No sólo hay que serlo sino también parecerlo

Durante más de una semana se ha tenido en diferentes medios digitales la presentación de un reportaje dado a conocer por la agencia de medios “Latinus” y la asociación civil Mexicanos contra la Corrupción y la Impunidad, en donde fueron expuestos algunos detalles privados de la vida del hijo mayor de Andrés Manuel López Obrador, actual presidente de México, donde se da cuenta del lujo y aparente opulencia en la que vive José Ramón López Beltrán, el primogénito del presidente.

A grandes rasgos, este reportaje presenta la manera en la que la vida de López Beltrán contradice de manera contundente la política de “austeridad repúblicana” que pregona el presidente, al revelar datos y documentos que comprueban que durante su estancia en la ciudad de Houston en el estado de Texas en los Estados Unidos de Norteamérica, el hijo mayor del presidente vivió primero en una mansion valuada en mas de un millón de dólares, lo cual no tendría nada de relevante, salvo la contradicción de ambos estilos de vida, si no fuera que los datos presentados por las organizaciones antes citadas, dejan abierta la puerta para un posible caso de corrupción o —en el menor de los casos— una situación de conflicto de intereses, pues esta primera vivienda pertenecía a un alto ejecutivo de una compañía petrolera que actualmente tiene contratos vigentes con la paraestatal Petróleos Mexicanos (PEMEX), lo cual, repito, se presta a suspicacias.

Sin embargo, las revelaciones de este medio digital no se detienen ahí, pues en ese mismo reportaje, disponible en la página web y a través de su canal de You Tube, se da a conocer que posteriormente López Beltrán se fue a vivir a una residencia de reciente construcción y, además, hace uso de vehículos de cierto lujo como camionetas de la marca Mercedes-Benz, valuados en mas de un millón de pesos.

Hasta aquí, tal vez, la situación no habría o no debería haber trascendido del mero hecho anecdótico, pues cada quien tiene derecho a hacer con sus ingresos lo que desee mientras no se le compruebe haber sido obtenidos como parte de algún delito, si no fuera por tres pequeños grandes detalles:

Primero, se presta a suspicacia y “sospechosismo”, como diria hace algunos años el actual legislador panista Santiago Creel, que la residencia que habitara en primer lugar el hijo del presidente fuera de Keith L. Schilling, dueño de Baker Hughes, una empresa petrolera con la que Petróleos Mexicanos (PEMEX) mantiene contratos desde el año 2019, es decir al año siguiente de tomar posesión como mandatario Andrés Manuel López Obrador.

Segundo, la actual esposa del primogénito del presidente, Carolyn Adams, de origen brasileño, se desempeñó en el ramo petrolero en la compañía British Petroleum cuando tenía su residencia en los Emiratos Árabes, específicamente en Dubai, cambiando en el año 2016 su lugar de residencia hacia México en donde trabajó como cabildera en Cava Energy, empresa que también tiene vínculos con PEMEX.

Y, tercero, desde mi punto de vista el más relevante, ha sido no sólo la defensa a ultranza del primer mandatario en la máxima tribuna mediática del país, sino los argumentos que ha esgrimido con la intención de justificar, explicar o darle la vuelta a lo presentado en el reportaje. Ha ido desde lo más falaz como “sabía que la señora era del dinero y no mi hijo” hasta un “en el asunto del matrimonio es complicado meterse…” porque la palabra de un presidente marca línea en un país, y eso es regla no escrita en la política, por lo tanto no se sabe que es peor: si el argumento es porque cree que la sociedad es idiota y va a creerse la ingenua ignorancia presidencial o porque es tan incompentente como padre que no sabe de la vida y acciones de su propio hijo, de quien, además, según diversos medios a nivel nacional, no se le conoce algún trabajo formal, que aunque no tiene nada de malo o raro, no deja de levantar comentarios.

Aunado a lo anterior, la reacción tan visceral del presidente en sus mañaneras deja ver que el actual mandatario de México aún no es consciente de su papel como gobernante y pareciera que sigue instalado en su papel de eterno candidato, porque en la considerada máxima tribuna mediática debería enfocarse en resolver los asuntos de interés para todos los habitantes como la seguridad pública, el abasto de medicamentos, los incrementos de contagios de la cepa omicrón y el asesinato sin resolver de varios periodistas; sin embargo, el tiempo de López Obrador todas las mañanas sigue dirigiéndolo a los asuntos personales, a denostar a quienes no piensan como él o a quienes no opinan lo mismo que él, a tener “otros datos” que jamás presenta y a polarizar a la población en “los que estan conmigo y en mi contra”. Las mañaneras deberían dejar de usarse para realizar una agenda setting a la inversa y tendría mayor provecho emplear ese espacio mediático en dar a conocer resultados de gobierno, aunque más de uno asegura que no sucede así porque no hay resultado alguno que compartir.

