Indignante y espeluzante serían tal vez los adjetivos mas precisos en relación a lo que vemos todos los dias en los medios de comunicación (asesinatos, omisiones, ataques a periodistas y opositores, destrucción de áreas verdes, de vestigios arqueológicos y un largo etcétera) gracias a un gobierno que no sólo es omiso en el reconocimiento de la situación que se vive en el país, sino que, además, se da a la tarea de mandar el mensaje a la población de que ellos —quienes ahora detentan el poder— tienen la facultad o la potestad de adecuar a modo las leyes que teóricamente nos hacen civilizados, democráticos y las cuales juraron defender o esperar que se les demande, pero, para tal efecto, siempre han de tener una justificación.
Ya no se trata de la estrategia tautológica nacional de cada mañana intentando vender un país que no es el que percibimos cada uno de los ciudadanos, un país donde cada muerte, cada desaparición de cada mujer, cada desvío de recursos está justificado bajo los argumentos de: “es culpa de los de antes”, “es campaña de los conservadores”, “son otros datos”, “es culpa del neoliberalismo” y, aunado a ello, este formato del discurso se replica en cada entidad federativa bajo el dominio del “partido oficial”.
Hemos visto que en el estado de Campeche y en otros estados gobernados por Morena, el cargo de elección popular pareciera acompañarse de una patente de corso y de impunidad emitida directamente de las manos del cacique tropical quien determina lo que está bien y lo que está mal, mismo que no permite que “le vengan con que la ley es la ley”, pues en la mayoría de estas entidades se gobierna para quienes son afines y no para la totalidad de los ciudadanos, se exhibe, encarcela o denosta a quien así conviene, a pesar de que la consitución federal, las locales y diversos mandamientos emanados de la carta magna asientan claramente la obligatoriedad de gobernar para cada persona y aunque en algunos estados se han autodenominado “gobierno de todos” en la práctica se percibe un sesgo en la gobernanza y un gran rezago de obras, mejorías para los ciudadanos y la práctica de la genuflexión sistemática por parte de quien representa al Ejecutivo del Estado y su respectivo Congreso, reduciendo el estado de derecho y la aplicación de la ley y la justicia a una sumisión inamovible ante lo que se mandata desde el poder central.
Bien dice el refrán que el peor enemigo es el que se tiene en casa y muestra de ello ha sido en las últimas semanas la amenaza disfrazada de advertencia de la protagonista del show de los martes, al afirmar que tiene en su poder imágenes íntimas y personales de otras mujeres y que, en vez de salir en defensa de ellas como correspondería a su investidura y a su género, pretende utilizar esas imágenes como medio para denostar no sólo al presidente de una institución política, sino a las militantes y legisladoras de la misma institución.
Si se desgarraron las vestiduras ante el “descubrimiento” de un centro de espionaje en el año 1998 por la hoy gobernadora campechana y clamaron justicia ante esa violación flagrante a cualquier derecho humano y a la intimidad de los espiados, ¿por qué hoy juega con las mismas cartas que decía habían dañado su integridad y la de sus correliginarios a finales de los 90? ¿De qué manera en pleno siglo XXI se hizo con ese material, tanto auditivo como gráfico que hoy enarbola como ariete para darle la puntilla al presidente de otro partido político? ¿En el caso de la candidata es injusticia pero en el de la gobernadora es correcto? Y, sobre todo, ¿es moral que una mujer con una investidura de poder pretenda exhibir a otras mujeres por el único delito de pertenecer a un partido opuesto al de ella? ¿Cuál sería la reacción si se tratase de legisladoras de Morena? ¡El patíbulo estaría siendo construído en la plaza de la república y todo el poder de la fiscalía estaría cayendo sobre quien quisiera hacer algo similar! Pero, en este caso, después de tantos audios ¡No pasa nada!
Y lo que es totalmente aterrador, y no habría de quitarse el dedo del renglón: ¡Lo mismo podría sucederle a cualquier ciudadano que “osara” oponerse al régimen! Tienen las herramientas, ya trazaron el camino ¿Qué les impediría exhibir a cualquier ciudadano que deseara ejercer su libertad de expresión? Y mientras se empeñan en la denostación, desacreditación de políticos y producción de espectáculos mediáticos usando dinero público (por qué obviamente no es gratuito el desarrollo de un programa de televisión), los problemas en el estado de Campeche y en todo el país continúan aumentando, sin que parezca que en los dos años que faltan por transcurrir del gobierno federal y los cinco que le restan al estatal se pueda vislumbrar una solución que reduzca la inseguridad, aumente el poder adquisitivo de los ciudadanos, deje de enfrentar a los mexicanos entre “fifís” o “conservadores” con los demás y sobre todo que concrete un crecimiento económico que se refleje en el bolsillo del ciudadano de a pie e impulse el desarrollo como nación.
Cabe mencionar de nuevo, para no olvidarlo, que estos cuatro años de gobierno federal han sido de confrontación, de polarización del país y no de acciones contundentes contra la delincuencia, han sido de fomento al clientelismo (que tanto criticaba), a través de disfrazarlo de programas sociales, de destrucción de las instituciones en vez de revisar lo que estaba bien, mejorarlo y continuar el crecimiento de los mexicanos. ¿Dónde quedaron los señalamientos de corrupción contra tantos funcionarios durante los años que fue candidato? ¿Cuántos de esos funcionarios señalados como corruptos están en prisión? Si aún está en proceso las investigaciones penales, ¿dónde quedó la justicia pronta y sobre todo expedita? Pero, como ya sabemos, en palabras del ejecutivo federal: “una cosa es la ley y otra la justicia” ¿Y quién decide cuál es cuál? ¿Él? ¿Alguien que tácitamente ha ejercido la frase atribuida a Luis XIV de Francia: ¿El estado soy yo?
Sin embargo, hay que reconocer que cumplieron con su slogan de campaña: No son iguales, tal vez hayan resultado peores.
Hasta la próxima entrega.
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