La vida, nuestra maestra

A esta altura de mi existencia he comprendido que venimos a aprender lo que la maestra Vida nos enseña. La relación que tenemos con diferentes personas o individuos, en los diferentes contextos: ambiental, cultural, familiar, espiritual, etc. es un complejo intercambio en el que aprendemos. La vida nos enseña y cometemos errores, unos graves y otros no tanto, así aprendemos que somos parte de la naturaleza, que somos sus hijos e hijas, que esta crece y se desarrolla en un territorio y que hablamos, vivimos, amamos y morimos de acuerdo con lo aprendido.

Claro que en este complejo proceso de vivir, y estar atentos a las enseñanzas de la maestra Vida, nos encontramos (y, hay quien dice que no por casualidad) con seres especiales: deidades, personas, animales o plantas, que dejan en nosotros huellas permanentes, contribuyeron de alguna forma a nuestro crecimiento como individuo (wíinik, en maya peninsular).

Hablo de mi caso, por eso mencionaré a Kíimil (la muerte), báalam (el jaguar) y abal (la ciruela), ya que aprendí y sigo atento a las enseñanzas de esa energía y de estos seres. En las siguientes líneas de esta colaboración para Lectambulos, mencionaré a quienes considero como especiales maestros y maestras. Los conocí en mi casa y en las escuelas, omitiré los nombres de estos últimos, no sé si todos vivan aún, hablaré de ellos como si los tuviera aún junto a mí.

Empiezo por mi madre y padre, en ese orden, porque gracias a ella lo comprendí a él. De ambos aprendí a abrazar la lectura como si esta fuera la vida misma. Gracias a don Carlos y a doña Yoya los libros y revistas se convirtieron en algo así como globos aerostáticos y en ventanas abiertas para que yo conociera el mundo. Y no pudo ser de otra manera si doña Yoya me contaba y yo escuchaba asombrado cómo una avioneta sobrevolaba el rancho en el que vivía con su familia, en medio de la selva, para lanzarles atados de periódicos y revistas de la época, tal vez a principios de los años 40. Así mi madre se hizo “culta” sin ir a la escuela. A mi yuum Kalin, papá Carlos, lo observé muchas veces concentrado en su lectura, parecía platicar con los autores, y fumar de vez en cuando para meditar sus preocupaciones. Recuerdo que ya en la ciudad, gracias a ellos, devoraba literalmente las publicaciones, periódicos como el Diario y Novedades, revistas como Life, Selecciones, Siempre, Sucesos para todos, Los Agachados, Kalimán, etc.

En la secundaria fue un deleite para mí leer casi todo lo recomendado por los maestros de español, historia, biología y geografía. Era un placer escuchar verdaderas cátedras de historia y biología de excelentes maestros a quienes no tuve oportunidad de agradecer el tiempo extra que nos dedicaban. Fuimos dichosos, al menos lo fui, cuando con alguno de ellos pudimos disfrutar de excursiones y escuchar sus explicaciones.

Luego, gracias a mi amistad con muchas personas comprometidas con la lucha social, tuve acceso a más literatura mexicana, española, rusa, china y cubana. Confieso que he leído, y mucho; así conocí mejor mi infancia, disfruto el paso por el mundo y mis universidades. Tengo todavía mucho por conocer a través de la lectura y también mucho por escribir acerca de lo que he vivido, de lo aprendido, sobre todo en los últimos años y que deseo compartir. Así que si esta vida no me alcanza, en la próxima seguiré leyendo y escribiendo.

Todos los seres mencionados en esta breve reflexión, unos más queridos que otros, son entonces parte de una vida de la que sigo aprendiendo. Somos tú, maestra Vida, y sin darnos cuenta nos hemos convertido para algunos en una cita, una referencia o en aquella agradable mención: “como dijera el maestro”.

Para bien o para mal, todos y todas somos, de alguna manera, gente que enseña y aprende. Creo en la importancia de saber compartir lo que sabemos y que consideramos útil para poder llegar a ser persona completa (jalach wíinik). Prefiero el desapego de lo material y querer, amar mucho a quienes nos amen y compartan ideales.

Hoy recuerdo a nuestros maestros queridos, y a los no tanto, quiero agradecer sus enseñanzas en casa y en la escuela las cuales intentaré resumir en una frase: no te vayas sin sentirte completo y hazlo sabiendo que no podemos resolverlo todo. Chen lelo’.

Carlos Chablé Mendoza
Es promotor cultural, escritor y cronista de Felipe Carrillo Puerto, Quintana Roo, México. Premio Estatal de Periodismo 2000 en Quintana Roo. Fundador en 1988 del Centro Quintanarroense de Desarrollo, AC (Ceqroode) ; en 2002 co-fundador de la Academia de la Lengua y Cultura Mayas de Quintana Roo, AC (Acamaya), ambas asociaciones con sede en Carrillo Puerto. Obtuvo el Premio Estatal de Periodismo en Quintana Roo en el año 2000 Participó en 1991 en la constitución del Consejo Maya Peninsular 500 años de Resistencia. Conferencista sobre movimiento indígena y cultura maya en el Festival Iberoamericano de Teatro de Cádiz, España en 1993. Fue coordinador editorial de la revista cultural Nikte T’aan (2001-2004) Miembro de la Junta encargada de la organización de los Encuentros Lingüísticos y Culturales del Pueblo Maya realizados en México, Belice y Guatemala (entre 2005-2008). Corresponsal de medios nacionales y regionales como Notimex y Diario de Yucatán; productor y conductor de programas de radio de la Casa de la Cultura de Felipe Carrillo Puerto hasta 2013 Fue regidor del ayuntamiento de F. Carrillo Puerto 2011-2013. Autor del libro "Xbáalam Naj 500 años después". Ed. Anteros, septiembre 2019. Coautor de “1974. Diálogos de esperanza. Memoria de lucha de clases en Yucatán”. Colegio de antropólogos de Yucatán. 2014. Incluyeron su obra en “Mujeres de roble. Retratos de mujeres mexicanas”. Imágenes del concurso de fotografía Demac 2008 y es coautor de "En busca de María Uicab, reina y santa patrona de los mayas rebeldes"