El sufragio femenino comparte tronco común con el movimiento feminista por preocuparse ambos de hacer visible a las mujeres en la sociedad.
Las ideas del Siglo de las Luces cargadas de elogios al hombre y a la razón con escritos como El Contrato Social de Rousseau donde se habla de libertad e igualdad entre los hombres, La Independencia de las Trece Colonias de Norteamérica, cuyas ideas influyeron para que en 1776 en Nueva Jersey una mujer acudiera a votar al tener la Constitución estatal, la Revolución Francesa y la Declaración de los Derechos del Hombre y del Ciudadano, cuyo artículo primero enuncia que los hombres nacen y permanecen libres e iguales en sus derechos, la Declaración de los Derechos de la Mujer y de la Ciudadanía escrita por Olympe de Gouges, cuyo preámbulo induce a la reflexión: “Hombre, ¿eres capaz de ser justo? Una mujer te hace esta pregunta; por lo menos no le privarás ese derecho. Dime, ¿qué te da imperio soberano para oprimir a mi sexo? ¿Tú fuerza? ¿Tus talentos?” el libro Vindication of the Rights of Women de Mary Wollstonecraft, la cual niega que las mujeres sean inferiores a los hombres, pidiendo educación para alcanzar la igualdad, las aportaciones del protestantismo como ideología religiosa y social que motivaron a las luchadoras feministas del siglo XIX, las ideas del capitalismo de Max Weber o Carlos Marx donde los ideales, la competitividad, el crecimiento así como la lucha de clases empezaron a ser evidentes o el libro The Subjection Women, del economista John Stuart Mill, el cual inspirado por su esposa Harriet Taylor defendió los derechos de las mujeres, la revolución industrial, el desarrollo económico y la expansión comercial, impulsaron no sólo a las mujeres sino a la sociedad entera a luchar para alcanzar una vida mejor, una vida más digna, no pudiendo resumirse el sufragio femenino en un movimiento político-social, sino también económico, cultural e histórico.
Debido a que el sufragio femenino no fue otorgado de manera homogénea, sino que dependió de la situación política, económica, social y cultural de cada país, la historia del sufragio femenino es diferente en todos los países.
Uno de los sucesos históricos relevantes que ayudó a que la mujer pudiera por primera vez acudir a las urnas fue la Primera Guerra Mundial (1914-1918). La Gran Guerra al dejar a varios países con un gran número de muertos, discapacitados y una población envejecida hizo que la participación de la mujer fuera necesaria, el papel de la mujer después del gran suceso bélico no sería el mismo, al volverse indispensable en el campo, las fábricas, oficinas y escuelas, obtuvo un nuevo lugar en la sociedad ayudando al progreso del feminismo así como a las ideas de la obtención al voto en algunos países. A pesar de la negativa por parte de algunos sectores de la población de que las mujeres pudieran elegir y ser electas, en muchos países europeos y Estados Unidos el derecho al voto femenino fue un reconocimiento colectivo a los méritos acumulados, el cual llagaría a Latinoamérica hasta mediados de siglo y en contextos muy diferentes.
Debido a que el sufragio femenino no fue otorgado de manera homogénea, sino que dependió de la situación política, económica, social y cultural de cada país, la historia del sufragio femenino es diferente en todos los países.
En Francia a las mujeres del siglo XIX se les negó el derecho a votar por ser “inoportuno, inapropiado o alternativamente peligroso”, a las francesas se les concedió como un “regalo paternal” por Charles de Gaulle en 1944, ciento cincuenta y cinco años después de la autoproclamación del Tercer Estado como Asamblea Nacional en 1789 y noventa y seis después de que en 1848 un grupo de soldados dispararon contra un grupo que pedían una nueva república y el derecho a votar a todos los hombres
En Estados Unidos el movimiento sufragista estuvo vinculado al movimiento antiesclavista en el cual se luchaba por la libertad e igualdad de los esclavos, articulando las mujeres esa idea de libertad hacia la obtención del voto.
El sufragio femenino latinoamericano se dio con organizaciones femeninas las cuales estaban bajo el caudillismo, “es decir, bajo el control de un “hombre fuerte”, estructurado en torno al personalismo (relación patrón-cliente), y en el uso del poder muchas veces al margen de las leyes establecidas,” por lo que no tuvieron gran libertad de expresión atrasado su entrada al terreno político.
Nueva Zelanda fue el primer país en colocarse en la vanguardia del cambio social al otorgarles el voto a las mujeres en 1893 dando ejemplo de sensatez y concordia al no tener manifestaciones y desórdenes entre mujeres y opositores.
En México ese derecho se dio a las mujeres el 17 de octubre de 1953, tardío en comparación a otros países de América como Estados Unidos en 1920 o Ecuador en 1929, anticipado si se compara con otros de Europa y África como Suiza en 1971 o Kuwait donde las mujeres acudieron por primera vez a las urnas en el 2006.
La lucha por el sufragio ha estado llena de obstáculos y revocaciones originados por antisufragistas, tal es el caso de Inglaterra cuyo movimiento el siglo XIX en pro del voto a pesar de haber estado lleno de un fervor religioso que impulsó a las mujeres a demandar su derecho a votar no lograron conseguirlo sino hasta ya entrado el siglo XX. Al rebelarse un grupo de mujeres —las New Women– en contra de los patrones de género vigentes fueron tachadas de hombrunas, mannish, tanto por hombres y mujeres, su nueva manera de ver la vida con ideas propias, no anudada a la maternidad, crianza de los hijos y matrimonio fue duramente criticada, al grado que las demandas feministas se vieron relacionadas con esa nueva actitud, la cual los victorianos más reaccionarios las vincularon con el sufragio. Tras la muerte de la Reina Victoria I en 1901, la situación de las mujeres sufragistas mejoró, continuaron su lucha a través de manifestaciones las cuales dieron fruto en 1919 cuando sólo las mujeres mayores de treinta años pudieron votar, para hacerlo todas sin restricciones en 1928.
Unas de las principales discriminaciones que se han dado dentro del sufragio femenino han sido la de raza o etnia, estatus económico o nivel de educación, en Sudáfrica fueron las mujeres de piel blanca las primeras en poder hacerlo.
A pesar de que la mayoría de las mujeres ya pueden votar y de que el sufragio ha contribuido para mejorar no sólo la vida de las mujeres sino de la población entera la igualdad todavía no es real, persisten obstáculos y conflictos derivados del pasado, de ahí la importancia de seguir impulsando el voto femenino.
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