La arquitectura debe ser como los árboles que reciben el sol, el viento y la lluvia que son universales y al mismo tiempo tiene sus raíces en un sitio del cual se nutre de su historia y su cultura… de ahí obtiene su identidad.
Handel Guayasmin
Identificar la arquitectura de un lugar como propia y única, implica el conocimiento de la historia y la cultura, o quizá de manera explícita es la misma arquitectura que nos permite una lectura de cómo es esa historia y esa cultura, que proyecta desde su génesis, la semilla de identidad local.
Lectura por demás compleja al tratar de descifrar los códigos escritos en géneros, estilos, detalles y el carácter propio de cada edificio, de una arquitectura que parece permanecer en el tiempo y de alguna manera solidaria a los cambio culturales y dinámicos de cada sociedad, como menciona Cano J. (2012): “La arquitectura, aunque parezca inmóvil y solida a nuestra percepción, fluye, muta de maneras tan suaves y dóciles que simplemente es imperceptible para la apreciación humana”. Sin embargo, esto no quiere decir que no ocurra. La arquitectura muta, se mueve y fluye; como difusores de cultura e historia los arquitectos podemos alcanzar la creación de una arquitectura acorde a los tiempos actuales, que tenga la posibilidad de generar un acontecimiento significativo en la percepción y memoria de la sociedad en la que está inmersa.

Según Ayala (1999); El concepto de identidad en la arquitectura tiene la tendencia de remitirse a componentes de la arquitectura colonial o a la arquitectura popular tradicional, pero la identidad concebida en términos dialécticos como esta relación entre tradición e innovación, no es inmutable, ya que los cambios en las formas de vida, en las tecnologías, en los procesos sociales y económicos imponen transformaciones en el uso del espacio construido. Por otra parte, el transcurrir de la historia y sus distintos acontecimientos, tienen la capacidad de aportar nuevos elementos de identificación para los habitantes de un lugar. Por tal motivo la identidad no puede entenderse como una copia del pasado ni remitirse a una visión idílica de la arquitectura popular, vernácula o prehispánica.
En el caso particular de Yucatán se retomó en algún momento la arquitectura colonial como eje para una propuesta de identidad a través de el estilo Neocolonial, a la par que la arquitectura prehispánica nos instauró un estilo Neoindigenista; en caso particular y regional conocido como Neomaya.

Esta preocupación por encontrar una identidad desde la visión nacionalista de un país independiente, donde quizá nunca se haya perdido, como describe Ayala (1999); son ideales sobre todo por el factor de equilibrio que representa ante la incursión de inversiones económicas, imágenes, estilos de vida, expectativas de progreso e información procedentes de diversas partes del mundo. Pero también es importante reconocer a México, como participante activo en el mundo globalizado, y en esa medida no solo es receptor, también es emisor de imágenes y propuestas, que de alguna manera lo fortalece en términos de poner en actualidad elementos característicos de nuestra cultura.
En esta cultura y sociedad donde los temas de lo colonial rivalizan con lo vernáculo y prehispánico, cuando en brazos de la arquitectura parecen provenir de la misma génesis, Castells (1973), designa como espacio colonial a la relación de territorio-habitante latinoamericano. En este espacio colonial, Castells distingue tres estadios: dominación colonial, dominación capitalista-comercial y dominación imperialista, que inciden directamente en la arquitectura, urbanismo y ordenamiento territorial. Es evidente, que aquello que designa Castells como espacio colonial, algunos autores le han denotado como la occidentalización del mundo o la occidentalización del espacio,
Colonizar el espacio u occidentalizar el espacio significa homogeneizar los territorios, esto incluye la teoría y praxis urbano-arquitectónica, así como los fenómenos de descontextualización y degradación (en los estratos social, económico, estético, geográfico y cultural).
Castells

Todas estas directrices propician un desarraigo de la arquitectura local, un dominio de la organización del espacio por parte de las funciones económicas, una disolución del espacio público en favor de lo privado, la aplicación de tecnologías industriales y uso de materiales estandarizados para la construcción de la ciudad y del territorio a pesar de comprobarse sus desventajas y costos.
Plantear esta discusión con motivo de comprender que en la arquitectura, la condicionante del medio artificial que la rodea influye de manera directa en las relaciones perceptivas de los habitantes de cada sociedad; ya sea de manera positiva o negativa, siendo positiva se crea una topofilia (palabra acuñada por el filósofo Gastón Bachelard y que habla del vínculo afectivo entre el ser humano y su entorno) y siendo negativa una topofobia (Según Tuan (2007) es la relación de rechazo y desapego hacia los lugares, es aquella sensación negativa que puede llegar hasta el temor).

