De la práctica fotográfica
Comencé a tomar en serio la cámara a partir de que mi hermano Juan Diego me regaló su Minolta, sin embargo, la experimentación surgió con una cámara de bolsillo que hacía un ruido plástico que revelaba el simple mecanismo del que se servía para funcionar y no me importaba, porque en ese entonces, estaba feliz con mi rollo en blanco y negro para recorrer Bélgica, no desde la experiencia de la belleza y el estudio del enfoque, sino desde el impulso del deseo con el que intentaba sorprenderme a mi misma y reaccionar capturando una imagen sin encuadrar, sin componer, cambiando el horizonte, de pie, de cabeza, registrando las ruinas de casas que se presentaban con las viseras de fuera, comidas por el derrumbe y el abandono. Lo mejor de todo fueron los laboratorios de revelado que hicieron delicias con la calidad de mis improntas fotográficas.
Seguí el impulso como se sigue al conejo que salta delante de uno, un corazón alocado como el mío no podía hacer otra cosa más que saltar de emoción sin saber, sin racionalizar, sólo sucediendo.
De las calles pasé a los trabajos, registrando las acciones efectivas de la gente para ejecutar cosas prácticas con gestos repetitivos y rítmicos, gestos para hablar y exponer, para ser eficiente y sobre vivir… a esas series les llamé Danzas laborales. Mis personajes favoritos fueros mis maestros, y es así como tuve maravillosas series con el exquisito pianista y compositor yucateco Luis Rivero, que quien lo conoció sabe que es un gran sujeto para fotografiar; luego las tuve con Pol Pelletier, la grandiosa actriz canadiense que nos regalara su gran metodología para llegar a los arquetipos y mucho más; el poeta David Huerta, estupendo y amoroso maestro para indagar en la belleza y la palabra; Alberto Ruy Sánchez, delicia de persona, escritor, editor y promotor, y varios hermosos seres que regalaron sus gestos personales a mi cámara. Y entre todo eso, fui entrenando mi ojo para la fotografía escénica la cual me fue obsecionando con poder captar el momentum del intérprete. Quería capturar aquellos momentos en los que la luz se salía de su cuerpo, brillando en la entrega de su ser a través del personaje. Estudié pinturas, fotografías, corrientes, alimenté mi acervo personal para poder reconocer la salida del duende. Y así, me reconozco como una aprendiz que ha tenido mucha suerte para poder estar en los lugares donde brota el arte a borbotones y aquí les iré presentando mis acercamientos a la vida y la escena, si ustedes me lo permiten.
El despertar de las mujeres vampiro
Conoce la serie fotográfica El despertar de las mujeres vampiro de Erika Torres en nuestra sección de Galerías: https://lectambulos.com/gallery/el-despertar-de-las-mujeres-vampiro-de-erika-torres/

«
Responder