Rodríguez de Armas, el Chino, y los nuevos conceptos del espacio visual

Se llamó José Luis Rodríguez de Armas, pero desde muy joven perdió el nombre; todos le llamaban el Chino, por sus ojos oblicuos. El Chino aquí y el Chino allá, genio y figura, carismático y emprendedor, sin lugar a dudas uno de los curadores, críticos de arte y museógrafos de mayor talento y empuje en el escenario artístico compartido entre México y Cuba, y con mayor precisión entre Yucatán y Santa Clara.

Desde Mérida llegó la noticia de su muerte a los 70 años de edad el sábado 24 de abril, víctima de un fallo de las funciones renales. El duelo no se hizo esperar, lamentaron su partida sus colegas en el Museo Palacio Cantón, sede yucateca del Instituto Nacional de Antropología e Historia, la comunidad artística de la ciudad y el estado, los profesores y alumnos de la Escuela Superior de Arte, periodistas, lectores de sus agudas y atinadas colaboraciones en la prensa, amigos, y muchísimas personas que admiraron su extraordinario desempeño profesional y constataron además su calidad humana.  

Como una ola expansiva, las muestras de respeto y pesar se sucedieron en Cuba, su país de origen y en muchas otras partes a uno y al otro lado del Atlántico donde se conocieron sus actos y obras.

Por más de 30 años, el Chino vivió y trabajó en Mérida. Dejó sus huellas en galerías públicas y privadas como curador dando vía a las expresiones del arte contemporáneo. Nunca el encargo impidió la creatividad; es decir, no se subordinó a proyectos que no le interesaban sino se implicó con aquellos en los que podía mostrar la valía de un artista o un colectivo.

Testimonios de ese quehacer fueron sus colaboraciones con los centros de arte Olimpo y La Cúpula y su decisiva participación en mostrar las creaciones de artistas como José Luis Díaz y Elena Martínez Bolio. No hace mucho sorprendió a todos con la coautoría de la exposición Noche rosa, junto a Alexa Torre, que replanteó de modo radical el canon femenino.

Particularmente importante fue su contribución a la museografía en el Palacio Cantón. Entendió e hizo entender como pocos que una institución de este tipo no tiene por qué ser un almacén de recuerdos ni una estación nostálgica. El pasado vivo como parte del presente, de una identidad, de una savia nutricia para las generaciones que vendrán sustentó una filosofía expositiva que maduró en exposiciones innovadoras, donde la visualidad insufló aires vivificantes a cada objeto, panel o imagen rescatada. Recordarán los yucatecos muestras como El agua escondida de Yucatán o T’ho, la vida prehispánica de Mérida o La palabra visible.

Antes de instalarse en Mérida, el Chino había desarrollado una intensa faena en Santa Clara, ciudad al centro de la isla donde nació. En los años 80 fue el artífice del desplazamiento hacia esa urbe del movimiento renovador de las artes plásticas que aconteció en esa época.

Por Santa Clara desfilaron Flavio Garcíandía y Tomás Esson, Moisés Finalé y José Bedia, Consuelo Castañeda y Gustavo Acosta, Marta María Pérez y Gustavo Echevarría, José M. Fors e Israel León, Gustavo Pérez Monzón y Eduardo Rubén. ¿Pura vanguardia? En efecto, más ello no significó que dejase de mirar a otras zonas del arte, como la pintura popular, en la que con ojo crítico separó la paja del polvo y puso de relieve a figuras inéditas.

Su vínculo con el proyecto Telarte y su posterior breve paso por el Centro de Desarrollo de las Artes Visuales.

Que decir de los artistas cubanos que, en Mérida, fueron recibidos, recibieron su atención en proyectos y ejecución de obras, siempre con la franqueza, el rigor y la profesionalidad que le caracterizaron.

De la producción crítica de esa etapa, el investigador Danilo Vega preparó una antología de textos que estará a disposición de los lectores en los próximos meses.

Fue el Chino, por demás, un espíritu independiente, rebelde e inquieto, un anfitrión entrañable, un contertulio de fácil y fluida comunicación. Hagámoslo vivir desde su ejemplo, desde las lecciones que nos legó.

Virginia Alberdi Benítez
Nació en La Habana el16 de septiembre de 1947. Es crítica de Arte y Curadora. Dirige la Galería de Arte Villa Manuela de la Unión de Escritores y Artistas de Cuba. Formó parte del equipo de la Editorial ARTECUBANO, del Consejo Nacional de las Artes Plásticas de Cuba. Ha colaborado con varias publicaciones especializadas de Europa y América Latina, y ha impartido conferencias en Beirut, Barcelona y Mérida (Yucatán). Ha sido curadora invitada de la galería Artemorfosis, de Zurich. Más de una veintena de artistas le han solicitado sus contribuciones en sus catálogos personales.