En tiempos de vacunas, Cuba emprendió un nuevo “ciclo en la vacunación” contra las discriminaciones hacia la mujer y la igualdad de género con el Programa Nacional para el Avance de la Mujer [1]decretado por el Presidente de la República el 8 de marzo.
¿Por qué es novedoso este documento si las cubanas se emanciparon tanto que innovaron las relaciones de género y enriquecieron la identidad cultural nacional en lo que significa ser mujer, ser hombre y ser una persona de la gama de orientaciones sexuales e identidades genéricas?
Este Programa no “sale de la nada” porque, para elaborarlo, fue necesario nutrirse críticamente de los aciertos y errores cometidos en los últimos 62 años para alcanzar la igualdad de las cubanas, y, consecuentemente, la igualdad de género. El nuevo decreto asume la tradición de observar y rectificar permanentemente cómo evolucionan estos procesos, de no detenerse en el empeño por la igualdad, incluso en períodos críticos como es el signado por la Covid-19. Reconoce que esta flexibilidad hay que mantenerla para ajustarse a distintos momentos de la historia, e insiste como nunca antes en amoldarse a las especificidades de los territorios y comunidades. Sigue la práctica de construir una agenda holística que movilice todas las esferas de la sociedad simultáneamente al luchar contra las discriminaciones. Reconoce que estos procesos deben activarse en una sinergia que movilice las decisiones “desde arriba” (las que generan las esferas del poder) y que, a la vez, las transforme por las críticas que emita la población “desde abajo”, a medida que las experimenten en sus vidas. Admite con fuerza la necesidad de escuchar las evaluaciones que las ciencias produzcan sobre el devenir de esta sinergia.
De todos los documentos y acciones previas a favor de la igualdad de la mujer y sus influencias en las relaciones de género, este Programa evaluó el “Plan de Acción Nacional de la República de Cuba de Seguimiento a la IV Conferencia de la ONU sobre la Mujer”[2], aprobado en 1997 y evaluado en tres oportunidades hasta 2003. El actual Programa lo supera porque sintetiza las áreas, las acciones y las medidas para continuar avanzando no sólo en la igualdad y la equidad de las mujeres, sino que amplía su alcance a las relaciones de género. Al hacerlo, reconoce que, si se ha avanzado en la igualdad de género, es gracias a los adelantos que han adquirido las cubanas.
Precisa aspectos en cuestiones poco tratadas en el Plan de 1997, como los de la violencia contra la mujer en los espacios laborales y familiares, en la promoción a los cargos de dirección y en los medios de comunicación. Incluye las discriminaciones que sufren quienes asumen identidades de género y orientaciones sexuales no heterosexuales, que explícitamente aparecen en los documentos programáticos del Partido Comunista de Cuba y del Estado desde inicios de este siglo. En tanto este Programa es un decreto presidencial que traduce los postulados de la Constitución de 2019 sobre la igualdad de la mujer y el género en procederes concretos y controlables en la vida cotidiana, puede decirse que los institucionaliza al convertirlos en derechos constitucionales. El lenguaje claro del Programa lo convierte en un documento de consulta “directa” para quienes busquen respaldos legales que les acompañen cuando denuncien las discriminaciones que confrontan.
El Programa se convierte en agenda para las organizaciones de la sociedad civil y apela a que la ciudadanía participe en este empeño constantemente, para asegurar que se evalúen, controlen y regulen sus acciones y medidas.
El decreto identifica siete áreas para proseguir el avance de la mujer: empoderamiento económico de las mujeres; medios de comunicación; educación, prevención y trabajo social; acceso a la toma de decisiones; legislación y derecho. Marco normativo y sistemas de protección contra todas las formas de discriminación y violencia; salud sexual y reproductiva; estadísticas e investigaciones. Cada área contiene medidas que orientan las acciones, así como las instituciones gubernamentales y de la sociedad civil que las deben llevar a cabo. Todas apuntan a resolver problemas vigentes en el presente, asumiendo los avances alcanzados y visibilizando lo que tiene que cambiarse.
Echaré un vistazo al “Área 1. Empoderamiento económico de las mujeres”. Sus ocho acciones están encaminadas a perfeccionar el empleo femenino cubano, que ya alcanza casi un 40% de participación femenina en la fuerza laboral del país, donde las mujeres representan dos terceras partes de las ocupaciones técnicas, además de poseer las asalariadas niveles educacionales superiores a los de los hombres ocupados. ¿A dónde apuntan las medidas y acciones? A incorporar al empleo a mujeres sin vínculos laborales, sobre todo las jóvenes, y a resolver las discriminaciones más graves que sufren las trabajadoras, que aparecen claramente descritas.
Exige que los empleadores creen las condiciones laborales para que las mujeres desarrollen sus actividades sin discriminación, tanto en la contratación como al ejercer sus ocupaciones, considerando las necesidades específicas de las mujeres y la atención diferenciada a las gestantes. Enfatiza que se desarrollen y amplíen diferenciadamente según los territorios, los servicios que se prestan a las familias, entre ellos los dirigidos al cuidado de los infantes, de las personas mayores y de los discapacitados. Dispone que se tomen acciones para apoyar el trabajo doméstico, con énfasis en el que recae sobre las trabajadoras, cuestión que quedaba bastante relegada en documentos anteriores, además de subrayar que la organización de estos servicios debe basarse en el principio “…de la responsabilidad compartida entre el Estado, el sector no estatal, las comunidades, las familias y entre el hombre y la mujer”.
La “segunda jornada”, esa agobiante sesión de labores domésticas que acarrean las trabajadoras, ha sido investigada largamente por las científicas cubanas; pero sus resultados no transformaron las realidades porque los decisores no las consideraron. En marzo de este año se celebró desde La Habana el II Taller Nacional sobre Cuidados, con el fin de colocar el tema “…en la agenda académica y política desde una visión integral y articulada…”, para “…generar nuevos conocimientos, identificar y acompañar buenas prácticas y sus actores, además de lograr una interlocución dinámica con los decisores en todos los niveles”. [3] Los participantes abarcaron en sus estudios no sólo a las trabajadoras, sino a las amas de casa que también sufren los agobios de los cuidados.
El Programa toma en cuenta en las decisiones para el empoderamiento económico de las mujeres, los resultados académicos sobre la reproducción de la vida en la esfera hogareña: “Crear las condiciones para, cuando sea posible, medir y valorar económicamente la contribución a la economía familiar y social del trabajo no remunerado de las mujeres”. Esto es, reconoce la necesidad de otorgar valor económico a las tareas domésticas invisibles. Sin ánimos chauvinistas, a fines de los 60 en La Habana la argentina Isabel Larguía y el norteamericano John Dumoulin, elaboraron una de las primeras aproximaciones marxistas sobre las tareas domésticas que realizaban las féminas, que bautizaron de “trabajo invisible”. Su obra Hacia una concepción científica de la emancipación de la mujer (Casa de las Américas, 1971) es un clásico del tema.
En próximos artículos continuaré reflexionando sobre este Programa, que resulta una vacuna para superar las discriminaciones que aún permanecen en esta Cuba machista.
[1] Programa Nacional para el Adelanto de las Mujeres. https://www.tsp.gob.cu/sites/default/files/documentos/goc-2021-ex14.pdf
[2] https://oig.cepal.org/sites/default/files/cuba_1997_plan_de_accion_nacional_seguimiento_conferencia_beijing.pdf
[3] IPS, “Sistematizan en Cuba estudios sobre cuidados”. https://mail.google.com/mail/u/0/h/e0qbafiaqbj/?&th=1784c576a231e77b&v=c
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