Primer Lugar del 8vo. Concurso de Dramaturgia Express
Personajes:
Gilberto – 50 años
Cuquita – 80 años
Francisca – 30 años
I. En una cocina vieja hay dos grandes ollas de barro. De ellas salen Gilberto con una playera de “Banda Machos” que apenas se puede distinguir por la tierra. Cuquita lleva un vestido tipo camisón color arena con un mandil. En la mesa llena de polvo hay cubiertos y loza rota.
Cuquita: Los ídolos de barro se rompen con cualquier suspiro, Gilberto. Te lo dije.
Gilberto: Sí, pues…
Cuquita: Siento que no puedo respirar, este polvo me está matando. ¿ónde está mi inhalador pa´l asma?
Gilberto: Aquí ya no lo necesitas.
Cuquita: Sí ya lo sé, pero se me olvida. Lo usé tanto tiempo…
Gilberto: Es este pinche polvo que se nos atora en el cogote.
Cuquita: Sí, pues… (Tose) Ahora ya siéntate a comer
Gilberto: Aquí tampoco ya no lo necesitamos.
Cuquita: Sí, pero se me olvida… (Tose) Pero, ultimadamente yo me acostumbré a comer tres veces al día y esa maldita costumbre no la quiero dejar, así que siéntate a la mesa.
Gilberto de mala gana se sienta.
Cuquita: Y no resongues.
Gilberto: No, jefa.
Cuquita: Has como que comes.
Gilberto:Sí jefa…
Gilberto finge que toma un caldo y lo sorbe.
Cuquita: No hagas ruido, Gilberto. Cierra la boca. Tragas como animal.
Gilberto: Ay jefa, es que si vivo no me gustaba comer, ¡ahora hasta muerto tengo que fingir que lo hago!
Cuquita: Por eso estabas bien flaquito… (tose) Es este pinche polvo… (tose) ¡Y no me resongues, cabresto respondón! Es el único momento donde podemos seguir platicando y aún así sigues peleando. ¡Respeta la mesa! ¿No me puedes dar ese gusto?
Gilberto: Sí, jefa.
Cuquita: Pero, está muy callado esto. Échate una rolita para amenizar la mesa.
Gilberto: O como, o canto.
Cuquita: He dicho que cantes y no me resongues. ¡Con una chingadísima!
Cuquita golpea la mesa y el brazo se le zafa.
Cuquita: Mira nada más. Se me volvió a
zafar del coraje. ¿Ya ves lo que ocasionas, Gilberto?
Gilberto: Te estás deshaciendo, jefa. Él se acerca y le vuelve a colocar el brazo.
Cuquita: Gracias. Te digo que los ídolos de barro se rompen con cualquier suspiro, pero tú, tú me matas del coraje.
Gilberto: Eso sí que no, jefa. Usté se petateó en un hospital por el asma, ¿ya no se acuerda? (entredientes) ora resulta. No quiero que me carguen más muertos a mí.
Cuquita comienza a dar manotazos al aire y el brazo cae al piso.
Cuquita: ¿Me vas a cantar con una chingadísima?
Gilberto: Sí, pues… (Luego comienza a armarla nuevamente)
Cuquita: Échate esa que tanto me gustaba… (canta) “Mi gusto es y quien me lo quitará”
Gilberto comienza a cantar haciendole la segunda voz.
Gilberto: “Pero chiquitita, yo te he de seguir amando, mi gusto es…”
Cuquita: “Y aunque me den de balazos, topen eso, topen eso… que al cabo mi gusto es…”
Gilberto se seca las lágrimas y ahí se le va un pedazo de rostro, como si se desdibujara entre barro y mocos.
Cuquita: Pos, ¿qué pasó mijo?
Gilberto: (Repite cantando bajito: ) “Pero chiquitita, yo te he de seguir amando…”
Cuquita: Otra vez, por las viejas…
Silencio
Cuquita: Ni muerto dejas de pensar en faldas.
Gilberto: Es que es la pinche canción.
Cuquita: ¿La pinche canción? ¡Habas, qué! Es la Francisca.
Gilberto: ¡Cállese, jefa! A esa ni me la mencione.
Cuquita: Siempre fuiste un rebelde hijo, te gustaban las malas hierbas.
