Este cumplido, es el máximo nivel de diversidad aceptado en nuestra sociedad española.
La evolución hoy en día, se resume en ser diferente pero sin que se note. Eso es lo que pueden aceptar de ti, para que seas “digno” de coexistir con el sistema heteropatriarcal que nos rige hasta ahora. La mayoría de la gente cree defender la diversidad, entendiéndola como imitación del modelo de conducta y comportamiento heterosexual, monógamo y católico.
La novela de Fernando Vallejo La virgen de los sicarios, me mostró en plena adolescencia cómo llegamos a construir nuestras creencias, por muy terribles y perturbadoras que sean. Normalizamos conductas desde la ignorancia, sin pararnos a pensar, a escuchar lo que realmente queremos. Nuestro sistema educativo, desde que nacemos está basado en la imitación y repetición de todos los patrones que ya han sido construidos en nuestro entorno. Un sistema social que nunca deja que el individuo tome conciencia de su interior, de la esencia de cada uno, y cómo nuestra presencia y nuestras acciones repercuten en nuestro entorno.

En dicha novela, uno de los personajes vuelve después de triunfar por todo el mundo a morir en la ciudad donde nació, Medellín. Es desde el punto de vista fatalista de este famoso escritor, donde se puede ver que lo realmente podrido, lo realmente cruel es, que el desarrollo de un país, o la diferencia con otro, es solamente el dinero, ninguna sociedad se preocupa en desarrollarse en cuanto a la calidad de sus ciudadanos, en que el individuo sepa respetarse como es, desarrollando el autoconocimiento. La mierda es la misma en una ciudad llena de sicarios, que en una ciudad desarrollada y pulcra, sin desigualdades económicas, pero donde pueden señalarte y sentirse ofendidos, por verte vestir de rosa y maquillado. La miseria humana es la misma.
Por un lado, hay una lacra, enmarcada dentro de la mirada “diversa” de nuestra sociedad, supuestamente abierta y plural. El amor como posesión, un concepto en el que todos los géneros y orientaciones nos sentimos cómodos e incluso halagados. Este tipo de relación romántica es la más aceptada entre todos nosotros, ya que de manera inconsciente es con la que sabemos que gozaremos de más aceptación con el resto, y con nuestras inseguridades.
Además, para todos los que creen que la salida del armario es el último paso en la búsqueda de la aceptación social, no es así, viene lo peor, encajar en la nueva estructura. Ya que otro punto clave de nuestra diversidad y apertura es la hipersexualización, que es casilla obligatoria dentro de la aceptación de ser una persona liberada, porque la libertad va unida a la gente que practica mucho sexo, a todas horas, lo hace además como una estrella del porno, la tiene grande y un culo perfecto y redondito. Si no cumples estos requisitos, existe un rico mercado de químicos y quirúrgicos, totalmente normalizados, con los que podrás sentirte más aceptado. Pero si eres hombre gay, afeminado, no eres una máquina del sexo, tu rol sexual es pasivo, y además tu orgasmo no va ligado a la eyaculación, prepárate a sentirte cuestionado y señalado, por toda esta sociedad “moderna” y “avanzada”.
Pero toda esta amalgama de frivolidades se ve reforzada, por la repetición a imagen y semejanza del modelo de pareja romántico patriarcal, con los roles y dominación entre cada miembro de la pareja. En este caso, son dos miembres del mismo sexo o reasignados, esa es la revolución, o la evolución en la diversidad. Luego esa pareja se construye con la misma jerarquía que la de nuestros abuelos, pudiendo hasta tener descendencia biológica, si tu nivel económico lo permite.
En la serie Desperate housewifes se refleja a nivel sociológico el nivel de “diversidad” que el sistema monógamo está dispuesto a aceptar. En este barrio se muestran diferentes familias, todas aparentemente diferentes en la relación de la figura de la mujer con la familia y su vida laboral. Lo gracioso es cómo todas esas familias se ven obligadas a mantener su buena imagen de familia estructurada, pese a que todas están destruidas por dentro. Y es más gracioso aun, cuando para incluir la diversidad, las parejas homosexuales repiten el mismo modelo de familia perfecta con casa, jardín, e hijos; y al repetir el mismo show que sus vecinas, son aceptadas e integradas. Los homosexuales tienen que demostrar que se relacionan y comportan igual que los heterosexuales, aunque esas estructuras ya no funcionen. Lo que viene a ser una adaptación e involución de la condición humana, que genera de nuevo la criminalización de todo aquel que no repita el modelo aceptado.

