El amor se hace más grande y noble en la calamidad

“… Le había llegado la hora de preguntarse con dignidad, con grandeza, con unos deseos incontenibles de vivir, qué hacer con el amor que se le había quedado sin dueño…”

Gabriel García Márquez
Considerando que este 6 de marzo, el nobel de literatura colombiano, Gabriel García Márquez, estaría cumpliendo 90 años, he escogido para celebrarlo dos de mis frases favoritas de una de sus grandes obras: “El amor en los tiempos del cólera”. Uso una para darle título a este artículo y la otra, para compartirles mi dolor pues mi reciente amor de pareja se quedó sin dueño…

Sin más remedio, la pandemia nos ha puesto a pensar a todos en si somos o no esenciales, ya que, a pesar de que la esperanza de vida llega a los 80 años, actualmente los treintañeros no están exentos de peligro, y vemos angustiados que la salud, que no debiera ser una mercancía, hoy es un bien buscado, deseado y hasta pagado en millonarias cantidades.

Pero por sobre todo, nos ha puesto a contemplar la vida y su sentido, ante la aceptación —así en general— de nuestra propia mortalidad. Somos tan vulnerables, que nuestras mentes se han llenado de pánico y nuestros sentidos se han tratado de desconectar para evitar oler la cercanía de nuestra marcha al más allá; y en esta contemplación, parece que sólo nuestro acercamiento espiritual al arte, tan mermado en estos días, nos brinda un espacio de confort, donde podemos extasiarnos —aunque sea a distancia— con sus placeres. Logramos paliar nuestro dolor y nuestros miedos, gracias al inaudito y titánico esfuerzo que están haciendo los artistas para brindarnos momentos de esparcimiento y belleza, quienes usando más creatividad de la habitual y con mil complicaciones, van llenando nuestros sentidos de armonía y paz.

Si tomamos la epidemia como una bifurcación de caminos, nos vemos obligados a pensar que lo que teníamos por más anhelado ha perdido valor ante la inminencia de preservar nuestra propia vida. Puede haber frustración, aunque quizás también aceptación, pero la verdad es que, lo que tramábamos hacer ya no existe más; su desenlace quedó en el camino de lo no andado y, sin desearlo, lo hemos ido aceptando como la única forma “saludable” de vida. Así, hemos visto cobrar significado a lo doméstico que siempre habíamos dado por hecho, que hacíamos en automático, y ahora buscamos en nuestra memoria los colores, los sonidos o las luces de esos eventos de arte que tanto disfrutábamos y ahora ya no están.

Hemos ido integrando a nuestras vidas -ante el terror al contagio-, un encierro en el que conviven la evasión, la desesperación, la ira y la contemplación, con la esperanza de mantenernos vivos, a la espera de que las acciones internacionales, como la administración masiva de las vacunas, nos permita regresar, no a esa supuesta “nueva normalidad”, sino a nuestra propia posibilidad de retomar lo que nos hace sentir bien, completos y, aunque sea, medianamente felices. Anhelar se ha convertido en uno de los ejercicios de la soledad y disfrutar —en medida de lo posible a través de los medios de comunicación—, del alimento del alma y el espíritu que conforman lo que llamamos las bellas artes. Ha pasado a ser un acto fundamental de vida y bienestar del espíritu.

Y entonces, en el encierro, mi inquieto espíritu busca qué hacer y felizmente me acuerdo de Gabriel García Márquez y su Amor en Tiempos del Cólera. Busco a la salida de mi recamara, en mi viejo librero, esta magnífica obra que al transportarnos a otro tiempo y a otras dimensiones y espacios, me puede responder a la segunda más inquietante de las preguntas de este año: ¿Cómo poder amar en tiempos de COVID-19? Ya saben, mis amables lectores, Ana Gaby Aguilar se sumó a la lista que la primera indefectiblemente ha sido ¿Voy a sobrevivir?

Y empiezan mis reflexiones ante “la nueva etiqueta” que nos exige permanecer a un metro y medio de distancia mínima ¿Será posible, cuando los abrazos y los besos están estrictamente prohibidos —a menos que sean con una persona con la que convives dia y noche, o con tu gato—, cuando los museos están cerrados, los eventos cancelados, el Peón Contreras también parado y todos los espectáculos suspendidos en todos los espacios culturales de nuestro hermoso estado, será que encuentre mis respuestas de la mano de García Márquez? ¿Será que arrellanada en mi sillón favorito, Gabo me explique cómo puedo seguir amando en estos  actualizados tiempos de COVID?

Mientras me siento con un cafecito en la mano y mi libro bajo el brazo, reflexiono que es posible seguir amando en tiempos de calamidad, y con los enamorados del tiempo del Cólera en mi cabeza, hago presente que mis Tatas se casaron en plena doble pandemia, la Revolución Mexicana y la influenza o gripa española, que se sumaba a la Primera Guerra Mundial y que, de una forma u otra, acabó con la vida de millones de personas.

