¿Por qué tenemos ya vacunas contra la COVID-19?

La inteligencia artificial brinda respuestas y marca un punto de inflexión en la ciencia

¿Sabes lo que es la anosmia? Es la pérdida del olfato. Puede ser temporal o crónica. Y este es uno de los síntomas que se asocian a la COVID-19. Una persona que pierde el olfato en estos tiempos, así de repente, puede estar afectada por el SARS-CoV-2.

Que la anosmia haya sido asociada a la enfermedad más “famosa” del momento se lo debemos a la inteligencia artificial (IA). En abril de 2020, mientras un programa informático revisaba los registros de pacientes con COVID-19, determinó que la pérdida de olfato y gusto eran síntomas tempranos de esta patología.

La IA ha sido también un puntal clave en el desarrollo de las vacunas que hoy comienzan a ser administradas de forma masiva en el mundo. Por lo regular, toma varios años el desarrollo de una vacuna, pero a poco más de 12 meses del comienzo de la pandemia, ya hay varias certificadas, y muchas otras en camino.

Las tecnologías de la información y la comunicación han sido medulares en este empeño. Investigadores de todo el mundo han colaborado para desentrañar las respuestas asociadas al nuevo coronavirus, y con ello, en una suerte de ingeniería inversa, llegar a las vacunas.

Según Swissinfo, detrás de los desafíos éticos asociados a la inteligencia artificial se esconden las enormes posibilidades de una tecnología que podría revolucionar el mundo de la ciencia y resolver algunos de los problemas más complejos de la biología moderna.

En primer lugar, figura la capacidad de predecir la estructura de proteínas desconocidas para revelar los secretos de las células y las enfermedades que las afectan. Recientemente, las estructuras de proteínas han sido noticia debido a su papel central en el desarrollo de nuevas vacunas contra la COVID-19.

Por lo regular, este es un proceso largo, que requiere muchos meses de investigación para conocer qué forma tienen las proteínas. Y es esta una información muy importante para estudiar cualquier virus, comprender cómo se comporta, y así desarrollar una vacuna eficaz.

La capacidad desarrollada por los científicos para predecir las estructuras de las proteínas mediante métodos de cálculos informatizados ha hecho que ese proceso sea mucho más rápido y preciso.

Gracias a los recientes avances en inteligencia artificial, es posible ahora predecir con gran precisión las estructuras tridimensionales de proteínas complejas.

Por ejemplo, AlphaFold2, un sistema de IA creado por la empresa DeepMind, con sede en Londres, Reino Unido, y propiedad de Google desde 2014, permitió precisar con rapidez las estructuras de las proteínas en el SARS-CoV-2. Y la importancia de este paso es inconmensurable. A fin de cuentas, hace un año poco o nada sabíamos de este virus.

Con esa valiosa información y el trabajo de los científicos —que no han descansado en busca de una cura— se encuentran en desarrollo clínico hasta 60 posibles vacunas, tres de las cuales han sido ya aprobadas por algunas autoridades reguladoras nacionales para su utilización a gran escala, según indica la Organización Mundial de la Salud (OMS).

Sin dudas, es este un punto de inflexión para la ciencia: los tiempos de desarrollo se acortaron de forma drástica, y quizá esto podría aplicarse contra otros males. Aunque, por supuesto, todo dependerá del interés que también tengan las farmacéuticas en este sentido.

La IA también ha sido clave no sólo en el desarrollo de vacunas, sino en la implementación de otros protocolos para el control de la pandemia.

Miremos el caso de China, por ejemplo. Al inicio fue el epicentro de la COVID-19, pero mediante el uso de la tecnología devolvieron al país a una normalidad relativa en pocos meses. Wuhan, la ciudad donde comenzaron a aparecer los primeros casos, hoy es un territorio en el que se realizan actividades multitudinarias, algo que a estas alturas a los de occidente nos parece surrealista.

Para lograr esto, China utilizó la IA para restringir el movimiento de la población, prever la evolución de los brotes e investigar el desarrollo de una vacuna. La IA permitió realizar diagnósticos más rápidos, llevar a cabo análisis de escáner o manejar robots en las ciudades que quedaron totalmente aisladas.

El uso de gafas inteligentes con capacidades incorporadas de IA permitió también en China detectar personas con fiebre en grandes aglomeraciones. Estos dispositivos posibilitaron que los agentes de seguridad efectuaran cientos de comprobaciones en pocos minutos sin necesidad de contacto directo. La tecnología se desplegó en lugares como estaciones de autobuses y trenes, así como otros propensos a concentraciones.

Volviendo a las vacunas, especialmente a las que deben poner freno a la pandemia, no pocas especulaciones y teorías conspirativas se han desplegado en internet, en busca de incautos. En foros y grupos de redes sociales se ha llegado a afirmar cosas como que Bill Gates estaría detrás de las vacunas para inyectarnos chips y así conocer todo lo que hacemos, o que los nuevos medicamentos no son seguros.

En el caso de la primera descabellada afirmación, quienes crearon el bulo acaso no se dan cuenta de que Bill Gates ni nadie tiene que inyectarnos chip alguno para saber lo que hacemos. Para eso, desde hace casi 15 años, tenemos con nosotros algo llamado Smartphone.

Sobre la seguridad de las vacunas, centenares de millones de dosis se han puesto ya en el mundo. Los casos fatales son mínimos, y las reacciones adversas también.

En esta era de internet e “infoxicación” es bueno recordar que la ciencia ha contribuido de forma notable a nuestro avance como humanidad. Las teorías de la conspiración no. Lo cierto es que ya tenemos vacunas contra la COVID-19. Pronto a esa reducida lista seguro se sumarán otras. Ya se ve una luz al final del túnel.

Licenciado en Periodismo por la Universidad de La Habana. Ha sido reportero deportivo y jefe de la Redacción Multimedia del periódico Juventud Rebelde. Actualmente es el subdirector de Desarrollo de Juventud Rebelde. Como corresponsal del diario ha dado cobertura a los Juegos Panamericanos Guadalajara 2011 y los Juegos Centroamericanos y del Caribe Barranquilla 2018. Fue consultor de medios digitales en la campaña presidencial que dio la victoria a Salvador Sánchez Cerén en El Salvador en 2014. Ha sido conferencista y tribunal de tesis en la Facultad de Comunicación de la Universidad de La Habana. También ha oficiado como miembro de jurado en varios premios periodísticos de Cuba, como el Premio Nacional 26 de Julio, y el Premio por la Obra del año Juan Gualberto Gómez. Ha sido premiado en varios de estos concursos. Actualmente edita la sección Código Fuente, del diario Juventud Rebelde, dedicada a temas de informática y nuevas tecnologías.