Uno de los tópicos literarios más inquietantes, el sueño, ha atravesado la historia literaria en diferentes épocas, brillante en algunos movimientos estéticos y con serias implicaciones para la filosofía de la ciencia, en lo que respecta al paradigma de realidad. No cabría ahora citar la estela de indudables referencias; nos complace sugerir al lector algunas huellas de filiación literaria, y comentar que puede advertir un cuidadoso trabajo de encantamiento: recibirá parte del gozo que el autor ha sentido por una obra bien hecha, reposada.
La antesala nos obsequia un texto que fluye como si dijera cualquier cosa, pero es umbral donde advertimos que la naturaleza misma del proceso creativo también lo fue: “… ya no estoy soñando ni sé lo que digo, si lo he recordado o si lo he leído”. En un movimiento triádico, lectura, sueño y memoria toman y sueltan, asumen y dudan en relación con el origen de este libro, consistente en 29 textos narrativos ─relatos, cuentos, adaptaciones de la tradición oral, fábulas, minificciones─ que están dispuestos en cuatro capítulos por los que transitan recuerdos y estancias liminales que arrojan lectores a lo incierto.
Pero no todo es movimiento radical de tapete. También hay desplazamiento de páginas entre juegos y humor, como sucede con los títulos de los capítulos y el del libro. Voy, sucintamente, a describirlos. El primer apartado, “Humedeseres”, alude al agua como elemento simbólico asociado al sueño, a lo que no deja mirar un límite, a lo que permite conectar con esa parte sensible del ser: las emociones. Este conjunto de 10 textos contiene personajes fusionados con su ambiente, ya pantanoso, torrencial, marino, o también con otras formas de humedad: alcohol, heridas que supuran, agua de las llaves, grasa de ballena. Cada uno de los textos ofrece lo mejor de sí, evidencia una cuidadosa urdimbre y refinada técnica. “La herida fundamental” es, sin duda, joya de la corona.
En el segundo, “Bulbo. Cuentos de albarrada”, las voces no ocultan su origen. Seis historias ubicadas en espacios mucho más reconocibles ─la península yucateca, particularmente del sur de Mérida─, decantan influencias mutuas de cultura y lengua entre el maya y el español. En cuanto a los tiempos, se remonta a un clásico de la tradición oral en “De la puntería y la piedra (Un cuento de Koptén)” ─muy bien lograda adaptación─, hasta llegar a su infancia, en “Cazar mosquitos”. Gaspar ha interpretado la vida cotidiana desde los ojos de todas las edades a lo largo de cuatro generaciones, por lo cual también constituye una aportación breve, pero interesante, en cuanto a representación de lo yucateco.
El tercero, “Hilaridad Corteza”, contiene seis textos donde prima el humor, lo absurdo, y se crítica el exotismo, la vida refinada y compleja de la sociedad consumista, entre otras situaciones que confrontan al mundo “real”. Redondos y contundentes, “Excursión al Bayou” y “Gordinflower” se elevan en este conjunto. El de cierre, “Pasatextos”, es el que conversa más con la tradición literaria y nos permite observar su filiación, así como algunos homenajes que rinde a los maestros de la narrativa mediante siete trabajos. “La fortuna de Silas”, destaca por la ironía que paulatinamente deviene sátira; “El librero de Amador” es ambigüedad magistral en su equilibrio, a partir de dos lecturas; y “En busca de Doris King” asistimos al desbordamiento lúdico, sostenido, de todas las voces del discurso, por donde saltan referencias musicales y del ajedrez.
Si bien un tercio de la vida se nos va en dormir, para algunos personajes de esta obra, los otros dos tercios de existencia en este mundo consisten en practicar la fuga ocasional o sistemática, recurso que los conduce a intimar con la sombra de su ser, muchas veces, sin morir en el intento. Así, podemos acceder a la vida cotidiana de algunos personajes, quienes parecen estar “despiertos”, “ocupados en algo útil”, “ejerciendo el libre albedrío”, pero sus existencias están determinadas por diversos estadios de la mente: ilusión, fantasía, recuerdo, quimera, duermevela, ensoñación, pesadilla, delirio, revelación…
Los lectores transitamos por esas y otras modalidades y, sin darnos cuenta, encontramos espejos de nuestra oscura historia: la que no encuentra escuchas, la que raya en lo absurdo, la paradoja, la ironía, el caos… y se disuelve o relega conforme nos levantamos con esa lógica de la vigilia a cuestas.
La narrativa de Cabrera Martín es un dispositivo para mirar desvanecerse de casillas o categorías… el metarrelato en la duermevela se percibe como estímulo del entorno literario: una suerte de intertextos asoman por los resquicios unos y más explícitamente otros: desde Poe hasta Cortázar, pasando por Chéjov y Quiroga, Traven, la literatura de la Onda y la Beatlemanía. El sueño nunca es del todo refugio ni supone alguna operación alterna capaz de sustituir la referencia “objetiva”. Se trata de valorar la ambivalencia de sus rasgos: de intimar a la sombra de quien somos, como una forma de afrontamiento, pero también de intimar con ella y su íntimo cobijo… en el escanciar del ser, al despuntar el alba de su oficio.
Sueñoscopio, de Gaspar Cabrera Martín. Kóokay Ediciones: Mérida, 2021: 108 pp.
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