Byun Chul Han (2016) ha hablado de la nostalgia de lo bello natural, y podría decir que está relacionado con la nostalgia de los sentidos, de esos sentidos que pueden reaccionar a lo bello estando en contacto directo con la realidad,
«Lo bello natural se contrapone a lo bello digital. En lo bello digital la negatividad de lo distinto se ha eliminado por completo, por eso es pulido y liso, su signo es la complacencia [me gusta], incluso a la naturaleza la convierte en una ventana de sí mismo. La digitalización del ser alcanza una humanización total, una subjetividad absoluta en la que el sujeto humano ya solo se topa consigo mismo. La temporalidad de lo bello natural es el ya del todavía no, se manifiesta en el horizonte utópico de lo venidero, de lo bello digital, la temporalidad es el presente inmediato sin futuro, es más sin historia, simplemente está delante» (Byun Chul Han, 2016).
Es interesante relacionar cómo al intentar fijar una imagen o experiencia, se pierde el aura (según Benjamin) o bien se puede estar ganando de otro modo una acumulación aurática sobre un mismo fenómeno vista desde diferentes ángulos. ¿Es que estamos ante otro tipo de auratización? Parafraseando a Byung- Chul Han, lo bello digital en el mundo digitalizado existe porque los hombres han sobrehilado con su propia retina una red que cuanto más densa más radicalmente se escuda el mundo frente a lo otro y lo de fuera, encontrando de este modo, agrado en sí mismos.
Estamos ante una doble mirada, ante un espejo en el cual se refleja aquello que deseamos permanezca en nuestra memoria, fijo, como en una fotografía, estableciendo un diálogo entre el tiempo, la mirada, el aura y la memoria. Ante el actual capitalismo digital es necesario regresar al contemplar y al silencio como potenciadores del aura. Conocer y aprehender nuestra realidad, de un mundo entero sobre el cual reflexionar, pensar y compartir la experiencia más allá de cualquier pantalla o medio digital, alejándonos del ser y estar en tantas realidades como mensajes podamos recibir.
Este aquí y ahora virtual ha roto la barrera de la presencialidad. Steyerl (2014), apuntala de un modo perspicaz cómo casi casi nos estamos vanagloriado en la “ocupación titis” con el afán de sobrevivir entre las miles de opciones que nuestros espectadores tienen para ser consumibles/reproducibles/compartibles en este capitalismo digital del nuevo siglo.
En nuestro cotidiano, las redes sociales mantienen este sentido ocupacional de las personas al generar contenidos que no son exactamente monetizables sin embargo si hay “alguien” o “varios alguiens” que sí monetizan el contenido, una ocupación que es trabajo para otros. Steyerl pone sobre la mesa un sentido militar a la palabra ocupación en cuanto a relaciones de poder, espacio y soberanía, ¿se vive esto en la realidad virtual o solo es coincidencia en los términos?
¿Hasta qué punto estamos siendo ocupados por nuestro inconsciente y la adicción a la instantaneidad? Estados/historias/canales son medios para comunicar indistintamente de modo tal que algún “el señor mecánico” puede “ver” el regalo de cumpleaños que le obsequié a mi padre, y se convierte en un espectador no invitado a este festín virtual de contenidos, de los cuales tenemos la responsabilidad/obligación de configurar para no ser invadidos por agentes extraños.
Desde el 2020 lo virtual/digital se intensificó aceleradamente y así el arte se convirtió en ocupación manteniendo a las y los espectadores atareados (ocupados) consumiendo de todo un mucho teniendo como consecuencia el desgaste del mirante sin ser consciente de lo mirado ni de la distancia o pensamiento, alejando la contemplación/aura/silencio para después.
¿Cómo tener el aura consciente y vivirla para no caer en el capitalismo -o sobreproducción- por el hecho de estar y permanecer?
La vida como un objeto en la palma de la mano, para sonreír aunque en la realidad (no virtual) se esté hecho pedazos y viviendo entre fechas de entrega, editando, grabando, produciendo a nosotros mismo como deseamos ser mirados pese a la distancia.
En esta nueva realidad, desdoblada (desde lo físico hasta lo digital o virtual) nuestro espacio/imagen se entrecruzan por el tiempo, realidades aumentadas/reproducibles en donde es menester aprender y desaprender, construir y reconstruir, habitar y rehabitar.
La reproductibilidad de la que Walter Benjamin ya había escrito y reflexionado, sigue siendo actual y ha traspasado fronteras. Con la invención de la world wide web se mostró la necesidad del ser humano de ir más allá de la convivencia presencial, logrando la disponibilidad y acceso a la información desde cualquier lugar en cualquier momento y ahora somos información disponible las veces que sean necesarias (con interacción casi inmediata), nuestra esfera pública y privada y el uso de nuestro tiempo parecen no tener una línea divisoria. ¿Nos hemos convertido en algo reproducible, scrollable, somos experiencias para otros? ¿Cómo vivimos el aura en este siglo XXI?
Luego entonces, ¿cómo es nuestro aquí y ahora?
Referencias
Didi-Hubermann, G. (2010) Lo que vemos, lo que nos mira. Bordes Manantial.
Han Byung-Chul, (2016) La Salvación de lo bello. Herder México.
Steyerl, H. (2014) Los Condenados de la pantalla. Caja Negra Editora.
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