Dentro de la guerra de Ucrania hay tres guerras: la acción militar, y la acción financiera y la guerra mediática.
Es necesario considerar que esta guerra no es una acción deliberada de Rusia, sino que responde a las acciones de ocho años atrás, cuando los ucranianos efectuaron diversos actos de agresión en contra de las ciudades de Donest y Lugans, y que en defensa de esos territorios hubo de imponerse a esa realidad.
Fueron advertidos de que esas acciones provocadoras responden a las acciones fascistas, corriente política surgida en el período de la Crisis General del Capitalismo, conocida como Fascismo. Siguiendo lo señalado por el Diccionario de Política, publicado por editorial Progreso, los fascistas utilizan en beneficio propio las vacilaciones de las distintas capas de la pequeña burguesía y los elementos desclasados hacia la reacción.

Es de observarse que las acciones emprendidas para evitar que Donest y Lugans se unan nuevamente a Rusia, pese a que ya se les concedió la independencia, tiene como elementos perturbadores las situaciones sociales devenidas en acciones agresivas con los pobladores, principalmente al Batallón Azof dirigido por “banderistas”, quienes pudieron incorporar, dentro de las filas de ejército de Ucrania, a los actores de las agresiones a las poblaciones.
La prensa occidental reitera, como argumento para justificar las “derrotas de Rusia” en el Kremlin y el campo de batalla, en consecuencia, acciones encontradas en las diferentes decisiones de la guerra. Sostienen que los” avances ucranianos” son el éxito de sus fuerzas en la guerra, ya que obligan a retroceder al ejército ruso; a abandonar armamento (signo de derrota) hacia las líneas rojas marcadas a los europeos para que éstos dejen de intentar su avance hacia las fronteras de Rusia; obligar a que ésta abandone las regiones de Donest y Luganz y, desde luego, renuncie a las consultas de los territorios ocupados y, sin más, regresen sus tropas a la Federación.

Europa aún no ha entendido el juego perverso de los Estados Unidos. Situación similar se dio en los Balcanes, luego en la guerra de Irak y, más recientemente, en el abandono desesperado de armas y territorio de Afganistán, que puede considerase una derrota al ejército de Estados Unidos.
Sin embargo, los poderes que conforman el imperio: el Pentágono, las fábricas de armas y los grandes bancos, con sus acciones financieras desestabilizadoras, tratan de asegurar los territorios de Rusia y, obvio, adueñarse de las riquezas que ésta posee.
El Kremlin ha sido muy claro en su mensaje. “Nadie dude que atacaremos con todas nuestras fuerzas en defensa de nuestra nación”. Y este mensaje no es precisamente para los ucranianos, sino a aquellos que se esconden detrás del gobierno de Ucrania y que mueven los hilos y las bocinas ampliando los mensajes.
Europa no tiene nada que ver en esta guerra que le ha sido impuesta por el imperio y que ahora empieza a mostrar fracturas en sus poblaciones, como las masivas movilizaciones de Francia, pidiendo que se abandone la guerra y salirse de la OTAN, que sienten una camisa de fuerza para ellos, Europa. Las motivaciones: el alto costo de la vida; el invierno que se avecina; la limitación en el consumo de gas y electricidad: el costo de los energéticos. Todo este aumento se encuentra muy por encima de las posibilidades de las poblaciones de estos países europeos y muchos de ellos recuerdan las guerras pasadas en sus territorios.
Las presiones de la OTAN, a través de Europa, hacia los países bálticos para que impidan el paso de los rusos y menos que ejerzan su derecho de turistas en esos países. Todo esto tiene como propósito el aumento de la presión a Rusia y obligarla, cual señalamos antes, a retirarse y abandonar sus acciones en Ucrania.
Misma situación se ha observado con Bielorusia; evitar que se una a Rusia y a “su guerra”.
Desde luego, es claro, el pensamiento y acciones fascistas en el devenir de esta guerra y se sospecha que quienes dirigen a la Unión Europea participan de estas ideas, amén de su subordinación total al imperio.
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