En el momento en que esto se escribe (15 de marzo de 2021) el número de víctimas mortales en México por coronavirus (covid-19) llegó a 195 mil en México y a 2.66 millones a nivel mundial de acuerdo a los datos oficiales de la secretaría de salud y del portal github.com.
La cantidad de muertos por este padecimiento es lamentable, por supuesto; sin embargo, como profesional de la comunicación me he preguntado, pues me parece cuestionable, ¿cómo se está realizando el tratamiento a esta información? ¿Es excesiva la cantidad de espacio y tiempo concedida por los medios masivos a lo relacionado con el COVID-19? La pregunta viene a colación porque es una realidad que existen enfermedades más graves y que llevan más tiempo azotando a la humanidad y para los cuales pareciera no haber el mismo interés público en difundir o en crear soluciones.
Uno de estos padecimientos que podría y tal vez debería considerarse pandémico por la gran cantidad de personas afectadas y por ubicarse en una gran cantidad de países es la Enfermedad Obstructiva Crónica (EPOC) que incluye dos entidades patológicas antes estudiadas por separado: la bronquitis crónica y el enfisema pulmonar y a la cual los médicos ya denominan directamente a la EPOC “tabaquismo”.
De acuerdo con lo publicado en la pagina web www.saludpublica.mx con datos de la Organización Mundial de la Salud (OMS), el consumo de tabaco es responsable de la muerte de 4 millones de personas al año en el mundo por enfermedades relacionadas al consumo del tabaco (esto equivale a una persona cada 10 segundos) y tiene además, “repercusiones sociales y económicas muy importantes”.
La Organización Panamericana de la Salud (PAHO por sus siglas en inglés) afirma que en la actualidad, el consumo de tabaco es la principal causa de mortalidad evitable en todo el mundo, ningún otro producto es tan peligroso ni mata a tantas personas.

Un estudio realizado en la Ciudad de México a finales de los noventa, estimaba que en el 2020 el tabaco sería la causa del 12% de todas las muertes a nivel mundial, para entonces este porcentaje sería mayor que el de las muertes causadas por VIH/SIDA, tuberculosis, mortalidad materna, accidentes automovilísticos, homicidios y suicidios en conjunto.
En el Continente americano el consumo de tabaco es responsable de aproximadamente un millón de muertes por año, de las cuales unas 500 mil corresponden a los países de América Latina y el Caribe.
El tabaquismo además aumenta la pobreza porque los hogares gastan en él un dinero que podrían dedicar a necesidades básicas como la alimentación y la vivienda. La fuerte dependencia que causa este producto dificulta que se pueda corregir ese gasto y ni las medidas llevadas a cabo -como el incremento al precio de la cajetilla o colocar imágenes con las consecuencias físicas del consumo-, han logrado reducir el número de fumadores.
Sin embargo, de este padecimiento no se hace tanto ruido. No hay hospitales construidos en diez días para contenerlo, curarlo o medidas directas para remediarlo… ¿Por qué? Porque es casi “ofensivo” intentar afectar a la industria tabacalera donde nombres como Travers Beynon (heredero de la marca Freechoice en Australia) y Phillip Morris International (en los Estados Unidos) por mencionar algunos, manejan millones de dólares a nivel mundial lucrando con este vicio (droga legal, dirían algunos) y por lo tanto, las consecuencias impactan directamente a la economía de diversos países… Así que sí, es cuestión de dinero.
En otro caso, dejando de lado el “poder de la decisión” que “empodera” a quienes quieren fumar… ¿Qué pasa cuando NO se trata de una elección? ¿Cuál sería la justificación en aquellos casos en donde la víctima no “elige” el vehículo mortal? Como es en el caso de los alimentos contaminados por bacterias, virus, parásitos y toxinas que provocan anualmente la muerte de miles de personas y enfermedades a más de 600 millones, siendo además que el coste para los países con ingresos medios y bajos alcanza los 95 mil millones anuales, de acuerdo a lo publicado por la organización mundial de la salud en febrero de 2019.

Estas conclusiones se obtuvieron después de que numerosos líderes mundiales se reunieron en Addis Abeba, Etiopía, en África, uno de los continentes más abandonados de la historia reciente de la humanidad y que sólo ocupa las notas informativas cuando algún país de “primer mundo” llega a ofrecer paz y democracia a punta de pistola.
Fue ahí donde tuvo lugar la Primera Conferencia Internacional sobre Inocuidad de los Alimentos, un evento de dos días organizado conjuntamente por la Unión Africana y Organizaciones de la ONU (F.A.O y O.M.S.), que busca identificar medidas que garanticen la disponibilidad y el acceso a alimentos sanos.

Al igual que en el caso mencionado al inicio de este escrito, no hay marchas, reclamos, campañas mundiales 24/7, cobertura en primera plana nacional e internacional por situaciones igual de reales, que sin embargo tienen mayor impacto en cuanto al número de víctimas. Si acaso una mención ocasional y una que otra campaña perdida en la oscuridad como parte de las funciones de las secretarías y ministerios de salud… pero nada más.
Con todo lo anterior, cabría aquí el cuestionarnos: ¿Por qué el tratamiento de una nota, es decir, la forma de plasmarla y presentarla en los medios electrónicos, el tiempo que se le da en lo noticiarios y el impacto en la población mundial no son de la misma magnitud que en este caso en específico del COVID-19, noticias que podemos percibir prácticamente todos los días y en todos los medios y redes sociales?
En otras palabras no se les da el mismo tiempo “al aire” en un caso que en otro. ¿De qué depende? En mi opinión, de lo rentable o capitalizable que pueda ser el caso o del impacto que pueda causar a las grandes economías… las grandes potencias industriales lanzan la bola… los demás países la convierten en alud.
Y entrando un poco en el mundo de las conspiraciones ¿Será acaso que las campañas mediáticas masivas de algunos temas son magnificadas o diseñadas para mantener el estado de psicosis y el miedo en la gente? Ya lo mencionaba durante la década de los 40 Edward Bernays, sobrino de Sigmund Freud y considerado por algunos como “padre” de la publicidad moderna: “Hay que incentivar el miedo en la población, porque eso los hace vulnerables y proclives a consumir lo que no necesitan y hacer lo que no desean…”
Queda para la reflexión…
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