El documental «Charras 40 años después» dirigido por Jorge Araujo, es una producción del año 2014, ideada por Rocío Bates y Carlos Villanueva, a quienes agradecemos su generosa colaboración al facilitarnos una copia comentada de la película. Esta producción cinematográfica, hasta ahora la única que se ha hecho sobre el tema, se proyectó en el Centro de Estudios e Investigaciones Sociales y Culturales Efraín Calderón Lara la noche del 13 de febrero de 2023 y permitió abrir una interesante conversación acerca de las luchas sociales de los años 60 y 70 en Yucatán.
Es importante señalar que la película es un valioso aporte a nuestra cultura fílmica peninsular, y a la memoria de un imprescindible luchador social. Está basada en la novela «Charras» de Hernán Lara Zavala, pariente cercano de Efraín Calderón Lara y reconocido escritor. Es decir, que está ceñida a un punto de vista que recoge los hechos y los lleva a una profunda experimentación literaria. Para ser fiel a la novela, el documental exalta la memoria de Efraín Calderón Lara mediante testimonios y recreaciones dramatizadas, espléndidamente actuadas por artistas yucatecos. Estos elementos estéticos convergen en el protagonista configurándolo como una figura única, que representa en su personalidad una serie de poderosas fuerzas sociales que son abatidas mediante su asesinato. Este procedimiento, válido en obras artísticas, como lo son la novela y su versión cinematográfica, pudo discutirse y matizarse en cuanto nos decidimos a rememorar el contexto histórico y social en el que surgió la figura de Efraín como la de un luchador social excepcional.

Durante la proyección, tuvimos la fortuna de poder discutir ampliamente con los espectadores aquello que la película, por necesidad estética, deja fuera del cuadro. El movimiento social yucateco en su larga duración, que, con sus rupturas y continuidades, se puede comenzar a entender desde 1915, con la liberación de los peones acasillados durante el régimen revolucionario de Salvador Alvarado, y más adelante, con el régimen socialista de Carrillo Puerto y el reparto agrario cardenista. La continuidad de este movimiento comenzó a manifestarse con mayor resonancia desde la década de 1960, al igual que en otras regiones del país y del mundo, mediante el surgimiento de una generación de jóvenes comprometidos con su presente y con el ideal de transformar su realidad mediante la lucha social. Esta lucha involucraba también a grupos obreros, campesinos, magisteriales, de profesionistas, como el gremio de los médicos, así como de trabajadores ferrocarrileros y electricistas, entre otros.
En Yucatán existieron representantes de todos estos grupos sociales en resistencia. Un caso ejemplar es el del Dr. Gilberto Balam Pereyra, médico que participó en el movimiento que inició su gremio a mediados de los sesenta y quien padeció la represión y el encarcelamiento político en la célebre prisión de Lecumberri, durante más de un lustro. También hablamos del movimiento de los electricistas del SUTERM, dirigido a nivel nacional por Rafael Galván, y que en Mérida tuvo importantes manifestaciones con el liderazgo de Humberto Sosa Pérez, quien era dirigente de la sección sindical yucateca, mientras que su hermano, Luis Sosa Pérez era dirigente ferrocarrilero. Además, hubo personalidades del deporte, como José Antonio Acal Molina, dirigente de la Asociación de Gimnasia Olímpica Yucateca, quien desde su actividad deportiva reclutaba jóvenes para formar parte de las juventudes comunistas de aquel entonces. Estas personas influyeron decisivamente entre los estudiantes de aquella generación quienes, como Pedro Quijano y otros compañeros suyos, estudiantes normalistas, formaron el Frente Cultural Estudiantil “Jacinto Canek”, con el cual comenzaron a hacer manifestaciones conmemorativas, de protesta y de trabajo social en colonias populares, invitando a participar a otros estudiantes de diversas facultades y organizaciones estudiantiles para que aportaran sus conocimientos y apoyo a la lucha social.
Entre estos estudiantes que se fueron sumando a esas actividades estuvieron Lorenzo Peraza, quien estudiaba Medicina y se integró a las brigadas de salud, así como Efraín Calderón Lara, quien estudiaba Leyes y se dedicó, junto con Pedro Quijano y Humberto Sosa, a asesorar a colectivos de trabajadores y a formar sindicatos independientes. Ese activismo de todas las horas estuvo, además, apoyado por una notable generación de profesores yucatecos, egresados en su mayor parte de la Escuela Normal Rural de San Diego Tekax, que habían apoyado el movimiento estudiantil desde antes de 1968, así como el movimiento campesino de 1969, y que formaban el núcleo activista del Comité Estatal del Partido Comunista en Yucatán. Entre estos, el profesor Roger Aguilar, quien presidía el comité, Fernando Aguilar, Filiberto Pinelo, Yadira Medina, Pedro Echeverría, entre otros, algunos de los cuales aún acompañan la lucha social de hoy en día, como los profesores Juan Alberto Bermejo y Jaime Vázquez Barceló. Aquellos profesores hicieron, además, una importante contribución a la sociedad yucateca desde su cotidiana labor pedagógica, radicalmente comprometida con la tradición socialista que caracterizó a las escuelas normales rurales desde su creación durante el cardenismo, y que las hizo tan incómodas para el régimen autoritario.

