Epístola de la inclusión: el cuento de los blancos que combaten el racismo

Este cuento está basado en hechos reales. Los nombres de la ciudad y la ONG en cuestión han sido omitidos porque mi intención es reflexionar sobre los hechos como algo que atraviesa a más personas en otros tantos lugares. Son hechos reales. Y esa es la cuestión. Ese es el problema.

Me llamó la representante de una ONG que organiza una jornada de artes escénicas contra el racismo y la xenofobia en un lugar de Castilla y Léon. Me pidió un espectáculo para su actividad. Le ofrecí Macario, muerto de hambre, mi adaptación del cuento rulfiano que habla de la marginación y la soledad de un hombre enfermo mental. Le encantó la idea.

A las dos horas, recibí este e-mail de la misma persona:

[…] tal y como presentas la obra ahora mismo no podemos contar con ella. El motivo es, que la marginación que sufre el personaje no es por causa racial. Este hecho ocasiona que no me lo hayan aprobado. 

Si tú pudieras adaptar otra propuesta donde se recalque de manera clara este hecho, comunícamelo […]

Me frustró el rechazo. No es bonito que te digan que no. Pero, pensé, este es el camino profesional que elegí. No pasé el filtro artístico, esto pasa cada día: mi trabajo es juzgado por una persona que programa teatro, y no le encaja la propuesta. Fin.

Luego releí el e-mail y reflexioné: una ONG que trabaja ayudando a personas refugiadas y migrantes acaba de decirme que mi trabajo no cumple con un requisito de forma. No es un simple filtro artístico, es un filtro administrativo, un filtro político.

No obstante, y por salud mental, elegí centrarme en la opción de presentar otra pieza:

[…]

La propuesta que puedo hacer es adaptar el texto, centrándome en una parte de la obra en la que el personaje sufre una discriminación racial que le impide trabajar  y recibir atención médica por ser extranjero. Sería una adaptación exclusiva para este evento que organizan […]

Esbocé esa idea más adecuada a lo que me estaban pidiendo y pensé: así aprendo a vender mejor. Me responsabilicé, ya que la frase con la que justificó la negativa fue: tal y como presentas la obra. Es decir, me responsabilizaba del rechazo. Aun así no podía sacarme de la cabeza la idea que dejar fuera de estas jornadas a un artista extranjero, era desperdiciar una ocasión que a la organización le vendría como anillo al dedo: brindar a su público la oportunidad de escuchar la voz de un artista migrante, un forastero. Y añadí:

[…] te comparto una idea personal, como migrante que ha vivido un proceso largo de integración en un país de acogida: la sociedad (española en este caso) tiene que tenernos cerca, escuchar nuestras historias y compartir el espacio con nosotros (los extranjeros migrados) para lograr una integración real, que combata el racismo que mayormente se debe a la ignorancia y al miedo. Y esto va más allá de cualquier ficción. 

Tanto si eligen mi obra, como si deciden que no, les deseo mucho éxito en estas jornadas tan necesarias para cambiar nuestra realidad a una más acogedora, comprensiva y con una inclusión que traspase las intenciones de los programas y se vea reflejada en las calles.

Su respuesta fue inmediata:

Esto que comentas sería perfecto porque nos interesa mucho que participes con nosotros. Esa adaptación nos encajaría a la perfección con nuestro ciclo. Por ello, me gustaría si pudieras, que me elaboraras un dossier […] para poder pasar la propuesta al equipo de coordinación […]

Me quedé satisfecho y contento. No suelo hacer obras por encargo, es un nicho de trabajo que no enciende mis pulsiones. Pero quería estar en esas jornadas. Quería que el público me viera sobre el escenario. Porque mi presencia es, en sí, un acto político, como migrante que soy.

Entregué el dossier hecho a medida. Y lo titulé La frontera. Me entusiasmé con la idea de crear un texto teatral para esa actividad específica y empezaron a cocinarse los elementos lumínicos, el vestuario, el texto, el movimiento. En fin, todo lo que implica mi trabajo escénico.

Para mi sorpresa, dos horas después de enviar el material creado, recibí esta respuesta:

Respecto a esta última propuesta que nos envías, he de decirte que no podemos incluirla en el Ciclo de Teatro. Esto es así porque dentro de nuestro programa, no podemos tratar temas relacionados con el sistema sanitario, con la dificultad que existe en poder acceder a los servicios públicos, y un largo etc., porque de eso se encarga otro departamento. Es decir, nosotros lo que podemos hacer es limitarnos a la realización de acciones que sensibilicen a la población para eliminar prejuicios y estereotipos contra la población migrante siendo en cada una de las actividades propuestas muy explícitos para poder cumplir con una justificación posterior de cara al Ministerio, por eso no te quiero hacer perder más el tiempo y me gustaría agradecerte el interés mostrado. Te deseo mucha suerte.

Me sentí impotente, frustrado y muy molesto.

