo de Estado de la República de Cuba y Reconocimiento especial “Ángel Custodio Arce” otorgado por la Cátedra de Género, Salud y Educación Sexual de la Universidad de Ciencias Pedagógicas de la Habana.