Mis reflexiones me llevan a revisar y acreditar que México no está viviendo su primera pandemia, que ha habido ya varias, y que siempre hemos salido avante, magullados y adoloridos, pero siempre lo hemos logrado. Entonces, leo, para ponerme en sintonía con Gabo, acerca del Cólera en el México del siglo XIX y me entero que fue brutal, que se difundió por todo el mundo tan velozmente, que grandes concentraciones de población en las ciudades cayeron ante el embate de esta terrible enfermedad. Desde luego, llegó a Sudamérica, y desde luego que influyó en mi admirado escritor. Según Laín Entralgo, el siglo XIX debería ser llamado “el siglo del cólera morbus” y, si seguimos su ejemplo, deberemos llamar definitivamente a este siglo XXI, el “siglo del COVID”. Por lo mismo, deberemos entender que al igual que el ésta, todas las enfermedades pandémicas nos deben permitir reflexionar en voz alta sobre la relación entre la salud, el orden social, las normas culturales que deben existir y el amor que podemos seguir disfrutando, el cual, como dice el genial premio Nóbel, Se hace más Grande y Noble en la Calamidad.

La verdad que Gabo me fascina y volví a vivir todas las hermosas frases que utilizó en este magnífico ejemplar, de gran capacidad literaria, pero lamentablemente mi distorsión profesional, me llevó más al área de la cultura y la salud, que al área sólo del amor, considerando qué, por ahora, debo seguir restringiéndome en su manifestación más esplendorosa de abrazar y besar. Bueno, abrazo a Xing, cada noche que se acurruca conmigo.

Así, les comparto mis conclusiones que relacionan, la cultura y la salud para tratar de hacer un concepto que los una. Dejo el arte y el trabajo para el siguiente párrafo. Entonces, tenemos que “la enfermedad” y “la salud” no son dos entidades contrarias, sino que son absolutamente complementarias. Son términos que se manejan de manera totalmente diferente en cada cultura. Es decir, para comprender por qué las personas hoy en día, en nuestra linda Mérida, no han consumido las vacunas que fueron enviadas para su protección, y que en el último día de vacunación sólo el 63% de los adultos mayores se hayan vacunado, hace falta usar un enfoque que combine cuestiones sociológicas, antropológicas, de mercadotecnia y de “infodemia”, además de las biológicas y de conocimientos médicos sobre salud y enfermedad, para medianamente comprender que, ante el miedo de morir por el virus, se ha desarrollado el miedo 0.0001% real, de morir por la vacuna. Si interrogas a todas y todos los meridanos no vacunados, tendrás un resultado tan variopinto, como lo son las diferentes versiones culturales que conforman nuestro estado, ejemplifico con un botón de muestra: trata de hacer que los mexicanos se disciplinen ante la COVID 19, igual que lo han estado haciendo los chinos, los daneses, o los neozelandeses…

Y entonces veremos, desde un punto de vista antropológico, que la salud está vinculada no solamente a combatir la enfermedad, sino que está anclada a factores políticos, culturales y económicos que pautan las relaciones humanas, dan forma al comportamiento social y condicionan la experiencia colectiva. Para entender la lucha contra las enfermedades, desde un enfoque cultural, debemos usar alguna de estas opciones:

  • Desde un punto de vista local, la cultura moldea el comportamiento de las personas, que predisponen a la población a determinadas enfermedades y su forma de solucionarlas, acudiendo quizá primero al J’men que al médico y dejando que los memes les digan qué hacer
  • Desde un punto de vista global, las fuerzas político/económicas y las prácticas culturales hacen que las personas actúen como grupo en las más diversas formas, relacionadas siempre con los usos y costumbres de su tradición cultural y sus miedos compartidos.

Estos conceptos —muy teóricos—, son de tal suerte importantes, que todas las actividades de nuestra vida cotidiana han estado y seguirán estando condicionadas por el molde cultural en que hemos sido formados, y éstos nos van a permitir —o no—, equilibrar la posibilidad de sobrevivir, recuperando todos los satisfactores a los que hemos estado acostumbrados.

Y entonces, la relación cultura/salud, que actualmente constituye todo un reto para las sociedades y sus autoridades, entre el estilo de vida de cada persona que modifica todo el entorno en que se desenvuelve y las pautas socioculturales, nos está llevando, de acuerdo a sus códigos de creencias, a la posibilidad —o no—, de reintegrar los procesos hacia la normalidad. Todas y todos estamos reclamando retomar nuestros espacios laborables, porque todas y todos hemos acabado con nuestras reservas monetarias y necesitamos producir para sobrevivir, y los gobiernos han ido estratificando lo que es esencial y han dejado a un lado el arte como algo indispensable.