Gilberto: Como decía mi apá: “Las jirafas con las jirafas”
Cuquita:¡Cállate los dientes! (Le avienta el brazo a la cara) A ese ni me lo menciones.
Gilberto: (levantándose y colocándose los dientes) Ya me harté de que ni muerto me deja en paz, ni a mí ni a nadie. ¡Que ahora come, que ahora canta, que no me hables de este, que no me hables de este otro…!¡que ahora qué con una chingada!
Cuquita: (Cambia de voz como si fuera de hombre) ¡A tu madre no le contestas así, cabresto respondón! Eso te diría Chucho, si estuviera aquí.
Gilberto: Pues, Chucho no era mi padre. Era mi carnal.
Cuquita:¡Tu hermano mayor! Y le debes respeto, aunque estés muerto.
Gilberto: ¡A la fregada qué!
Cuquita: ¡Pos a la fregada pues!
Oscuro
II. En una recámara. Francisca está haciendo maletas. Gilberto la toma bruscamente del brazo.
Gilberto: Primero querías casarte, lo conseguiste después de casi matas a mi madre de un infarto. ¡Cómo iba a ser que la criada se volviera la esposa!, Escándalo… Tuve que aguantarme lo que el pinche pueblo decía… y ahora me dices que ya te vas.
Francisca: Sí una criada, tu criada … ¿y qué? Nos casamos y así fue … ¿y qué?
Gilberto: Todo lo hice por ti.
Francisca logra soltarse y sigue metiendo cosas en la maleta.
Francisca:Tú te largaste para el otro lado y ¿qué querías que hiciera? Que te esperara rezando el rosario o qué…
Gilberto: Me fui porque aquí no había trabajo.
Francisca: Y por allá te has de haber encontrado a puras gringas, no te hagas tarugo.
Gilberto: Claro que no.
Francisca: Ay por favor, Gilberto. Sí en este pinche pueblo te andabas levantando a mi comadre Amelina, a la tendera, a Eusebia, ¿qué me puedo esperar cuando te largaste dos años para el otro lado? ¡Dos años!
Gilberto:Pues esperarme, como deben hacer todas las esposas. Me regresé por ti.
Francisca: Te agarró la migra y por eso te devolvieron sin nada. No me trajiste, nada. ¿Qué esperabas? Que te recibiera con banda y mariachis en la terminal. ¡Perdedor!
Gilberto: Me regresé por ti.
Francisca: Pues estuvo bien, pero ahora ya cambiaron las cosas.
Gilberto: Las cosas no cambian.
Francisca: Claro que cambian. Al principio todo es prometedor mientras dura el cortejo, (lo imita:) Que mira chula que yo te bajo el sol y las estrellas, que eres la dueña de esta casa, que espérame… (hablando como ella) Pero, ¿sabes una cosa, Gilberto? Una también se puede enamorar de otras personas, de cosas que uno nunca se imaginó…
Gilberto: ¿Y me dices así como si nada? Estás enamorada de otro. ¡Sinvergüenza!
Francisca: No lo entenderías.
Gilberto: ¿Quién es?
Francisca: Es que no lo entenderías. A veces, una se enamora de quien menos se imagina y sabes no es culpa de nadie. Creo que uno debe conocerse bien primero y eso es muy largo y complicado, hasta hace poco yo creí que me conocía, pero ya ves… no fue así.
Gilberto: ¡A mí no me vas a andar con esas cosas! A mí me dices, con quién carajos te vas.
Gilberto la toma con fuerza y la tira a la cama.
Francisca: Si te digo, seguro no lo vas a entender. Es más, te morirías… Y ya déjame. Esos aventones cómo me hartan. La vida no es una novela, la vida es vida.
Gilberto: Es Chucho, ¿verdad? Siempre te gustó mi hermano…
Francisca: No, ni dios lo permita. Ese es más macho que tú. (Se rie) Era la adoración de tu madre, ¿te imaginas? Se nos vuelve a morir.
Gilberto: Entonces, mi compadre Emilio…
Francisca: ¡Que no!