Para cada uno de nosotros existe un espacio, un lugar y un edificio que represente alguna de estas dos vertientes, incluso algunos son para toda un pueblo o una sociedad, de ahí que muchas edificaciones se representan mas por el sitio que por su propia arquitectura. Y preservar los referentes históricos como los edificios del ámbito patrimonial, se enfoca en ampliar nuestra visión de conservación edificatoria a la aceptación del locus lugar.
¿Qué identidad puede tener un lugar que no tiene arquitectura propia?
Para el caso de la teoría de la arquitectura entendiendo la identidad como una repetición de patrones distintos a través del tiempo y el espacio; Alexander (1971) advierte que la arquitectura de este siglo sigue la línea dominante del proyecto de la modernidad, es decir, de una modernidad convencional y unidimensional (monocultura), Muntañola (2000), sostiene que la construcción del espacio nomológico universal es conflictivo en la relación de lo local y lo global, es decir, hay un detrimento en las praxis de la cultura urbana y arquitectónica; referente a esta expresión, Alexander (1971), denomina a los espacios arquitectónicos modernos como manifestaciones utópicas insensatas.
¿Se distorsiona la identidad regional por la aceptación popular de valores estéticos exógenos?
“Aquella doctrina cultural que pretenda anticipar teóricamente una actuación práctica, una realización, debe estar fundada en el conocimiento del pasado, del presente y del posible futuro; es decir en los momentos sucesivos del tiempo histórico.” Arai E., Alberto T. en caminos para una arquitectura mexicana.
Nuestros valores estéticos, culturales que detonan la arquitectura plantean nuevas posibilidades en la dirección de una propuesta arquitectónica identitaria en prospectiva. Ayala (1999) señala que habrá de tenerse en cuenta que la identidad no se recupera o encuentra viendo hacia atrás únicamente, por más maravillosa que sea nuestra historia. Debemos mirar hacia adelante para poder construir, para encontrar nuestra identidad de la siguiente generación, del siguiente siglo, donde esta búsqueda y propuesta debe ser en prospectiva, no solo resolver los problemas del aquí y ahora sino prever en la medida de lo posible lo que viene por delante. Sin que eso implique negar nuestra historia, ya que tenemos la obligación de preservar los vestigios materiales y herencia cultural. Debemos entender que la identidad no es estática, y solo en la medida que podamos responder a las nuevas exigencias, la reafirmamos.
Hay que mirar al futuro y al pasado fugitivo para entender la identidad histórica de la arquitectura venidera.
Buscas en Roma a Roma, ¡oh peregrino!, y en Roma misma a Roma no la hallas: cadáver son las que ostentó murallas, … ¡Oh, Roma!, en tu grandeza, en tu hermosura huyó lo que era firme, y solamente lo fugitivo permanece y dura. Francisco de Quevedo |
REFERENCIAS :
BOCETOS Y DIBUJOS DEL ARQ. ANTONIO NIVÓN SANTIAGO
ALEXANDER, C. (1971). La estructura del medio ambiente. Barcelona. Ed. Tusquets.
ALDUCIN E. (1999), Perspectivas de identidad nacional en la época de la globalización. En la identidad nacional mexicana como problema político y cultural. Coord. BÉJAR R. Ed. Siglo XXI. México.
AYALA E. (2002) La identidad en prospectiva. En Cuadernos de arquitectura de Yucatán no. 15. FAUDAY. Yucatán, México.
CANO JÁCOME, R. (2012). Acontecimiento arquitectónico: fluidez arquitectónica
en un mundo de consumo. Universidad Nacional Autónoma
de México. Facultad de Arquitectura, Tesis de Maestría.
Responder