Para los gobernantes, alimentar el alma de las personas no es fundamental y no se detienen a pensar que las personas que producen arte, también tienen familias que alimentar y luz que pagar, y entonces suceden cosas —que al menos a mi alma le causan dolor infinito—, como es ver a grupos de mariachis andando por las calles, dando serenatas por unas cuantas monedas para poder sobrevivir.

A mi tristeza se une el saber que todos los artistas, músicos, bailarines, cantantes, pintores o escritores, están verdaderamente abrumados por la falta de espacios para realizar su trabajo y con ellos, todas y todos los miembros de esta industria, personas que nunca vemos, pero que sin ellos no habría espectáculos, me refiero a ingenieros de sonido, iluminadores, tramoyistas, acomodadores teatrales y un larguísimo etcétera de personas, que hemos dejado de ver y de pensar en ellas y ellos, los cuales se han encontrado tremendamente afectados con esta pandemia.

Es tiempo de sumar nuestros propios esfuerzos a los que vienen realizando todas estas personas, es tiempo de entender “que no de aplausos vive el payaso” y es tiempo de sumarnos con verdadero amor, de ese que se hace más grande en la calamidad, y apoyar a nuestro espíritu, apoyando a los artistas. Gracias a Dios su esfuerzo impactante, ha ido produciendo arte que podemos compartir en las redes sociales, por precios extra módicos. Están otorgando arte en parques públicos al aire libre, con aforos acotados donde su luz se comparte con el que quiera respaldarlos. Igualmente, mi alma agradece también el esfuerzo con que tímidamente los teatros han vuelto a abrir sus puertas, asi como los muesos, asi que ahora está en nosotros volver a darles vida. Si lo hacemos con las debidas precauciones nuestra alma feliz, será la mejor recompensa. ¡Hagamos posible esta forma de amar!

Los espero en chivizenteno@hotmail.com o en el WhatsApp 9992 71 38 92. Escrito dedicado particularmente a Sergio y Julia Zenteno, Anexo publicación de su Facebook:

En medio de esta pandemia que nos ha limitado los conciertos, nos transformamos para ofrecer recorridos por los Biomas y Jardines del Parque Bicentenario de la CDMx, una alternativa para vivir una experiencia inmersiva. Música en vivo, Danza y Expresiones Escénicas, acompañan un recorrido por la vegetación de Bosques, Selvas, Jardines y Chinampas. Los invitamos cordialmente.

Sylvia Zenteno Ruano
Médico Cirujano y Partero por la Escuela Superior de Medicina del Instituto Politécnico Nacional en la Ciudad de México D.F. Diplomada en Derechos Humanos y Políticas Públicas y diplomada en Biomusicoterápia y en Psicología Transpersonal, áreas que han sido fundamentales para conocer la naturaleza de la condición humana. Fue Directora General del Centro de Salud con Hospital Materno Infantil de Mérida (1992), Responsable Jurisdiccional de los Programas de Prevención del VIH/Sida, Desastres Naturales, y del Programa de Atención Amigable para las y los Adolescentes (1994), Directora de la Unidad de Salud “Melitón Salazar” del Ayuntamiento de Mérida en el marco del Programa UNI-Mérida, programa líder en la Educación de los Profesionales de la Salud que prioriza a la comunidad, patrocinado por la Fundación W.K. Kellogg (1995) y Directora General del Centro De Atención Integral Para Menores En Desamparo CAIMEDE, DIF Yucatán. Ha tenido también presencia en los medios de comunicación como locutora durante 9 años en el Programa Radiofónico “La Barra Ciudadana” en Cadena RASA, y también fue conocida la “Doctora Corazón” en el programa “El Gurú del Amor”, del Grupo SIPSE, en la estación 100.1 de FM “La Nueva Amor”. Asimismo, fue conductora y productora del programa “Sabiduría del Corazón”, en Cadena RASA, diseñado para aconsejar sobre el amor verdadero, el bien común y la justicia social. De 2004 a 2020, fue editorialista de la columna “Alerta Ciudadana” en el periódico Por Esto!. Actualmente Coordinadora del Departamento de Innovación y Calidad del Hospital General Dr. Agustín O’Horan, turno vespertino, como capacitadora y supervisora de Calidad en la atención hospitalaria y en la aplicación de las Normas Oficiales en salud y es Presidenta Fundadora de Kairóz Asesores en Salud AC. (Asociación que desarrolla estrategias de planeación y coordinación operativa en acciones de prevención y protección, en favor de los Derechos Humanos, especialmente para los y las niñas, Adolescente y Mujeres, en Prevención de la Violencia).