María Consuelo Burgos García: sus silencios, su afinidad con Julia y sus memorias

María Consuelo Burgos García, la que hizo posible el legado de Julia de Burgos

Ya no podemos ser el pueblo de hojas, que vive en el aire, con la copa cargada de flor, restallando o zumbando, según la acaricie el capricho de la luz, o la tundan y talen las tempestades: ¡Los árboles se han de poner en fila para que no pase el gigante de las siete leguas!

José Martí

María Consuelo Burgos García, casi siempre conocida como la hermana menor de Julia de Burgos, poeta nacional puertorriqueña, fue la mano derecha de nuestra poeta, y por quién hoy día, poseemos memorias escritas de Julita, como Consuelo su hermana, solía llamarla. María Consuelo tuvo en sus manos grandes hazañas, que cumplió no solo por ella y para ella, sino como ofrenda a su hermana Julia, quien murió joven, desmayada en la quinta avenida de Nueva York, desplomada por una pulmonía que la acaecía y desatendida por médicos norteamericanos por ser latina. Por esos años, ambas tenían importantes quehaceres en la vida literaria y política de Puerto Rico. Ambas, dedicaron muchos años de su vida, por no decir la vida misma, a pregonar la libertad de su país, los derechos de los oprimidos y de los trabajadores, por lo que fueron perseguidas, carpeteadas y hasta encarceladas.

María Consuelo Burgos García, nació el 15 de julio de 1917, en el barrio Santa Cruz de Carolina, convirtiéndose así en la menor de siete hermanas y un hermano. Cuando su hermana Julia crece, y entra a la escuela superior de la Universidad de Puerto Rico, se muda con su familia a Río Piedras. De esta manera, Consuelo, creció en los alrededores de la que posteriormente sería su Alma máter, donde alcanzó la distinción de maestra, al igual que su hermana mayor. Consuelo, según nos cuenta su nieta María Soledad, se comunicaba con el espíritu de Julia, pidiéndole permiso para llevar a cabo tareas del diario que por su puesto le hubiese encantado compartir con su hermana. El legado que Consuelo nos brinda es inmensamente importante. Las cartas que Julia y Consuelo compartieran en vida son un referente de todas las luchas y tareas que llevaba a cabo la poeta puertorriqueña. Estas cartas detallan claramente las razones por las que muchas veces, había silencios entre hermanas. Los anhelos de Julia, los vimos plasmados muchas veces en estas, cuando enfrentada a la regla social, desea ser respetada y comprendida. Entendamos que Julia había roto esquemas con su manera de ver la vida y vivirla. Divorciada a sus 24 años, pobre, y con su ascendencia negra en la piel, no encajaba dentro de la “academia” puertorriqueña de aquel momento. Consuelo fue la que siempre creyó en el potencial de Julia. Consuelo incluso, fue la cómplice de su segundo poemario, titulado El mar y tú. Las cartas recogen cómo Julia va dándole órdenes a Consuelo, su hermana obediente y fiel, de cómo trabajar con los poemas, a dónde llevarlos… De ahí a que saliera el libro. Consuelo lo hizo posible, y este hecho nos muestra el amor y admiración tan sagrada con la que contaba Julita por parte de Consuelo.

Consuelo guardó durante gran parte de su vida, las cartas que había recibido de su hermana poeta, mientras esta estuvo viva, y hasta poco antes de su muerte en 1953. Las mismas, pasaron de manos de Consuelo, quien las resguardó hasta que su hija tuvo la madurez y responsabilidad suficiente para ser el resguardo de unos documentos tan importantes como lo son las memorias escritas de una poeta a la que el mundo conoció muy poco, y para quien los homenajes en vida fueron negados. La importancia de estas cartas radica en que nos han ayudado a comprender cómo era la vida de Julia en Nueva York, los esfuerzos diarios de esta para sostenerse, siendo una latina en Estados Unidos y a principios de siglo XX. Por otro lado, su hermana menor, casada con un revolucionario perteneciente al partido comunista de Puerto Rico y ella, la oradora por excelencia de dicho partido. Según cuenta la nieta mayor de María Consuelo, la abogada María Soledad, su abuela paterna había presenciado la forma en la que María Consuelo daba discursos revolucionarios, en contra del régimen colonial. María Consuelo nunca dominó el plasmar palabras en papel, sino que movilizaba las masas con su voz.

María Consuelo, fue una de las presas políticas más jóvenes de Puerto Rico, y, además, fue encarcelada en una ocasión con toda su familia, que comprendía en ese entonces, su esposo el revolucionario Juan Sáez Corales, su hijo de algunos siete años de edad, Juan Sáez Burgos, y su hija, quien apenas contaba con tres años de edad, María Consuelo Sáez Burgos. Su hijo, posteriormente, publicaría esta memoria en un cuento que se titula: Un niño de siete años. Las afinidades de ambas, era el pegamento de su relación, ambas valoraban la visión de independencia para Puerto Rico y ambas trabajaron en periódicos de corte sindicalistas y comunistas. Julia fue columnista importante del semanario Pueblos hispanos. Consuelo a su vez, fue corresponsal para periódicos como Brazos y Pueblos. No obstante, también las mantenía unidas las memorias dulces y amargas que compartían de su niñez. En una entrevista que se le hace a Consuelo para el libro La Nación Con Rostro, esta recuenta lo siguiente sobre la niñez que compartieron: “Después de todo la vida era ruda, pero en nuestro universo todo se explicaba… Nuestro padre nos dio el espíritu aventurero que hacía que nosotras le buscáramos soluciones a todas las cosas. Nuestra madre suavizaba la realidad. Y Julita vivía en un mundo que llegó a prolongar hasta su adolescencia… Es el mismo mundo que permea en su poesía como un Santuario». (Rodríguez 87)

