Mi inclusión legitima tu supremacía

Foto: Juan Asolot

¿La inclusión social puede poner en riesgo nuestras identidades plurales?

Mis reflexiones en torno a la inclusión social en el sector cultural, desde una perspectiva de diversidad étnica y cultural.

En los últimos años este término se ha popularizado mucho en los discursos y programas de muchas organizaciones e instituciones. Afortunadamente son cada vez más las iniciativas que se desarrollan en esa línea. Se pueden encontrar muchas definiciones sobre ella, como por ejemplo, esta de la UNESCO que dice:

La inclusión es un enfoque que responde positivamente a la diversidad de las personas y a las diferencias individuales, entendiendo que la diversidad no es un problema, sino una oportunidad para el enriquecimiento de la sociedad, a través de la activa participación en la vida familiar, en la educación, en el trabajo y en general en todos los procesos sociales, culturales y en las comunidades […]

Pero ¿A qué se refiere realmente?; ¿en qué políticas se traduce?; ¿en qué niveles de la pirámide se nos incluye?; ¿fomenta una participación equitativa de los grupos subalternizados en las esferas públicas? o ¿se reduce a un simple hecho de representación, sensibilización y visibilización?

En un proyecto audiosivual en el que participé como actor, y que abordaba el tema de la migración, se empleaba en repetidas ocasiones el término “los ilegales” -fuera de la ficción- para referirse a los personajes migrantes, ya ni siquiera como adjetivo, sino como sustantivo, reduciendo toda la identidad de las personas a una situación administrativa. Seguro que la prensa dirá que es un proyecto inclusivo, porque la mitad de los actores y actrices son negrxs, pero resulta que ha sido creada por blancxs, han sido ellxs quienes han escrito los problemas que viven lxs negrxs, lo que piensan y sienten lxs negrxs, lxs han vestido y peinado, han decorado sus casas de negrxs.

Con este ejemplo no estoy queriendo decir que estos temas no deban ser planteados por personas blancas, porque problemáticas como el racismo o la etnofobia, deben ser abordados de manera bilateral y desde todos los niveles de privilegio; para ello es necesario que se realice un ejercicio de reflexión profunda hacia adentro, que interiorice previamente el mensaje que se está lanzando hacia afuera.

La inclusión delimita un círculo que señala quiénes están dentro y quienes están fuera, y un triángulo que establece quiénes están arriba y quiénes abajo.

¿Cómo se decide quién puede ser miembro participante de una sociedad?, ¿quién decide quién incluye y a quién? Yo, sujeto migrante, homosexual, no-blanco, me convierto en un candidato perfecto, destinado a ser el incluidx.

¿Quiénes inlcuyen? Habitualmente personas blancas, occidentales, heterosexuales, privilegiadas por las hegemonías que las avalan, son estas las personas que tienen el poder de incluir (o no) a lxs otrxs. ¿Puede entonces la inclusión social mal entendida ser una manera (más) de reforzar las hegemonías blanco-occidentales y heteropatriarcales?; ¿contribuímos a la infravaloración de nuestras culturas e identidades?; ¿estamos consintiendo el poder que tienen para decidir quiénes, a quién, a qué y de qué manera se nos incluye?

Si acepto su inclusión legitimo también su supremacía; me identifico entonces con mis desventajas, y no pretendo negarlas, no; negaría también las luchas en torno a ellas. Me refiero a las desventajas sociales que me son impuestas, debido a las hegemonías creadas desde las épocas coloniales y hasta nuestros días, con cuya desvalorización no me identifico.

No debemos conformarnos simplemente con ser incuidxs en la industria cultural, debemos ser capaces de vernos a nosotrxs mismxs como legítimos creadorxs de cultura. Las comunidades y colectivos subalternizados tenemos voz propia, estamos capacitados para hacer nuestro trabajo, la parte que nos toca, aportando otras visiones y formas de hacer. Es necesario que la otra parte, -esa que pertenece al grupo cultural dominante- haga el suyo, que aborden la inclusión desde su contexto, no desde el nuestro; que haya un reconocimiento de sus privilegios, su responsabilidad y del origen de las desigualdades. Una vez avancemos en esta dirección, podremos hablar de inclusión sin círculos y sin triángulos.

La inclusión social en el sector cultural, —e intuyo que en otros sectores ocurre algo parecido—corre muchos riesgos cuando no aborda la diversidad étnica y cultural desde una mirada crítica, en torno a la discapacidad de la sociedad para relacionarse con las personas de la periferia. Creo que es sumamente importante abordar la inclusión desde el cuidado, evitando tanto miradas condescendientes, como tratos de héroes y heroínas, ya que esto convierte en insólitos nuestros logros. Si efectivamente la inclusión propone tratar la diversidad no como un problema, sino como una riqueza, debe entonces trasladar el problema a la sociedad, que es quien ejerce las barreras y normas excluyentes del sistema.

Si nuestro deseo como comunidades o colectivos minoritarios es ser incluidos en los espacios —físicos y simbólicos— tal y como están concebidos, terminaremos siendo parte del mismo sistema opresor que seguirá dejando en el margen a otrxs. Debemos rediseñar esos espacios desde un enfoque que busque la justicia para todxs, la reparación, la redistribución y el reconocimiento, sin que haya una mano -blanca- que lo apruebe. Debemos crear nuevos paisajes si nuestra participación no es significativa. Debemos reivindicar nuestro derecho a defender nuestras identidades y bagajes si se ponen en riesgo debido al borrado cultural que nos homogeneiza para poder ser incluidxs.

Si se nos niega la posibilidad de sentarnos en las mesas donde se toman las decisiones, y solo participamos desde nuestros cuerpos, aportando únicamente nuestro color de piel y nuestro acento diverso, no estamos siendo incluidxs; estamos sencillamente siendo integradxs en sus espacios y a su manera.

Si dentro del concepto de inclusión no se contempla el silencio y las renuncias de la parte incluyente, es paternalismo, es compasión.

Efraín Rodríguez
Actor y mediador intercultural. Migrado de México. Residente en Madrid desde el año 2008. Cofundador de Es (tu)yo, colectivo de mediación intercultural y artística, junto con Ari Saavedra. Es integrante de la compañía Cross Border, desde el año 2011. Ha trabajado en teatros como: Centro Dramático Nacional [Teatro Valle Inclán y Teatro María Guerrero], Teatro Español, Teatro de La Abadía, Matadero, Teatro Fernán Gómez (Madrid), Teatre Lliure (Barcelona), Centre Dramatique National Dijon (Francia), entre otros. En el ámbito audiovisual ha trabajado con directores como: Alejandro Amenábar, Miguel Ángel Vivas, Álvaro Ron, Ignacio Oliva, Pablo Llorca, entre otros. También ha participado en distintos programas nacionales e internacionales de mediación intercultural y teatro aplicado con instituciones u organizaciones como: La Casa Encendida, Fundación Telefónica, PETA (Philippine Educational Theater Association), UIB (Universitat de les Illes Balears), UPM (Universidad Politécnica de Madrid) entre otras. Actualmente desarrolla el proyecto de mediación intercultural, arte y ciencia ES NUESTRO financiado por la Fundación Daniel y Nina Carasso Web: www.efrainrodriguez.es IG: @efrainguez TW: @EfrainGuezEfraín Rodríguez