Gilberto: Es Don Luis, ya me habían dicho que te le metías en la casa cuando su esposa no estaba. Siempre te gustaron los rebeldes, y ese cabrón con su sombrero se las dá del mandamás del pueblo…
Francisca: No, no, y no. Rebelde no es el que aparenta serlo, eso es un fantoche. Rebelde es el que siente tanto que se defiende y defiende en lo que cree… Mira, no me vas a entender… Sí confieso que me encanta la rebeldía, que no existe mayor placer que saltarse las reglas, que cuando nos casamos me excitaba el silencio de todo el pueblo, ¡cómo Francisca la criada se va a casar con el güero!… que te admiraba porque desobedecías a tu madre que tenía a todos dominados por sus achaques con el asma… pero, las cosas cambian y eso ya no es suficiente.
Gilberto: A mí no me vas a andar dorando la píldora, me vas a decir en este momento quién es…
Francisca: ¿Y para qué quieres saber? Mira confórmate en pensar lo que decía tu papá: “las jirafas con las jirafas”. Esta persona no tiene nada que ver con lo que conocía. Deberías alegrarte por mí. Si tanto me quieres, supongo que deseas que sea feliz.
Gilberto: Vete mucho al cuerno…
En un impulso Gilberto la vuelve a jalonear y amenaza con golpearla.
Francisca: No, Gilberto. Golpes ya no. En este pinche pueblo te enseñaron que mujer que desobedece hay que pegarle como a un animal, pero no. Me voy con alguien que ni en pesadilla desearía lastimarme.
Gilberto: (Desesperado, la golpea en la cara) ¿Quién es?
Francisca: Mi comadre Lupe.
Ella abre la puerta y se va, mientras Gilberto se agarra la cabeza y poco a poco se desvanece por el piso. Un infarto fulminante.
Oscuro
III. En la cocina. Cuquita está sentada sobre su olla de barro. En una esquina Gilberto se toca el pecho.
Cuquita: Los ídolos de barro se rompen con cualquier suspiro, Gilberto. Te lo dije.
Gilberto: Sí, pues…
Cuquita:¿Te duele el pecho?
Gilberto: No. Cuando me enterraron lo hicieron sin corazón. El médico dijo que parecía paté.
Cuquita: Pos sí, en una bolsa se debe tirar la basura orgánica… ya ves que eso dicen…
Gilberto: Sí, pues.
Cuquita: (Suspira) Tú fuiste rebelde hasta para nacer. La partera dijo que nacerías un lunes y ¡ah no! naciste hasta el jueves porque se te dio la gana.
Gilberto: Mejor no haber nacido, no haber muerto.
Cuquita: Siéntate a la mesa.
Gilberto se acerca a la mesa y se coloca frente a frente a Cuquita.
Gilberto: ¿Por qué estamos en estas ollas de barro?
Cuquita: Porque así nacemos, chiquitos como en una ollita y así descansamos.
Gilberto: Somos polvo, somos barro.
Cuquita: Somos lo que somos. Estamos hechos de barro negro porque somos los rebeldes de la tierra, pero tan sensibles que nos rompemos con cualquier suspiro.
Silencio
Cuquita: ¿Me cantas?
Gilberto: No
Cuquita: Ándale, cántame “Mi Gusto Es” como si estuviera aquí la Banda Machos…
Suenan cohetes y de un salto Cuquita se esconde debajo de la mesa.
Gilberto: No se espante jefa, es día de San Juan y cerca del panteón viene la procesión.
Cuquita: Sí, lo sé pero se me olvida. Yo pensé que eran balazos.
Gilberto: Las balas tampoco ya no nos hacen nada.
Cuquita: Sí, ya lo sé pero se me olvida. Son costumbres que a una se le quedan.
Gilberto: Hace mucho que nadie nos viene a visitar.
Cuquita: Ahora con eso de que todos están encerrados en sus casas por el COVIS pos no salen al panteón, solo se la pasan suspire y suspire.
Gilberto: Cada suspiro nos mantiene en sus recuerdos. Yo quisiera saber si ella se acuerda de mí.
Cuquita: Ya Gilberto, por favor. Quiérete un poquito más. ¡Qué se va a estar acordando! Ella está con su mujer, y ella le da cosas que … psss… tú no podías dárselas.
Gilberto: Yo sí me acuerdo de ella.
Cuquita: ¡Qué acordarte ni qué la chingada! Lo que tú tienes se llama orgullo.
Gilberto: ¿Cuál orgullo?
Cuquita: ¡Macho! Eso eres un macho.
