Si con algo podría definir este año que está por terminar, sería resiliencia. No cabe duda de que nos ha hecho reestructurar la vida que estábamos llevando, imponiéndonos reglas que muchos han seguido y otros se han revelado ante ellas, acusando a los gobernantes de tiranos que quieren coartar la libertad a la que tienen derecho y, en ese punto, es estéril caer en confrontaciones, porque si alguna enseñanza nos ha dejado, es la prudencia que hoy más que nunca debemos observar ante quienes han sacado lo peor de sí, ante tanto infortunio y frustración de no poder echarle la culpa a nadie de lo que ha ocurrido.
Si queremos buscarle un lado bueno (que también podría no serlo) es que las familias por fin han tenido la oportunidad de convivir y conocerse, han sido obligadas por las circunstancias a mantenerse más horas de lo acostumbrando bajo un mismo techo, muchas de las cuales han constatado lo poco que se conocían y, desgraciadamente, ha dado pie también a que la violencia ante el encierro haya aumentado y la justicia haya estado ausente en muchos casos.
Al principio del mes de marzo, todos vivíamos con un miedo a lo desconocido, nos habían hablado de un virus mortal y nos mantuvimos atento a las medidas que se nos daban para evitar ser contagiados. Hoy, a un mes de que termine este año, que se define como el peor que hemos vivido en los últimos tiempos, muchos han perdido el miedo de ser contagiados y lo desafían e incluso se escudan en teorías de que el virus no existe. Es cuando pienso en la heroicidad de médicos y enfermeras que han perdido la vida tratando de salvar la de otros, así de las familias que han perdido a un miembro que se contagió. Debe ser muy doloroso para estas personas leer los comentarios de quienes han declarado que las medidas que nos piden guardar se tratan solamente de un medio para manipularnos.
Se ha relajado tanto la prevención que estamos cerrando este año con un descontrol y daños en la salud mental, porque si bien es cierto que el número de muertos ha disminuido, otras enfermedades han salido a flote, muchas a causa del encierro y otras ante la situación económica que estamos viviendo.
Las redes sociales y la tecnología cibernética han sido el paliativo para que de alguna manera unos no se sientan tan ajenos a la vida social y otros puedan realizar su trabajo desde casa y contrario al desarrollo integral de los estudiantes, estos puedan continuar recibiendo su educación en línea. En definitiva nuestra rutina ha sufrido un cambio de 180 grados, y a pesar de querer verlo positivamente no nos ha ayudado mucho, porque podría convertirse en nuestro nuevo vivir.
No puedo decir que sea el peor año de mi vida, aunque me encuentre sin trabajo y mi futuro sea incierto, todavía quedan muchos años por venir y no podríamos afirmar que después de este año las cosas van a mejorar. La mejor forma de describirlo sería que fue todo un reto mantenernos de pie y cuerdos, que muchos perdieron todo y hoy no ven de qué forma podrán recuperarse, que en nuestra ciudad se ve una desolación por tantos locales comerciales desocupados, que en el campo se perdieron muchas cosechas y en muchos puntos hubo inundaciones, y no, no creo que se trate del Apocalipsis, y con esto no estoy desestimando el sufrimiento y la pobreza en los que muchos se encuentran.
Muchos quieren que este año termine, porque tienen sus esperanzas puestas de que el próximo año será mejor; y una forma de que mejorara, sería bajarle a la agresividad que ha generado. Se entiende el sufrimiento, pero no podemos esparcir nuestra frustración y desquitarnos con quienes, como nosotros, están sufriendo. Si queremos un 2021 con esperanza, hay que poner de nuestra parte: practicar la empatía, continuar con la ayuda que estamos hoy proporcionando a quienes se encuentran en situación de pobreza, apoyando a quienes han encontrado una forma de subsistir.
2020 nos ha dejado ver más de cerca que no somos inmortales, que aun teniendo dinero, no estamos exentos de contraer un virus que puede llegar a ser mortal, lo triste que es perder a un ser querido y tener que despedirlo solos, sin amigos presentes. Todo lo que algún día dimos por sentado, nos ha dejado este año un triste recordatorio de que podemos perderlo. Un año que nos va a dejar en mucho que pensar, principalmente en cómo subsistir y poder alimentar a nuestras familias, así como mantenerlas seguras.
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