Sin embargo, pasado el tiempo, la vida va llegando a la hora de luchar desde otras gradas. La vida pasa, los hijos crecen, y Consuelo intenta sentar cabeza para darle una vida más tranquila a sus hijos, y para cumplir las metas que se había propuesto en su juventud. Comenzando porque logra cumplir el sueño de ambas, sueño que Julia intentaba lograr en la Universidad de La Habana, Cuba, en los años 40s. Consuelo Burgos, logra convertirse en abogada, ya a edad adulta, siendo una de las primeras cien mujeres abogadas de Puerto Rico. Julia y Consuelo, soñaban con abrir su propio despacho como abogadas. Julia lamentablemente no vivió para el momento. Consuelo logra graduarse, y escribir para las revistas del Colegio de Abogados y Abogadas de Puerto Rico. En uno de sus ensayos, titulado “El Nuevo Derecho se Impone en Puerto Rico” expone cómo se estaban transformando las formas de hacer derecho en Puerto Rico, partiendo de las normas que las comunidades tenían o acordaban para que cada miembro de un grupo de esa comunidad las siguiera y todas las personas vivieran en armonía. Esta serie de normas se transforman y adoptan para convertirse en leyes (ley escrita), que beneficien a todas y todos los miembros de un país, o en este caso, la colonia. A su vez intenta dar con este análisis un toque a mi parecer algo marxista, sobre para quiénes se legisla, que es para la gente menos afortunada, donde se menciona la gente sin techo, que pasa hambre.   

Ella comenzó la descendencia de mujeres abogadas ya que su hija, María Consuelo, y su nieta María Soledad, se convirtieron en abogadas defensoras no solo para honrar la memoria familiar de su abuela y su tía, sino por vocación con la que fueron criadas.

La figura de Julia para su hermana menor Consuelo, fue un referente muy importante que marcaría cómo habría de actuar en su vida diaria. Para cada paso que daba en la vida, parecía pedirle permiso a Julia, con quien se comunicaba de una manera espiritual única. Julita, como solía llamarla, siempre estaba presente en la memoria de Consuelo. Siempre le comunicaba sus pensamientos e ideas, cuando parecía que hablaba sola. Su nieta, rememora estos diálogos, con los que entendían que no debían cuestionar a su abuela, sino respetar esa presencia sagrada que los visitaba de vez en cuando, esas veces que Consuelo atraía la presencia de la poeta. La poeta caló tan profundamente en su familia, que nadie más hizo uso del nombre de la poeta, hasta dos generaciones más tarde. Ella, antes de que Julia fuera internacionalizada, pone a disposición de niños y jóvenes puertorriqueños a los que les llevaba charlas educativas, la obra de su hermana Julia de Burgos.

Antes de que muchos se interesaran por esos papeles, fotos y documentos importantes que Consuelo guardó y pasó a su hija con mucho recelo, ella pregonó la maravillosa poesía de Julia. “Yo recuerdo, yo pequeña, y estas cosas pues guardadas, como que a nadie le interesaban demasiado».  La nieta de Consuelo comenta que, su abuela siempre recordaba e inculcaba que la valía de Julia no estaba en su vida sino en su poesía. Pero su poesía era autorreferencial, esa vida sustentó la poesía. El valor de su vida y lo que escribió es lo que recordamos para seguir nuestro camino a la lucha.

Referencias:

Rodríguez, Jorge. La nación con Rostro. Universidad de Indiana. Biblioteca de autores puertorriqueños 1992.

Martí, José. Nuestra América. Fundación Biblioteca Ayacucho, Caracas Venezuela. 2005.

Para esta ponencia se entrevistó a la nieta de María Consuelo Burgos García, la abogada María Soledad.

Nacida en Puerto Rico el 16 de febrero de 1999, y criada en el barrio Barrazas de Carolina Puerto Rico. Fuel seguidora de próceres y libertarias como Lolita Lebrón, Blanca Canales y Julia de Burgos. Comienzo mis estudios en Santurce, barrio de San Juan donde estudio toda mi vida hasta graduarme de escuela superior. Allí tuve al mejor maestro de Español, H. Ramos, quien me dirigió por el camino del humanismo, la historia y la literatura. Ya escogiendo mi rumbo a la vida adulta, decido ser maestra, para honrar a mi maestro y porque la vocación en mi corazón así me lo pedía. Comienzo entonces estudios en la Universidad de Puerto Rico, Recinto de Río Piedras en pedagogía para el año 2017. He participado en encuentros en Cuba de cátedras martianas, y soy fiel seguidora de los derechos humanos. En la actualidad, estoy en busca de lograr una maestría en Literatura o Estudios Hispánicos