Vuelve a sonar la tronadera de la fiesta de San Juan a lo lejos.
Gilberto: Sí, eso me dijo ella…
Cuquita: Ni muerto se te quita lo pendejo. ¿Qué tiene de malo que tu mujer se haya ido con otra mujer? Eso no es nuevo.
Gilberto: ¡No lo diga así de fuerte!
Cuquita: ¿Y aquí a quién le importa?
Gilberto: Pues a mí. Es una vergüenza. Es… ¡Ay jefa son cosas que no entendería!
Cuquita: Vergüenza es no aceptar que a Francisca siempre le gustaron las hembras y se dio cuenta muy grande.
Gilberto: Todo el pueblo sabe que Francisca se fue con otra mujer, ¿y yo qué’
Cuquita: Ese es un orgullo macho, machinrín, estúpido. ¡Ni muerto puedes con el orgullo!
Gilberto:¿Por qué no olvidamos? ¿Por qué seguimos aquí?
Cuquita: Sólo esperamos a los demás.
Gilberto: Escucho pasos.
Cuquita: Son de la procesión.
Gilberto: No estos suenan más cerca, como si se arrastraran por el barro.
Cuquita: ¡Ah jijo! ¿y ora quién se habrá muerto?
Gilberto: Sabe…
Cuquita: Ojalá sea Chucho, tengo tantas ganas de verlo.
Silencio
Gilberto: No se escuchan campanas.
Cuquita: No es Chucho, si fuera él las campanas no se callarían. Es tan buen hombre…
Gilberto: ¡Shhhh!
Cuquita: No, no se oye nada.
Entra Francisca con los pies llenos de barro.
Cuquita: ¡De todas las jijas de la fregada tenías que aparecer tú!
Francisca: A mí tampoco me da gusto verla de nuevo, Doña Cuca.
Cuquita: ¿Y dónde dejaste a “tu señora”?
Francisca: Eso no le importa Doña Cuca.
Cuquita: ¡DOÑA CUQUITA! para ti, siempre Doña Cuquita, pos ésta.
Francisca: Como quiera Sra. Refugio.
Gilberto: (Asombrado) ¿Pero qué haces aquí? Escuchaste mis oraciones.
Francisca: Nunca me quise poner el cubrebocas. Ya ves…
Gilberto: Te estaba llamando, te extrañaba.
Francisca: Ay por Dios, Gilberto, yo nunca escuché nada.
Cuquita: Ay malagradecida, todo lo que mi hijo hizo por ti y ni así eres amable.
Manotea y se le zafa el brazo que va a dar a los pies de Francisca
Francisca: Ay Doña Refugio, usté no cambia. Ya se anda deshaciendo.
Gilberto: Vente para acá (limpia una olla) esta será tu casa, puedes descansar aquí…Tenemos mucho de que hablar.
Cuquita: ¡Que ella no quiere hablar! Sólo vino a pelear…
Gilberto: Jefa, no se meta por favor.
Cuquita: A mí no me vas a andar diciendo cuando hable o no…
Francisca: Por primera vez, tu madre tiene razón; no quiero hablar.
Se extingue la luz en donde está Francisca.
Gilberto: Ahora tal vez, no pero luego tal vez…tenemos toda la eternidad para hablar.
Se extinge la luz en dónde estaba Gilberto.
Cuquita: Pos ora sí, y ¿quién me va a dar mi brazo?
Se prende súbitamente la luz en donde estaba Francisca
Francisca: Toda la vida me la pasé sirviendo y ahora no he llegado hasta acá para seguirlo haciendo. (Abrupta) ¡Qué se lo pase él!
Cuquita: Jija de la… Ni muerta ha de ser sumisa. (A Gilberto) ¡Gilberto pásame mi brazo, hijo!
Silencio
Cuquita: Hijo…
Silencio
Cuquita: ¡Gilberto!
Silencio
Cuquita: ¡Ay, jijos de su ingobernable madre… ! (Entre dientes) Por eso estamos como estamos. Estos me van a volver a matar de un coraje.
El polvo recubre las ollas de barro y el brazo de Doña Cuquita. Las campanas de la fiesta de San Juan suenan. Se escuchan rezos de una mujer: “Hasta que nos volvamos a ver”, “Dios mío cuida a mi Francisca, Amén.”
Oscuro lento.
Telón
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