Admirando el arte con mis lentes morados

Fresco de la Capilla Sixtina, de Miguel Ángel. Fotografía: María Cristina Martín Rosado.

Toda expresión humana se puede analizar con perspectiva de género y aunque no soy artista ni mucho menos estudiosa del arte, hace varias décadas que me coloque los lentes violetas. Es imposible que yo deje de mirar el mundo, todos los días y en todos los espacios, con dicha perspectiva. Fue por eso imposible para mí que en mis viajes a otros mundos, en calidad de turista de clase económica y hospedada en hostales, no observara en los diferentes museos los estereotipos de género expresadas en imágenes e iconografías de las obras de los grandes artistas, fundamentalmente pintores y escultores, o sea, generalmente varones aunque actualmente sus directores y directoras intentan cambiar eso.         

Como decían mis abuelitas: los viajes ilustran, y no es lo mismo ver las reproducciones o imágenes digitales que ver las obras originales de Leonardo Davinci, Vincent Van Gogh o el Greco, así que me tocó hacer las  obligadas colas para entrar en algunos museos de las Europas y, aunque no soy religiosa, confieso, una de las más largas fue la que hice en el Vaticano para admirar el llamado arte sacro. Ahí una muy gentil mujer joven nos guio y durante el recorrido tuve la fortuna de observar detenidamente algunas maravillas como el famoso mural de Miguel Ángel donde un Dios blanco y barbado toca con su dedito al buen Adán declarándolo con ese gesto que él es su único heredero. 

Y les juro que intenté ser una buena visitante de museo, calladita y siguiendo dócilmente a nuestra amable guía a través de las distintas salas; sin embargo, y pese a mis mejores intenciones, no pude evitar que mi corazón se agitara violentamente cuando me encontré ante una escultura que sólo había podido mirar en láminas fotográficas, se trataba de Inanna/Isttar también conocida como Astarté, la reina de los cielos, diosa de la fertilidad, el amor y la regeneración de la vida. Pero fue entonces cuando la guía se atrevió a decir en tono de desprecio: “y aquí podemos ver una figura extraña” y ya no me pude callar, parándome frente al grupo ofrecí mi propia explicación. Mis acompañantes agradecieron efusivamente mi corta disertación más no la guía que, por alguna razón inexplicable, no me sonrió de nuevo durante el resto del trayecto.

El juicio de Paris, del pintor Pedro Pablo Rubens.

Imaginen amables lectores y lectoras de Lectámbulos, si me atreví a hacer esto en el mismísimo museo del Vaticano lo que podría suceder en los otros. Para prevenir que no ocurriera de nuevo otro evento bochornoso, ya no acepté que alguien me guiara durante mis recorridos, conformándome con los modernos auriculares que te explican cada obra de arte en tu propio idioma. Sin embargo, siempre encontré a quien quiso escuchar mis propios análisis de las obras. Así, me encontré un día frente al cuadro llamado “El juicio de Paris” del gran Rubens disertando ante unas desconocidas cómo esa obra representaba el momento en que las diosas Hera (diosa del hogar), Afrodita (diosa del amor) y Atenea (diosa virgen guerrera) de acuerdo al mito griego narrado por Homero, son divididas y enfrentadas compitiendo por una manzana que le seria otorgada a las más bellas de ellas. Y cómo esta representación tuvo su correspondencia en el mundo terrenal haciendo que lo femenino se percibiera como escindido, debiendo escoger las mujeres entre ser sabias guerreras, sensuales amantes o celosas reinas del hogar, enemistadas con cada una de sus partes y con las otras mujeres, no faltó quien aceptara escucharme sobre lo que representaba el cuadro de San Miguel Arcángel que se encontraba en aquel entonces a la entrada del Museo del Prado.

En ese cuadro las personas van adquiriendo características animalescas conforme bajan a los infiernos lo que nos delata que los padres del Cristianismo tenían una fuerte influencia de los estoicos greco romanos (seguidores de Zenón de Citio) quienes contrario a la concepción platónica sobre el conveniente equilibrio (Thynos) entre la razón y los placeres, sostenían que los segundos (Pathos), eran  negativos ya que te vinculan con “lo animal” alejándote de la razón, por lo tanto lo más conveniente es reprimirlos en su totalidad, ya que de acuerdo a sus concepciones, el hombre es parte de Dios y el bien moral es evitar las pasiones. Fueron estos mismos infelices los que sostuvieron la inferioridad de las mujeres debido a que, según sus concepciones, nace cruda y no puede captar los calores de la naturaleza, es frágil y aguada. Es decir, que precisamente ese cuadro sintetiza una de las mayores desgracias para la humanidad: la estigmatización de la sexualidad y de lo femenino.

Podría seguir y seguir con mis anécdotas sobre mis visitas a los museos, pero mejor me invitan a alguno de sus propios recorridos si les anima estar acompañada de una neófita en arte pero que luce unos hermosos y agudos lentes morados. Les aseguro que no se aburrirán, pero a lo que no me puedo comprometer es que algún guía vigilante no nos reprenda por usurpar sus funciones.                    

Georgina Rosado Rosado es egresada de la Universidad Autónoma de Yucatán, de la licenciatura de Ciencias Antropológicas (UADY), tiene una maestría en Antropología Social en “El Colegió de Michoacán”. Profesora Investigadora de la UADY durante 33 años, donde realizó diversas investigaciones sobre la mujer y las relaciones de género, la cultura maya, la violencia y discriminación entre los jóvenes, entre otras temáticas. Pionera en la aplicación de la perspectiva de género en la docencia y en la investigación en Yucatán. Autora y coordinadora de diversos libros sobre los temas mencionados, así como de artículos científicos y de divulgación en revistas nacionales e internacionales. Durante la gestión de gobierno 2007-2012, fue directora general del Instituto para la Equidad de Género del gobierno de Yucatán (IEGY). Integrante del Sistema Nacional para la Prevención, Atención, Sanción y Erradicación de Violencia y del Sistema Nacional de Igualdad entre Mujeres y Hombres. (2007-20012). Siendo directora del IEGY desarrollo un programa editorial gracias al cual se editaron la Revista “Alas de Mariposas” y cincuenta libros de diversos autores y autoras entre ellos “La Siempreviva”, emblemático del Bicentenario del gobierno del estado. La maestra Georgina Rosado es autora de publicaciones muy relevantes destacando entre estas: 1) Mujer maya: Siglos tejiendo una identidad. 2) Amazonas: Mujeres líderes de la Costa Yucateca, 3) Género y poder entre los mayas rebeldes de Yucatán, 4) Violencia y discriminación de género entre jóvenes de educación media superior en Yucatán. 5) Mujeres en tierras mayas: Nuevas Miradas, 6) Deshaciendo Nudos y 7) Las Hijas de Eva. Las semillas de una revolución. Articulista del Por Esto! del 2000 a la fecha. Colaboradora de la sección Unicornio donde participa en la difusión y desarrollo del periodismo cultural y científico.