Pero, retomando el argumento del presidente, efectivamente, la señora es la del dinero, al menos en apariencia, porque la casa donde actualmente viven, que se encuentra en el fraccionamiento Oak States, es una de las zonas más exclusivas de Houston, Texas y la camioneta Mercedes Benz modelo GLE-Class,  adquirida a un precio de 68 mil 675 dólares (1.4 millones de pesos), están a nombre de la señora Adams, y si esto no es cuando menos extraño, entonces no sé que lo sea.

Pero, lo que realmente hace las delicias de los “detractores” —como los llama el presidente— es la aparente incongruencia entre lo que dice López Obrador al frente del país, tratando de convencer al pueblo de vivir en austeridad y lo que hace López Beltrán viviendo una vida donde la austeridad es lo último que aparece.

Además de eso, el presidente en sus mañaneras se ha dado a la tarea de denostar en varias ocasiones a quienes de forma despectiva etiqueta como “aspiracionistas”, es decir aquellas personas que desean ser y tener un mejor nivel de vida, mientras que su hijo de 41 años vive rodeado de lujos, lo que desde la ideología de López no sólo debería ser excesivo, sino que debiera ser él el primero en criticar.

Sumado a todo ello, resulta que mientras el índice flamígero presidencial señala a los “aspiracionistas” con sus declaraciones de: “… no debe de importarnos el dinero, no debe ser nuestro dios el dinero, lo material, que esa es una vida aspiracionista, de estar pensando en lo material, como si eso fuese la felicidad. No, la felicidad es estar bien con uno mismo, estar bien con nuestra consciencia y estar bien con el prójimo, esa es la verdadera felicidad, no el lujo barato, no las marcas, las alhajas, los carros último modelo…” su hijo no sólo no vive en el país, sino que en redes se ha mostrado el lujo que vive en viajes y temporadas de invierno en Aspen. En fin, el chiste se cuenta solo.

Además, en junio de 2021, criticó y expuso su rechazo a lo que él denomina “un modelo de vida individualista, aspiracionista, que consiste en triunfar a toda costa… escalar, encaramarse a como sea, tener dinero, bienes materiales, títulos, fama…” cabría, tal vez, agregar que en ese modelo de vida que predica debería estar el no casarse con una persona cuyo trabajo la ha llevado a ser parte del staff de empresas relacionadas con la industria que genera más dinero en el mundo después de la armamentista, la del petróleo.

Aunque es un hecho que las demandas de la oposición por realizar “investigaciones a fondo” que expliquen el origen del dinero de la nuera del presidente no van a prosperar pues a ella no se le acusa de ningún delito, también es cierto que ahora el presidente deberá pensar muy bien su retórica antes de continuar con su absurda cruzada en contra de los grupos sociales empresariales, con dinero o que aspiran a algo mejor, porque a fin de cuentas es muy humano aspirar a ser mejor de lo que se es el día de hoy y la muestra la da el mismo López Obrador, pues durante 18 años aspiró llegar a ser presidente del país, autonombrándose, incluso, como “presidente legítimo”  en el 2006 durante el sexenio de Felipe Calderón, pues no faltará quien haga alusión a su hijo José Ramón y su vida aspiracionista con lujos y totalmente opuesta a la prédica presidencial que ha intentado vender desde el inicio de su mandato.

Hasta la próxima entrega.

Germán Quijano Mena
Nacido en la ciudad de Campeche, México; con estudios de licenciatura y Maestría en Ciencias de la Comunicación por el Instituto Campechano; Maestría en Gestión Educativa por la Universidad Pedagógica Nacional. Productor y conductor de radio y televisión actualmente se desempeña como docente de nivel superior en el Instituto Tecnológico de Estudio Superiores “René Descartes” y como locutor en la radio de la Universidad Autónoma de Campeche; ha impartido conferencias y charlas a diversos organismos y empresas a nivel nacional.