Esa misma mañana había tenido cita con mi terapeuta. Hago terapia psicológica por salud mental. Porque creo en los procesos de aprendizaje y el descubrimiento de los mecanismos mi mente. Para entenderme, para dominar mis impulsos y gestionar muchos aspectos de mi profesión que generan angustia, ansiedad y depresión: la precariedad laboral para la inmensa mayoría de artistas escénicos que trabajamos en España; la aplastante cifra de que en el cine y la televisión solo el 8% de profesionales puede vivir exclusivamente de la actuación (yo pertenezco al otro 92%); el estereotipo al que nos enfrentamos los actores y actrices que no somos europeos blancos, y un largo etcétera.

Pago por esa terapia. Porque intenté recibir atención psicológica en la seguridad social, y tardaron casi tres meses en asignarme una cita. Y esto no tiene nada que ver con ser migrante. Esto es la realidad del sistema sanitario español en cuanto a la salud mental.

Obviamente, no iba a contestar a la responsable de la ONG en ese momento. Me obligué a distanciarme de las pasiones. A leer de forma técnica y objetiva lo que me estaba diciendo. Pero por más vueltas que le daba, estaba claro. Así que respiré hondo y, después de varias horas, le respondí:

[…] Me quedo algo confundido, pues cuando te comenté la adaptación que haría, me escribiste que esa propuesta les encajaría genial. Sea como fuere, yo soy un artista, no hago obras por encargo y menos con censuras para entrar en lo políticamente correcto. Estamos hablando de teatro, de arte, no de conferencias ni de estadísticas. Por lo menos no es eso a lo que me dedico.

Veo, según las cifras de (ONG en cuestión), que el 50% de vecinos autóctonos de (lugar en cuestión) prefiere no tener que convivir con población inmigrante. Eso sí que es una estadística, una realidad. Y si el objetivo de estas jornadas es sensibilizar a la población para eliminar prejuicios y estereotipos, creo que quienes deciden sobre lo que se programa, deberían plantearse quién habla sobre racismo. Es decir, quién tiene la palabra. Yo no hago teatro para contentar a ningún Ministerio. 

Igualmente, agradezco tu gestión y tu tiempo, pues me ha hecho reflexionar sobre la inclusión: quién incluye y a quién se incluye (https://lectambulos.com/mi-inclusion-legitima-tu-supremacia/, Efraín Rodríguez), qué tanta voluntad hay en el discurso institucional respecto a temas tan delicados como son el racismo y la xenofobia, y qué tanto obedece a un lavado de cara, a una cuota. […]

También le dije que no creía en la suerte, sino en las acciones. Por aquel buena suerte con el que despidió de mí en su último e-mail. Creo en las acciones, le dije, y algunas se realizan con éxito, otras no. Así que les deseo éxito con estas acciones, que se logre la sensibilización, la reflexión, el cambio.

Y es verdad, deseo que esas jornadas funcionen, que cumplan su objetivo.

Según la psicología social, el porcentaje de persuasión en una masa que escucha un mensaje, depende en gran parte de quién habla, quién tiene la palabra. Si la masa se siente identificada con quien habla, si le infunde respeto, es probable que crea en lo que dice y, por ende, que influya en sus acciones futuras.

Me pregunto si esto funciona siempre. Si un público blanco, de una ciudad gobernada por la derecha, va a dejar de ser racista porque otra persona blanca le diga que el racismo es malo. O si sería más influyente en la masa, cuando se trata de racismo y xenofobia, tener enfrente a una persona migrante que pueda contar la historia desde el otro lado.

Me pregunto cuáles son los criterios del Ministerio a la hora de encargar a estas asociaciones las actividades con las que justifican su lucha por la inclusión.

En mi caso, rechazaron primero a mi personaje, porque no era víctima de racismo. Luego, me rechazaron a mí, al artista, porque en mi obra el personaje denuncia que no recibe atención médica por ser extranjero.

Me pregunto quién es y qué cargo tiene la persona que rechazó mi propuesta. Si le suena de algo el concepto racismo institucional. Qué cara tendrá, y de qué color será la persona que decidió no incluirme. La que no me quiso.

Ricardo Mena Rosado
Artista binacional (México-España) residente en Madrid. Actor, director, escritor y pedagogo teatral. Licenciado en Arte Dramático con Especialidad en Interpretación Textual por la ESAD Sevilla (España) y Licenciado en Educación Secundaria con Especialidad en Inglés por la ENSY de Mérida (México). Su obra teatral como actor, director y pedagogo se ha desarrollado en España, México, Alemania, Italia, Egipto, Rumania y Bangladesh, tanto en producciones locales como festivales internacionales. En 2011 crea Ekkyklema Teatro, sello bajo el cual escribe, dirige e interpreta un teatro que investiga la transversalidad de lo narrativo y lo escénico: Macario, muerto de hambre, Monstruo, Acullá. Más allá de aquí y Czech dream son algunos ejemplos. Su carrera como actor de cine y televisión incluye las series Malviviendo, Flaman, Valeria, Intimidad, Las pelotaris, Silent witness, Ella es tu padre; y largometrajes como Obra 67, La flor de lis y Els nens salvatges. @ricardo_mena_rosado / www.ricardomenarosado.com