Muchos estamos con la duda de qué es lo que va a suceder una vez que todos estemos inoculados contra el Covid-19. Esa respuesta todavía no podemos saberla, ya que los científicos afirman que todavía no podemos asegurar que es cien por ciento efectiva, será una prueba de ensayo y error. Lo que sí podemos estar seguros, es que el número de contagios disminuirá radicalmente, siempre y cuando la gente que está en contacto con otros pueda tener acceso a la vacuna.
Es por lo anterior que el magisterio todavía no quiere (con todo el derecho) comenzar a impartir clases presenciales hasta que reciban la vacuna, y si todavía no hemos concluido con las personas que corren más riesgo como los médicos y gente de la tercera edad, estamos hablando de que va a llevarse un buen tiempo poder tener acceso a ella, y aun así hay quienes han declarado que no piensan recibir la vacuna. Es como no querer utilizar el cinturón de seguridad cuando manejan, o manejar alcoholizados.
Otros ven la vacuna como un acto político, o bien, una oportunidad para los laboratorios médicos de generar cuantiosas ganancias que recibirán por su comercialización. Todos estamos viendo al toro tras la barrera, muchos queremos ver cómo les irá a los primeros que reciban la dosis para decidir si nos la aplicaremos o no.
Sobre los efectos secundarios se han reportado muy pocos casos, o al menos, eso es lo que se ha informado. Al respecto, creo que es válido que haya gente que tenga sus dudas al respecto, ya que el desarrollo de la vacuna fue exprés, y aunque la tecnología en la actualidad posee grandes alcances, no hay que perder de vista que muchos medicamentos que han salido al mercado avaladas por la Organización Mundial de Salud, han causado efectos secundarios irreversibles. Un caso que viene a mi mente, y que probablemente esté obsoleto fue un medicamento llamado Talidomina el cual se comercializó entre 1957 y 1963 para calmar las náuseas en las mujeres embarazadas, el cual tuvo como efecto secundario malformaciones congénitas en los bebés.
Sí, el caso antes mencionado ocurrió hace 70 años, y aunque todavía no existía una ciencia medicinal tan desarrollada como la actual, no debemos olvidar tampoco que muchos antidepresivos vuelve a quienes los consume a ser propensos al suicidio. Estos casos parecieran ser una advertencia sobre no vacunarse, pero en lo personal, yo creo que deberíamos optar por la vacuna, porque si se está aplicando a nivel mundial, me imagino que ha pasado por filtros para que resulte lo menos dañino en cuanto a los efectos secundarios que pudiera causar.
Pero, habrá muchos que seguirán en la postura de no querer recibir la vacuna, y creo que están en su derecho, aunque esto implicará muchas restricciones, ya que diversos países han puesto como condición a quienes deseen viajar, haber sido vacunados. Existe una variedad de laboratorios que están fabricando la vacuna, y se han publicado en los medios el porcentaje de la efectividad de las mismas.
El gobierno las estará ofreciendo de forma gratuita en sus Centros de Salud, pero no dudo que saldrá alguna “más efectiva” que se comercializará y estará al alcance de quien pueda pagarla como sucede en estos casos. Ignorar que existe una prevención es el peligro, la decisión de ponérsela o no es un riesgo que cada quien valorará, ya que desgraciadamente, el miedo está empezando a ceder y cada día nos arriesgamos más a estar expuestos, pensando que un cubre bocas es suficiente para no contagiarnos.
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