Es decir, que cuando hablamos del Charras, no hablamos de un luchador social solitario, sino de un joven estudiante, que al igual que muchos otros, decidió poner sus conocimientos y su energía del lado de los oprimidos, junto con profesores, obreros y campesinos que luchaban por un cambio social. Esto, en una época en la cual ser joven y/o pertenecer al partido comunista era ilegal y mal visto por la prensa conservadora, que dominaba los medios de comunicación y formaba una opinión pública conformista, con lo cual facilitaba la represión que ejercía el Estado como un solo bloque autoritario en todo el país.
Precisamente por formar parte de una juventud que se expresaba en voz alta en todo México, el asesinato de Estado, perpetrado en la persona de Efraín Calderón desató una intensa movilización estudiantil y popular en Yucatán, que se organizó en más de 50 comités barriales de lucha, que los estudiantes ayudaron a formar de inmediato, como respuesta a la represión, manteniendo una huelga general en Mérida y municipios cercanos, que duró desde el 14 de febrero al 10 de abril de 1974, cuando los autores materiales del crimen fueron detenidos.
Algunos detalles del contexto histórico de la lucha social nos fueron referidos luego de la proyección de la película, tanto por Pedro Quijano como por Lorenzo Peraza y también por el arqueólogo Alfredo Barrera, quienes formaron parte de aquella organización popular y, no obstante, su juventud de entonces, fueron víctimas de la persecución y la represión estatal. Ambos fueron amigos y compañeros de lucha de Efraín Calderón, y hasta la fecha, desde el CEISC mantienen vigente su activismo en varios frentes, como el cultural, el campesino y el magisterial.

Entre los espectadores se hallaba también un joven trabajador del sector salud quien hizo la donación al CEISC de un libro que contiene los testimonios y memorias de sus mayores, enfermeras del IMSS, que en aquella época eran estudiantes, y donde narran algunos episodios de su participación en el movimiento de protesta estudiantil, obrero y campesino de 1974.
La memoria de la lucha social en Yucatán está hoy más viva que nunca. A un año de conmemorarse el 50 aniversario de aquel movimiento popular, y el aniversario 100 del asesinato de Felipe Carrillo Puerto, es preciso volver a tejer los hilos que entrelazan la memoria con la Historia. Aquellos movimientos y los actuales, forman parte de la lucha de clases en nuestra región. La lucha por las cosas materiales, sin las cuales no se pueden tener las cosas finas y espirituales. Esas que se presentan y viven, no como botín de los vencedores, sino como coraje, astucia, confianza, humor y firmeza en el camino de los que luchan, como diría Walter Benjamin.
Gracias por compartir generosamente esta reseña sobre un personaje con dignidad y principios que exhibió el verdadero rostro del empresariado y de la clase política yucateca, un rostro intolerante y asesino cuando se atenta contra los intereses del gran capital.
Este rostro que nos mostró Efrain Calderón Lara de esos asesinos, sigue siendo el mismo, no ha cambiado.