La diversidad es la opción de conocerse a uno mismo, aceptarse, comprender los propios gustos, la propia apariencia, en la que los genitales pueden tener múltiples usos, pueden estar de adorno, o ser un estorbo… Todo el que no se acepta, va por impulso en contra de lo que él no quiere comprender de sí mismo, y aquí es donde nace el odio.
La diversidad y el género empiezan por aceptar primero lo que cada uno es, y no en lo que quieres exponer a los demás. La educación del ser humano y sus relaciones están basadas en la propiedad, la dominación y en el amor para toda la vida. Luego está aceptado y normalizado, incluso resulta halagador, que mi “enamoramiento” me haga creer que tengo el poder de opinar sobre la forma de vida y los amigos de mi amado.
En una verdadera diversidad, el modelo nuevo de sociedad puede coincidir con el modelo clásico o ser completamente antagónico y aún así vivir en el respeto. Como dice Sandra Bravo, en el libro Todo eso que no sé cómo explicarle a mi madre, hay relaciones en las que las amistades cobran la misma importancia que la pareja, incluso son parte de esa pareja, no hay lucha de poderes y de roles. Puede que sea esta la verdadera diversidad sin encorsetamientos, en la que no todo depende del sexo, y cada uno sabe quién es y sabe con quién lo va a compartir. Cada uno tiene su manera de divertirse, de mirar, de sonrojarse, de besar, de hablar, de vestirse y de saborear, y de oler lo que le excita. No hay exclusión, ya que la base está en escucharse a uno mismo.

La diversidad, es la opción de conocerse a uno mismo, aceptarse, comprender los propios gustos, la propia apariencia, en la que los genitales pueden tener múltiples usos, pueden estar de adorno, o ser un estorbo. Agradarte a ti, en vez de agradar y ser una imagen para los demás. Todo el que no se acepta, va por impulso en contra de lo que él no quiere comprender de sí mismo, y aquí es donde nace el odio.
Por último me gustaría hablar de una lucha interna que tenemos todos, esa vocecilla arraigada que nos narra el cuento de hadas. Aquel donde nos creemos que, presentando a esa pareja amada, que encaja para toda la vida, podemos ofrecer nuestro rol de aceptación para con los demás, o para tapar nuestros miedos. No existe la normalización de aceptarse a uno mismo; al contrario, está normalizado que todo siempre tiene que agradar a los demás. Y si tenemos una pareja, que se pone celosa cuando alguien se nos acerca, o cuando nos llega un mensaje de alguien que no es él, nos sentimos socialmente halagados, tenemos al lado a un Stanley Kowalsky de Un Tranvia llamado deseo, malhumorado, primario, violento y dominante… Esto a nivel social goza de una aceptación brutal, todos piensan, “normal que esté con él, con esa cara, esa rudeza…” Aquí está el problema base de nuestra sociedad “diversa”, la propia aceptación de la violencia con nosotros mismos, en nuestro entorno vemos sexy la sumisión, nos hace gracia lo primario y lo asimilamos con lo tierno y dulce.
Creemos entonces nuestra propia realidad, busquemos nuestros miedos y dejemos ver lo que somos realmente, aprendamos a compartir, sepamos quiénes somos sin tener que demostrar y demos a la sociedad lo que realmente queramos dar sin esperar ser reconocidos. La diversidad se construye en cada momento, contigo mismo.
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