Esta frase latina hace alusión a cuando algo ha sido consumado sin posibilidad alguna de dar marcha atrás, se ha utilizado este vocativo en latín para dar a conocer la irrevocabilidad de una decisión o de un suceso como el que acaba de consumarse en el momento que esto se escribe, como parte de la estrategia de sojuzgamiento del actual gobierno a todas las instancias de México… no únicamente se trata de ceder el control de una organización que se suponía debería ser de carácter civil como debería ser la Guardia Nacional tras su supeditación a la Secretaría de la Defensa Nacional (Sedena).
Lo interesante, o lo que no se está observando, son las consecuencias que ni siquiera las padeceremos de forma inmediata: que no habrá fuerza civil armada encargada de las tareas de seguridad pública; es decir, que las labores de prevención, detención, combate a los delitos de alto impacto, entre otras, serán llevadas a cabo por elementos cuya formación es prácticamente igual a la de soldados y marinos. Por eso es que tantas personas alzan la voz; porque en la práctica, SÍ tendríamos una Guardia Nacional, cuya única diferencia con las fuerzas armadas “oficiales” sería el uniforme.
Fue curioso observar cómo, en el pasado desfile del 16 de septiembre, la formación del personal de la Guardia Nacional, la estructura de las columnas y la manera de rendir honores al lábaro patrio y al presidente de la República fue exactamente igual a las realizadas por el Ejército, Fuerza Aérea y Armada mexicanos. ¿Coincidencia? Obviamente no.
Ejército, Guardia Nacional y Armada de México… ¿Alguna diferencia? Tal vez sólo en el color del uniforme.
Tenemos ahora la mesa servida, motivo de gran preocupación, para que los opositores al proyecto morenista, tanto políticos como civiles, puedan ser intimidados, perseguidos, detenidos e incluso, desaparecidos por una institución que no fue diseñada para aproximarse a la problemática civil, sino para contener los problemas de seguridad pública, pero bajo estrategia militar. Institución que, en cualquier momento, puede salir a la calle a “contener” las manifestaciones sociales, los derechos civiles y, a su vez, está en capacidad de hacer un “trabajo sucio” que mantendría a las instituciones tradicionales libres del escarnio y la crítica, porque si algo llegara a salir mal, es más simple disolver una Guardia Nacional que un Ejército o una Armada.
Ya se han tenido casos similares en el presente siglo con la Policía Federal Preventiva (PFP) y la Policía Federal (PF), ambas de triste memoria por las acusaciones de corrupción y de trabajar para el crimen organizado, lo que llevó a que fueran disueltas en su momento.
Aunado a lo anterior, me surge una duda: ¿Cuál es el área de competencia de la Guardia Nacional? Si es el ámbito federal, en algún momento podrían solaparse sus acciones con las correspondientes al Ejército de Tierra; si le corresponde la vigilancia de los litorales mexicanos, ocurriría lo mismo con la Secretaría de Marina; si fuera el espacio aéreo, se daría otro tanto con la Fuerza Aérea; si su función fuera la de investigar delitos como el narcotráfico, secuestro y trata de personas, entonces, estaría en conflicto con la Fiscalía General de la República.
Pero ¿Y si sus funciones fueran eminentemente policiales en cada entidad del país? Entonces, estaríamos asistiendo a la desaparición de las policías estatales y municipales en sus funciones contenidas en las constituciones de cada estado. Eso traería como consecuencia que, bajo el argumento que tienen actualmente los gobernadores de “una mejor seguridad” y ante las imparables solicitudes al gobierno Federal de la presencia del Ejército en sus calles, la misma Sedena estuviera en condiciones de decidir a quién mandar a los estados: a las tropas militares o a las tropas de la Guardia Nacional, que, llegados a este punto y como mencioné anteriormente, terminan siendo sólo cuestión de uniforme. Entonces, nos enfrentaríamos a personas desempleadas, pero con conocimiento del manejo de armamento, de puntos específicos de las ciudades y con la necesidad de alimentar a sus familias… ¿A dónde imaginan que irán a ofrecer sus servicios?
En este contexto, encontramos que no es nada más la entrega de una corporación y funciones de carácter civil al ejército y ya, el mensaje que envía el gobierno Federal es contundente: no hay confianza en las policías locales, no se considera prudente invertir en adiestramiento, preparación y profesionalización de sus integrantes y mejor se delega esa función a las instituciones con un gobierno propio y paralelo como las castrenses, porque hasta el día de hoy, y por su estructura y naturaleza, mantienen sus propios reglamentos.

Por otra parte, y regresando de manera concreta al tema de la militarización del país, ésta no se restringe al ámbito del combate a la delincuencia, los contratos para la creación de obras de gran impacto social serán también adjudicadas de manera directa a los ingenieros navales y militares, no solamente contraviniendo cualquier legislación de un país civilizado, sino además dejando fuera a los empresarios civiles, perjudicando fuentes de empleo, crecimiento económico, provocando fuga de capitales, entre otras consecuencias. Recordemos también que las aduanas, las fronteras, los puertos, están ya en responsabilidad de SEDENA y SEMAR. Sólo hacía falta que el Estado se apoderara del control al interior de la nación y, al parecer, está a un paso de lograrlo con la integración de Guardia Nacional a la Secretaría de la Defensa.
Por supuesto, es evidente la incapacidad del gobierno para desarrollar y establecer los mecanismos necesarios que den como resultado una policía de origen civil que no sea corrupta y que además sea aceptada, en la cual pueda confiar la población. Además, continúa el riesgo de seguir poniendo en entredicho el prestigio del Ejército ante el impacto corruptor de los grupos del crimen organizado, porque como dice el clásico: no aguantarían un cañonazo de 50 mil pesos… además de ello, están obligando, so pena de perder su antigüedad, grado y trayectoria, a elementos que se dieron de alta en el Ejército y la Armada, a cumplir funciones de índole civil, para lo cual no están preparados.

En esta discusión estéril, donde las decisiones se toman por número de legisladores y no por la racionalidad del argumento, se antoja como inevitable y de mero trámite lo que vendrá en las cámaras y comisiones del Senado, porque está más que demostrado que no importa que partido gane o pierda las elecciones, los que siempre saldremos perdiendo somos los ciudadanos, pues, al parecer, en estos años que han estado las fuerzas armadas en las calles, los delitos y la inseguridad no parecen haber disminuido, aun cuando esa fue la principal motivación ¿Por qué habría de ser diferente con la Guardia Nacional? ¿Y, qué pasará si esa estrategia no funciona? ¿Qué le espera al pueblo de México?
Hasta la próxima entrega
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