El mundo está lleno de cosas que saltan a la vista, y que nadie, ni por casualidad, observa nunca
Connan Doyle
El impacto emocional debido a un confinamiento inesperado por un virus galopante, y de una libertad siempre condicionada por las formaciones económicas que a lo largo de la historia han ajustado los preceptos jurídicos, entre otros, a los intereses de las clases sociales dominantes, debe conducir a una constante introspección para valorar importantes contextos que a veces pasamos por alto. Entre ellos, el amor que puede palpitar en el entorno, la deslealtad disfrazada al acecho, el vuelo de “la libélula vaga de una vaga ilusión”, o incluso “el sonoro rugir del cañón”.
La pandemia es como un aldabonazo a la reflexión sobre valores instituidos a lo largo de espacios históricos; en un mundo donde el dinero habla más alto que la justicia, haciendo trizas preceptos recogidos en la Declaración Universal de los Derechos Humanos adoptada por la Asamblea General de las Naciones Unidas, el 10 de diciembre de 1948 en París.
¿Qué esperar del futuro? ¿Qué pasará con naciones hundidas en una miseria ancestral, algunas en proceso de extinción? En estas circunstancias, ¿surgirá el nuevo Orden Económico Mundial tan reclamado por los países en desarrollo?
La Asamblea que instituyó los fundamentos para la cooperación internacional en la solución de problemas de distinta factura, y “estimular el respeto a los derechos humanos y a las libertades fundamentales de todos, sin distinción por motivos de raza, sexo, idioma o religión”, es la que hoy no tiene facultad para imponer sus decisiones, supeditada a la élite del Consejo de Seguridad. El principio de “la igualdad soberana de todos sus Miembros” se ha convertido en una escritura sobre un trozo de hielo.
Desde 1992, a lo largo de seis décadas la ONU ha votado de forma abrumadora a favor del levantamiento del ilegal bloqueo económico, comercial y financiero impuesto a Cuba por Estados Unidos; pero, ¿cómo ha respondido Washington? incrementando las medidas de asfixia contra la pequeña isla, un crimen de lesa humanidad.
Hace poco, el fundador de un gigante de la electrónica china, y quien había donado a Estados Unidos 500.000 kits y un millón de mascarillas; hizo un significativo envío a estados de América Latina y el Caribe, pero el donativo llegó a todos los remitentes menos a Cuba, porque violaba las normas del bloqueo. ¿En qué rincón de archivos quedó el Derecho Internacional? ¿Será el poder fuente de derecho y la fuerza una suerte de poder?
El debate sobre conceptos ideológicos tiene una connotación especial; aunque a la hora de cortar la tela, cada sastre aplica su propio molde. Por ejemplo, creo que al hablar de paz deberíamos insistir en una paz por igual para todos en todas partes; también en relación a derechos y libertades con elementales prioridades y sin raseros discriminatorios.
En la sede del Banco Mundial, en Washington, reza la inscripción tallada en piedra: “Nuestro sueño es un mundo sin pobreza”; pero un total de 1.300 millones de personas en 2019 vivían en un estado lastimero, el 50% niños menores de edad, víctimas de un encierro sin puertas de salida, dueños de una libertad que les permite morir sin asistencias ni reclamos y en cuotas muy superiores al de otros estratos sociales.
Hay voces como ecos que lo constatan. El Comunicado Final de la Conferencia de Partidos y Organizaciones Progresistas de África en 1978, reza “Los pueblos que luchan en África, como los de otros continentes, son los verdaderos portadores de los valores fundamentales comunes a toda la humanidad frente al imperialismo que, por sí, niega los valores de la democracia, la libertad, la igualdad y la fraternidad humana”. *
Años después, en 1984, el entonces secretario general de la ONU, Javier Pérez de Cuellar, afirmó “En el tercer mundo es donde se sienten más agudamente las crisis graves y continuas de la economía mundial. Esto puede poner en peligro no sólo el bienestar de un sector principal de la raza humana sino también la propia paz”. **
Son huellas que traen consigo graves secuelas a veces ocultas.
¿Qué esperar del futuro? ¿Qué pasará con naciones hundidas en una miseria ancestral, algunas en proceso de extinción? En estas circunstancias, ¿surgirá el nuevo Orden Económico Mundial tan reclamado por los países en desarrollo? Es más probable que surjan correcciones al orden existente sin dar solución a los graves problemas que sufre la humanidad.
¿Se impondrá un neoliberalismo mutado; o un populismo de carácter autoritario? Muy poco se ha logrado en la promoción de la igualdad entre los géneros, en la construcción de sociedades pacíficas, justas e inclusivas, o en la protección duradera del planeta y sus recursos naturales.
El abismo que separa a los países desarrollados de los pobres podría hacerse más extenso y profundo en una curva que incremente la desigualdad social. Los fondos que se destinen para recuperar el status quo será un volver a lo mismo: de no surgir una arquitectura económico-social presidida por la solidaridad, la paz, y la cooperación entre los estados al margen de sus regímenes políticos nada se habrá resuelto.
Nadie sabe qué nos espera. En realidad, ni los horóscopos ni las profecías, mucho menos las promesas de los poderosos aquietan la ansiedad por el futuro. La pandemia sacará finalmente lo mejor y lo peor del ser humano. Muchos no aprobarán el examen, dejando en el camino lo que pudieron llegar a ser.
William Faulkner, se negó a aceptar el fin del hombre. Eduardo Galeano aseveró que somos simples mortales hasta que nos dan el primer beso o nos bebemos la segunda copa, olvidando el “fatal desaliento de la rosa”.
A pesar de los avatares de la vida, la sociedad a la que aspiro andará su rumbo, y un día se cumplirá el anhelo irredento de los pobres de la Tierra. Pero la palabra de pase hoy es la de levantar la voluntad como bandera para emprender la siembra de nuevas cosechas. Nadie nos arrancará la esperanza.
*Armando Entralgo, comp.: “Comunicado Final de la Conferencia de Partidos y Organizaciones Progresistas de África, Madagascar, mayo de 1978”, África política, La Habana, Editorial de Ciencias Sociales, 1979, p. 363.
**Javier Pérez de Cuellar: “Conferencia de prensa de fin de año”, Crónica de las Naciones Unidas, Vol. XXI, No. 2, febrero de 1984, p. 73.
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