¿Quién soy yo para negar sus bendiciones?

Desde pequeño conocí la fe Católica, y mi infancia estuvo marcada por la vida en la Iglesia, donde estuve en un coro infantil, en un grupo de adolescentes, en el coro de jóvenes, realizando actividades no sólo dentro de la Iglesia, sino también en la comunidad, como apoyo al asilo, a la casa hogar, visitando enfermos; mi vida estaba muy definida por mi fe. Esto no pasó desapercibido para el sacerdote de mi comunidad, quien me invitó a que fuera a retiros al Seminario Conciliar de Yucatán, donde después de un año de encuentros y discernimiento, opté por entrar a formarme para ser sacerdote de la Iglesia Católica Romana.

Ahí estuve realizando estudios de filosofía, haciendo labor apostólica los fines de semana, y acrecentando el deseo de servir. Pero cuando los formadores supieron de mi preferencia sexual, fui expulsado del Seminario, los cánones no permiten que un hombre sea homosexual y sacerdote. Los años siguientes me abrí camino estudiando una Licenciatura en Ciencias de la Comunicación y una Maestría en Psicoterapia Cognitivo  Conductual. Trabajé en el campo educativo, impartiendo clases y ocupando puestos directivos, así mismo dando terapias, parecía que mi vida había tomado camino, pero en el fondo seguía el llamado al sacerdocio. Era una contradicción lo que estaba en mi mente: ¿Cómo podía ser sacerdote cuando abiertamente era homosexual? ¿Cómo podría acceder a las órdenes sagradas teniendo pareja y al mismo tiempo deseando adoptar un bebé? En mi mente entendía que no había manera, pero mi corazón no acababa de convencerse. Muchas veces reclamé a Dios, a la vida, a las circunstancias, pues yo no había elegido mi orientación sexual, ni mis deseos de ser padre de familia, tampoco de ser sacerdote. Tantas cosas juntas y antagónicas.

Durante más de veinte años viví mi vida creciendo como persona, apoyando en mi entorno, pues a pesar de no estar representado o respaldado por la iglesia, seguía haciendo labor social, seguía trabajando con adultos mayores, con niños, apoyaba en asociaciones, en fin, estaba convencido que no necesitaba ser sacerdote para servir y generar cambios. Pero, volvían los deseos, la inquietud de ser sacerdote. Al menos un par de veces por mes tenía un par de sueños recurrentes: mi ordenación sacerdotal y ya como sacerdote, trabajando en una comunidad con gente muy necesitada.

Con el paso de los años, viví mi espiritualidad al margen de la religión. Seguía siendo creyente, pero no acababa de entender por qué me sentía incompleto. Me casé con Miguel Morales, primero en una ceremonia simbólica, con familiares y amigos hace ya once años y, desde hace seis, por el civil. Entendí que el matrimonio también es un papel, es una tranquilidad legal, es un derecho del que no podemos prescindir en una sociedad donde ambos estamos construyendo una vida y necesitamos que nuestro patrimonio esté garantizado. Esto lo entendimos en una ocasión en que, estando un amigo en el hospital, la familia no dejó pasar al novio a despedirse de él. ¿Cómo negarle a tu pareja algo así? ¿Cuánto más aquello que juntos construyeron? El matrimonio civil no es un capricho sino una necesidad para quien quiera asegurar que aquél o aquella a quien amas quedará protegido y protegida a pesar de cualquier cosa. No es una situación religiosa, sino civil.

Una vez casados fue madurando en nosotros la idea de ser padres. Nos planteaban la opción de tener un hijo con alguna amiga que quisiera compartir su vientre, sin embargo ambos pensábamos en lo mismo; no traer más niños, sino ayudar a alguno que esté necesitando familia. Comenzó nuestra búsqueda pero sin lograr tener un proceso formal. Con el paso de los años conocimos parejas homoparentales de quienes fuimos conociendo más sobre procesos, hasta que llegamos al DIF de Ciudad de México en donde hemos realizado todos los trámites y donde obtuvimos la carta de idoneidad, siendo aceptados como padres aptos para adopción, proceso que terminará con la llegada, en algunos meses, de nuestra hija.

A la par de ello, conocimos la Iglesia Anglicana, donde fuimos recibidos como esposos, y no teníamos nada que ocultar o sentir que incomodábamos a alguien, ahí supe que podía acceder a las órdenes sagradas, y realizando un proceso vocacional tomé la decisión de Ordenarme, primero Diácono en octubre de 2020 y Sacerdote, el 29 de mayo de 2021.

Vivo feliz, pues por fin pude armonizar y armar mi vida que estaba fragmentada en antagonismos absurdos. Hoy continúo trabajando como psicoterapeuta, pues no vivo de la Iglesia, pero además puedo ofrecer mis servicios como sacerdote, donde me llamen, donde necesiten, donde haga falta. Estoy por iniciar mi trabajo en el norte de Mérida, en un proyecto que parte de cero, pues no hay iglesia construida, ni siquiera un terreno, pero el proyecto poco a poco se irá materializando en un centro de atención a diferentes necesidades de la comunidad, en donde no es requisito ser anglicano para recibir el apoyo, o para trabajar ayudando, pero que además sepan que si requieren un servicio espiritual de consejería o de bendiciones, porque en su iglesia no los aceptan, ya sea por su preferencia sexual o porque están iniciando una relación después de un divorcio, en nuestra Iglesia no se le niega la comunión a nadie que la quiera recibir, que todos son bienvenidos, que nuestro Dios es un Dios de amor y de misericordia y que si Él me llamó a mí a servirle aun cuando todo era complejo y prácticamente imposible, ¿Quién soy yo para negar sus bendiciones?

Miguel Manjarrez Torres
Lic. en Ciencias de la Comunicación, estudios de Filosofía en Seminario de Yucatán, Maestría en Psicoterapia Cognitivo Conductual. Escritor de novela, cuento y poesía. Experiencia docente y directiva de 20 años en Escuelas secundarias y preparatorias. Diácono de la Iglesia Anglicana en la Diócesis del Sureste de México. Entre sus publicaciones encontramos la novela corta Cuéntame gatito publicación particular en 2001, libro de cuentos Había una vez por parte de la Universidad La Salle en 2002, Nada que fingir, libro de cuentos por parte de Porrúa en 2015, Orbelina por parte de Ed. El Nido del Fénix 2017. Y Mía-Vuela en 2019. Además aparece en la compilación de textos de Excelencia Literaria editado en Estados Unidos como resultado de ser finalista en la categoría de cuento y poesía, aparece de igual forma en la Antología de poesía erótica por parte de Librélula Editores en mayo del 2015. En el 2014 ganó el concurso estatal Letra del Himno del CECyTE Quintana Roo. Ha participado en diferentes encuentros literarios, como la Feria internacional del Libro en Bogotá Mayo 2015, la Feria Internacional del Libro de Guadalajara diciembre 2015 y la FILEY en marzo del 2016 y 2017. Creador del Premio Nacional Nada que Fingir, desde 2016, Plataforma que reconoce el trabajo artístico en México.