En días pasados, el diario español El País, publica, en su sección internacional, una nota que no puede pasarse desapercibida: “Tropas de Ucrania atacaron el jueves la región rusa de Briansk (ciudad situada apenas a 380 kilómetros de Moscú). Se atacó ese territorio el 2 de marzo de 2022, por lo que pudiera ser un refrito, por el tiempo en que ya transcurrió ese evento o también para dejar un mensaje entre líneas.
Las fuerzas militares rusas, señalan que, “los asesinatos cometidos en dicha ciudad se hicieron con armas de la OTAN, por lo que resulta, legítimo, calificar a estos estados patrocinadores de crímenes y terrorismo”
Independiente del tiempo transcurrido, es algo que no puede ignorarse. Entiéndase que, el romper las “Líneas Rojas” señaladas por Moscú, hace posible pensar, no en un accidente, sino en una clara provocación, a fin de intentar que Moscú caiga en ese juego y responda rompiendo, ella misma sus líneas, marcadas por ellos y se convierta en motivo de una escalada del conflicto. Ojalá esto no suceda, sería llegar a una guerra amplia con resultados impredecibles.
Hace ya algún tiempo que la Unión Europea, y la OTAN, léase Estados Unidos, presionan a China, para que señale a Rusia como fuerza invasora. Pensamos que eso no sucederá, sino que el efecto será contrario; es decir, un afincamiento de las relaciones de China y Rusia, mismas que están trabajando juntas, como los ejercicios militares en el mar.
La India ya se unió al grupo y ha ocurrido lo mismo con los estados asiáticos que han formado una unidad Político-Económica a través de la organización de Cooperación de Shanghái, creada en 2001 por cuestiones de Seguridad Regional y contra el terrorismo y el separatismo étnico: el extremismo religioso. Trabajan por el Desarrollo regional: China, India, Kazajistán, Rusia, Pakistán, Tayikistán y Uzbekistán y cuatro estados observadores: Armenia, Azerbaiyán, Camboya, Nepal, Sri Lanka y Turquía.
Como puede observarse, la cuestión internacional no está sólo en la guerra de Ucrania-Rusia, sino que ha movido a las naciones a integrarse, unirse para estar preparadas por cualquier acontecimiento o ejercer presión, por el sólo hecho de unirse en una Región Económica y Política.
Es de hacer notar, que desde antes, con la invasión de la que se acusa a Rusia, las fuerzas ucranianas, bombardearon la región del Dombás, territorio que, en elección democrática, se anexó a la Federación Rusa; y desde 2017, las tropas ucranianas bombardearon esta región con el avieso propósito de retorno a una región gobernada por Ucrania. Ni duda cabe que este conflicto viene con intensiones que se hacen, a cada momento, más evidentes, mientras que el conflicto, poco a poco, pareciera que aumenta la gravedad, para el mundo, por la probabilidad de expansión.
Lo cierto es que, la Unión Europea no es más que un servidor de la OTAN y su propósito es generar inconformidad en la población de las naciones que conforman la Federación de Rusia para que se convierta, aparentemente, motu proprio, en una “Revolución Verde”, como ha sucedido en otras naciones, auspiciadas por los mismos, que terminan divididas en dos entidades, de la que una inmediatamente es asociada a la Unión Europea, dependiendo de su ubicación o formando parte de las asociaciones de estados que parecen independientes, pero que son controlados por los Estados Unidos.
Destruir a Rusia, una ambición de la OTAN, le permitiría a la Unión Europea, careta de los agresores, agregar esos países a su organización y con ello cercar a China y doblegarla hasta la redición.
Esto que parece una fantasía, está perfectamente en el cálculo de esas naciones, pero más, en los intereses hegemónicos del imperio, que siente que camina hacia una pendiente y no quiere repetir ser el Imperio Romano del siglo XXI.
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